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Familia se reencuentra luego de sesenta años

El familiar reconoció su nombre cuando vio la noticia en EXTRA, el pasado 30 de junio, y viajó a Quito desde Sucumbíos.

Martha Angulo se arrodilló frente a su tío Segundo Trujillo y dio gracias a Dios por hallarlo.

Martha Angulo se arrodilló frente a su tío Segundo Trujillo y dio gracias a Dios por hallarlo.Hamilton López / EXTRA

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Martha Florentina Angulo cayó de rodillas a los pies de su tío Segundo Trujillo, como si hubiese visto una deidad. Su alegría se confundía con el llanto, mientras el hombre, de 80 años, le pedía que se levantara.

La satisfacción de haber encontrado, al fin, a un pariente después de sesenta años de incesante búsqueda, convertía a Martha en una ‘chiquilla’ emocionada.

“Doy gracias a Dios por este milagro. Ahora sé que no estoy sola, que tengo una familia”, replicaba la señora, sentada en el suelo de la casa de la hija de Trujillo.

En su niñez, Martha fue entregada a una familia. Llegó a los cinco años a Quito y desde entonces no ha sabido de sus allegados, de su madre o su padre.

Ahora, el único contacto con sus raíces es aquel hombre de lentes gruesos y manos arrugadas, quien la sostenía de los brazos durante el emotivo reencuentro. Él parecía un sacerdote levantando a uno de sus fieles, mientras le decía que parara de llorar. “Yo soy el hermano de su padre Rosendo Trujillo. Él murió hace tres años de cáncer en los pulmones”, le confesó Segundo.

Él alzaba la voz para conversar, un efecto causado por su sordera. Recurrió a su prodigiosa memoria para contar que, cuando Martha Florentina era apenas una niña, él y don Rosendo fueron a la casa donde vivía, en San Miguel de Guamalán, provincia de Bolívar.

En ese entonces, Angulo estuvo bajo la tutela de una tía llamada Vitelia. “Supimos que la tenían arando el campo, cuando usted era de tres años. El esposo de la señora tenía un carácter terrible y nos dijeron que Marthita había muerto”, comentó.

Supuestamente, la pequeña fue aplastada por unos azadones, pero jamás les mostraron su cuerpo. Con esa noticia a cuestas, ambos partieron de esa casa y no averiguaron nada más de la niña.

Ella solo escuchaba atenta. Con cautela, interrumpió la narración de Trujillo para preguntarle por su madre Marieta. La señora guardaba en su corazón el presentimiento de que estuviera viva, pero esas esperanzas se derrumbaron cuando su tío le explicó que había muerto.

Su deceso ocurrió en la infancia de la mujer. A pesar de que conocieron esa calamidad, nunca supieron las causas del fallecimiento. Tampoco conocen dónde está enterrada.

Luego, un breve silencio se interpuso entre ambos. Florentina aceptó con cierta resignación esa verdad que durante años quiso conocer. Después, vinieron las revelaciones que Trujillo le hizo sobre su progenitor.

El papá de Martha tuvo otros hijos, quienes viven en Santo Domingo y otras partes del país. Siempre llevó el recuerdo de su hijita, explicó Segundo. El cadáver de su ‘ñaño’ fue sepultado en la capital tsáchila, a donde tienen previsto viajar.

El hallazgo de su sobrina

Segundo admitió que es un fiel lector de Diario EXTRA. “Lo compro todos los días. Me encantan las noticias y mantengo mi mente saludable con la sopa de letras”, admitió.

Para conversar con él, también hay que elevar el tono para que pueda escuchar las preguntas. Trujillo vive en Lumbaqui, parroquia de Sucumbíos, a ocho horas de viaje desde Quito. Se asentó allí desde 1979, tras su salida de la Policía. Ahora se dedica a la agricultura en su pequeña propiedad, que la comparte con uno de sus hijos.

El pasado 30 de junio hizo una pausa a sus actividades para comprar un periódico. Lo ojeó brevemente y se detuvo en una noticia titulada ‘Un rompecabezas roto por reparar’. Se concentró en las imágenes en blanco y negro de la información, luego leyó la historia e identificó los nombres de las protagonistas.

Inmediatamente los asoció con aquella niña que fueron a buscar con su hermano Rosendo. Vio el número telefónico y se contactó rápidamente para confirmar si esas personas eran sus parientes.

En Quito, en cambio, la espera continuaba. Ese día, Lourdes Angulo, hija de Martha Florentina, preparaba el almuerzo para uno de sus vástagos, antes de irse a trabajar.

De repente, su celular sonó y una voz le preguntó si ella era allegada de “la Marthita”. La respuesta fue afirmativa, por lo que aquel hombre le aseguró que era tío de su progenitora. “Me emocioné tanto, que no pude contener las lágrimas”, confesó Lourdes.

Luego reflexionó y creyó que se trataría de una broma. La duda se hizo más grande cuando intentó contactarse otra vez los siguientes dos días. Sin embargo, nadie respondía al llamado que hacía insistentemente.

De todos modos, le avisó a Martha sobre la posibilidad de que un pariente la hubiera reconocido en la publicación. “Tenía miedo de que le pasara algo a mi mami, porque ella sufre de la presión. Por eso, en un principio no le dije nada”, comentó.

Florentina, por su parte, ignoraba el primer contacto que su ser querido tuvo con un posible conocido. “Yo estaba en mi casa. Mi hija me llamó en la noche y al siguiente día (1 de julio) fui a donde ella para conversar”, describió.

Juntas se sentaron. Lourdes le explicó que había alguien que probablemente sabía de su historia desde niña. La mañana del lunes, nuevamente el extraño señor llamó para pautar una cita.

Él no daba mayores detalles y cuando terminaba de conversar, colgaba el teléfono. “Nos dijo que podríamos vernos en La Mena Dos (sur de Quito)”, comentaron ambas mujeres. El contacto se cortó y las dudas surgieron.

Martha Angulo desataba el llanto en su domicilio, implorando al Todopoderoso que esa realidad no fuera otra decepción. Culminado ese episodio de tristeza, decidió que quería conocer a Trujillo, en compañía de Lourdes.

Las dos se dirigieron hasta La Mena. Un vehículo blanco las llevó cerca de una farmacia, donde sería el punto de encuentro. Lourdes llamó al número que Segundo tenía y contestó una mujer para darles las indicaciones del sitio por dónde debían transitar.

Martha Florentina mantenía la calma durante el corto trayecto que recorrió con su hijita, quien la ha acompañado en busca de los suyos.

Posaba sus manos en las rodillas e iba con cierto escepticismo. No mostraba su alegría, porque primero debía comprobar si la noticia sería real.

Cuando vieron a Trujillo, saludaron con la mano y entraron a la vivienda de Carmen Quinchuela, hija del protagonista del reencuentro, para empezar la conversación.

Angulo admitió que no tenía palabras para describir ese momento. Fue entonces cuando el diálogo inició y la madre de familia se derrumbó aliviada, al enterarse sobre su pasado.

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