Está enfermo y duerme en la calle

Germania Salazar, Guayaquil
Habían preparado seco de gallina. Los Coello se disponían a cenar cuando, el pasado 16 de abril, la tierra tembló. De repente, las luces de su humilde casa de construcción mixta, ubicada entre Capitán Nájera y Leonidas Plaza, suburbio de Guayaquil, se apagaron.
“Pensé que podía ser un cambio de clima, pero al sentir la intensidad del sismo exclamé: ¡Esto es un terremoto!”, relata Octavio Alejandro Coello Zúñiga, que hace siete años arrendó un departamento en la parte baja del vetusto inmueble, de dos pisos.
Octavio, que pesa unas trescientas libras debido a que sufre retención de líquidos en sus piernas, se abrazó a dos de sus hijos, temiendo que podía ser el final. Porque, de repente, un rugido aún más poderoso lo estremeció de nuevo.
“Escuché un estruendo, pero no imaginé que era en la misma casa. Mis otros hijos, que estaban en la calle, llegaron corriendo y pensaron que habíamos muerto aplastados. Pero gritamos que estábamos bien y, junto a un vecino mecánico, nos ayudaron a salir”, rememora el hombre.
Con la ciudad aún conmocionada y presos del pánico, toda la familia pudo abandonar la casa. Entonces, comprobó que las paredes de su hogar se habían venido abajo.
“Todo era polvo y piedra en medio de las tinieblas”, relata Ketty, hija de Octavio. “Gracias a Dios, estamos vivos para contarlo”, apostilla el padre.