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¡Exsicario dejó las armas por la Biblia!

Julio López pasó de ser asaltante y sicario a pastor. El peruano visitó Ecuador y contó cómo salió de esa vida delictiva.

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El extranjero da charlas y prédicas en iglesias. Ecuador es uno de los países que ha visitado.Freddy Rodríguez / EXTRA

Cuando el peruano Julio Iván López Cotrina tenía nueve años vivía en la calle. Se juntaba con chicos mayores, quienes a esa tierna edad lo fueron arrastrando poco a poco a la delincuencia.

A los 17 se volvió asaltante de bancos. Para salir bien librado en cada ‘golpe’ actuaba radicalmente. Por ello también se involucró en el sicariato.

Actualmente, con 60 años, su historia es otra. Se dedica al evangelio y es pastor. Pero las huellas de ese pasado oscuro aún lo atormentan. “Estando en la vida cristiana aún te señalan: ‘Ese mató a fulano’. Pero hay que seguir. Yo dejé las armas por la Biblia”, exclama enérgico.

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ENTORNO ‘JODIDO’

Nació en el Callao, ciudad ubicada a 15 kilómetros del casco histórico de Lima, la capital peruana. Allí Julio creció en dos ambientes ‘fregados’. El primero, su hogar, donde le tocó ver cómo su papá maltrataba a su madre. El otro, el territorio mismo, un entorno difícil, con venta de drogas, robos y asesinatos en sus calles.

“Fui conocido (por estar) en una agrupación sanguinaria de mi país, como asaltante y sicario, de la banda Los Retacos (ese nombre es por la baja estatura)”, cuenta.

¿Pero cómo un sicario y delincuente se convierte en un pastor que intenta motivar a la gente?

Él responde que el primer paso fue pedir perdón a Dios. Pero antes de eso tocó fondo, como se suele decir.

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Julio López salió del infierno de la delincuencia y los asesinatos al paraíso de la fe en Dios.Freddy Rodríguez / EXTRA

La noche del 24 de noviembre de 1997 fue misteriosa y determinante en su vida. Ese fue el punto en que no pudo más. Consumía drogas, seguía delinquiendo y habitaba en una vieja choza, aquejado por tener los pulmones desechos y un diagnóstico médico de poco tiempo de vida.

“Salí corriendo a la calle. Estaba oscuro, pero yo seguía sin saber a dónde ir. Clamé al Señor que me sane. De pronto sentí un calor intenso por todo el cuerpo y caí de rodillas. Unas personas me hablaban alrededor y decían que iba a ser salvo”, recuerda.

Desde entonces predica. Y con otras personas da desayuno a un grupo de chicos. También visita cárceles para dar ánimo a los presos. Incluso estuvo en la ‘Peni’, en Guayaquil.

Cuando da sus charlas, a López no le cuesta narrar lo que fue en el pasado. Pero en entrevistas es otra cosa, admite. El llanto y la culpa lo invaden. Debe respirar hondo para seguir hablando.

El pastor estuvo de visita en la urbe porteña. Vino con el mismo objetivo de los 12 viajes pasados a Ecuador: dar conferencias sobre la sanidad del alma.

Luce formal para la ocasión: pantalón de tela, camisa y zapatos de suela. “Antes yo era enemigo del hombre y de la sociedad”, dice, luego de saludar a su audiencia, en una iglesia evangélica en el Guasmo.

TORMENTOS AL DORMIR

Durante las cinco veces que pasó en la cárcel, conciliar el sueño se volvió imposible. Las noches en las celdas fueron un tormento mental. El remordimiento hizo lo suyo.

“En los sueños se me aparecían las cosas que yo hacía. Mataba, acuchillaba y todo eso lo revivía. No podía descansar”, lamenta.

Esas pesadillas quedaron atrás. Su estilo de vida cambió radicalmente. Parte de su labor ahora está enfocada en los niños de escasos recursos, pues dice haber sentido las mismas necesidades que ellos.

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Reflexiona que para evitarles un futuro desolador, los padres son fundamentales. “Deben sentarse a dialogar con ellos. A mí me faltó esa guía, alguien que me diga el límite”, acepta, al resumir el origen de sus años en el crimen.

AYUDA A NIÑOS

Antes de la pandemia de la COVID-19, Julio se organizaba con otras personas para recaudar recursos y entregar uniformes escolares a niños y jóvenes. Esa actividad quedó aplazada por el confinamiento que provocó el virus. Sin embargo pudo mantener la entrega de desayunos a niños de su país.

Dice que, como sabe lo que es vivir en la calle desde temprana edad, recalca a los adultos que no los humillen cuando pidan dinero.