Hace dos semanas, David llevó a su hijo al Hospital San Francisco, en Carcelén, norte de Quito. Se topó con una lista de compras: debía conseguir los medicamentos por su cuenta, incluso las jeringas.

“Uno paga para que le atiendan y está todo mal. No hay turnos, hay que esperar más de seis meses, no hay nada”, comentó con frustración.

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La molestia no es solo por la atención, sino por la desconexión entre los discursos políticos y las necesidades reales. “A uno le descuentan cada mes en el trabajo y ni un turno puede sacar. Y mientras tanto, en la Asamblea discuten cosas que no nos ayudan en nada”.

Meses de espera por un turno

Lucía es una mujer jubilada, y después de toda una vida de aportes esperaba un sistema que respondiera. “Pésimo, pésimo. No saben cómo han perjudicado a la gente que acudimos, que somos afiliados y jubilados”, manifestó. “Ahora no hay medicinas. Y si es un examen o una receta especial, hay que esperar meses, hasta un año”.

Una red de corrupción hospitalaria bajo la lupa

Las quejas de usuarios como David y Lucía coinciden con el escándalo más reciente dentro del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS). Xavier Jordán, procesado en el caso Metástasis, difundió un video en su cuenta de X, donde asegura contar con documentos que demostrarían el manejo irregular de más de 500 contratos hospitalarios entre 2020 y 2024.

Según Jordán, una red de corrupción operó dentro del sistema hospitalario del IESS, causando un perjuicio estimado en 1.600 millones de dólares al Estado.

Entre los contratos denunciados se encuentran al menos 12 del Hospital General de Manta, adjudicados a nombres vinculados con negocios ajenos a la salud.

Jordán también ha señalado como parte de esta red al actual asambleísta de ADN y presidente de la Comisión de Fiscalización, Ferdinan Álvarez.

Es por eso que el reclamo de Lucía apunta a la impunidad. “Algún rato ojalá se les pueda atrapar y que devuelvan. Lo dudo, pero hay que intentar”, expresó con voz cansada.

Para quienes asisten a los hospitales públicos, las cifras del perjuicio se traducen en filas, recetas incompletas y frustración. “Aquí faltan luces, los baños están en mal estado. Y mientras tanto, se pierden recursos y nadie da explicaciones”, dijo David.

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