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Eliana Barreto sujeta el libro al pie de su cama. Se llama ‘Las mujeres aman demasiado’.Archivo, Hamilton López / EXTRA

¡Sobrevivieron para contarlo!

Dos víctimas, Eliana Barreto y Graciela Crespo, de Quito y Guayaquil, hablaron con EXTRA de la dura experiencia que vivieron en carne propia por su exparejas.

La mujer de 32 años, Eliana Barreto, tiene sobre el velador adjunto a su cama, una lámpara, unas cremas para la piel, un par de gafas oscuras y el libro Las mujeres aman demasiado, uno de los más leídos de la terapeuta estadounidense Robin Norwood.

Con las cremas cura las heridas de su ojo izquierdo; con las gafas oscuras cubre unos hematomas aún visibles que tiene; y con la lámpara ilumina en la oscuridad las páginas del libro cuya primera descripción es en la web: “Cuando estar enamorada significa sufrir”.

“¡Está buenísimo!”, comenta desde su nuevo y alejado departamento, en Quito.

Dos meses después de haber sido golpeada brutalmente por su expareja, abre las puertas de su casa a EXTRA para contar su historia en el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, que se conmemora cada 25 de noviembre.

Desde Guayaquil, lo mismo hace Graciela Crespo. La joven costeña fue quemada por su expareja con ácido cuando iba a trabajar.

Aún después de ocho meses de haber sufrido la agresión, en El Fortín, norte del Puerto Principal, su rostro todavía guarda las marcas de aquel recuerdo que no la deja hablar con soltura. Se pone nerviosa.

Estos dos casos, los de Eliana y Graciela, han conmocionado a la sociedad ecuatoriana. Por la crueldad, por el nivel de violencia. Y porque sobrevivieron para contarlo.

Mayra Tirira, abogada y vocera de la plataforma #VivasNosQueremos, explica que casos como estos ocurren debido a la falta de políticas públicas de prevención contra la violencia de las mujeres en el país.

El hombre que agredió a Eliana, que golpeó su cabeza contra un inodoro el 5 de septiembre, es Raúl Escobar. Estuvo dos meses en prisión. Hasta el 6 de noviembre. Hoy está suelto. La joven comunicadora social tiene miedo. Por ello no quiere que nadie sepa su nueva dirección.

No contesta su celular, alguien lo hace en su lugar. Cuando camina por la calle, mira a los lados como si alguien la siguiera. No sale sola. Y no duerme, porque en sus pesadillas aparece él.

“Lo conozco y sé que me va a hacer daño”, sentencia la joven madre de una niña de 8 años que seca las lágrimas que brotan de su ojo aún morado.

Con Graciela, la situación es muy parecida. Su expareja, Luis Benítez, ha sido condenado y permanece en la cárcel. Le resulta difícil hablar de ese 10 de abril cuando, caminando por la calle, le echó ácido en el cuerpo.

Dice la joven madre de tres hijos que un mes y un día pasó en cama. Con la cara, oreja, ojo izquierdo, cuello y espalda quemados. Dice también que el oído le duele. A veces.

— Si lo viera nuevamente a su exmarido, ¿qué le diría?, le preguntamos.

—“Que lo perdono. Porque uno no debe guardar rencor”, responde.

Eliana y Graciela van al psicólogo. Para la primera, las heridas, no las físicas, sino las del alma, aún están abiertas. Para la segunda, el tiempo las ha ido cicatrizando. No se conocen. Pero sí comparten una historia como la de muchas en el país.

En Ecuador, según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC), un 60,6% de mujeres ha vivido algún tipo de violencia de género.

Y Tirira asegura que “hemos evidenciado que las cifras siguen en aumento”. Asegura que aún falta concientizar a la sociedad para borrar los patrones socioculturales que nos siguen atando a prácticas machistas. Fue este uno de los argumentos por los que se llevó a cabo la marcha de ayer en Quito. Los ejes principales: posicionar la problemática del femicidio y la violencia sexual.

Eliana reconoce que en los casi seis años de relación con su expareja normalizó los actos violentos. Se aisló de su familia. Y aunque en una ocasión dijo: “No más”, continuó hasta casi convertirse en una cifra de femicidio, siendo este el iceberg de la violencia contra la mujer, detalla la abogada Tirira.

“Es importante destacar que producto de campañas como ‘Yo vivo sin violencia’ , los índices de femicidio en lo que va del 2018 han disminuido evidentemente en comparación al 2017: de 89 a 51 eventos”, se lee en un informe de la Policía Nacional.

Lo que intentan ahora es poner fin a la “cultura del silencio”. Y en eso Eliana está de acuerdo. “Hay que dejar la culpa, los únicos culpables son los agresores... La mejor manera de salir de este círculo violencia es buscando ayuda”, concluye.

Las niñas

¡Más del 67 %, víctimas desde la infancia!

“Yo tengo un hermano, él sale y no le exigen nada. Yo hago todo, cocino. Él come, no hace nada, mi mamá lo consiente... Yo quisiera que mi mamá fuera igual con todos, que no por ser mujer yo tengo que ser una esclava... Exijo que se haga justicia” (sic). Es el extracto de una carta de una niña de Los Ríos. Se llama Camila. Y ya denuncia violencia por parte de su familia.

Esta misiva es una de las 2.000, de 16 ciudades del país, que llegaron a Plan Internacional Ecuador, una organización encabezada por Rossana Viteri y que ha realizado varias investigaciones sobre la situación de las niñas.

En este día, esta organización hace un llamado a todas las instituciones y a la sociedad, en general, para que se comprometan a valorar a las niñas y a decir ‘NO’ a la violencia que, según Plan Internacional, comienza desde que son pequeñas, ya que, como muestran los datos, el 67,9% de las niñas entre 10 y 15 años ya han sido víctimas, según el Observatorio de la Niñez.

Y la situación suele perpetuarse durante su edad adulta.

“Trabajamos desde la infancia... en cómo generan en la familia herramientas para que niños y niñas crezcan en un ambiente seguro”, añade Viteri. Ella detalla que la violencia se ha hecho más visible porque hay más mecanismos para denunciar. Y en esto ha jugado un papel importante la Convención de los Derechos de la Niñez. Dice que la violencia se convierte en público.

“Aunque hemos avanzado sustantivamente en cuanto al acceso de las niñas y adolescentes a la educación, de las mujeres al trabajo, no ha cambiado completamente cómo vemos a una mujer, cómo valoramos a una niña”, finaliza Viteri.

El detalle

¿Y por qué se conmemora este día?

En 1960, las hermanas Minerva, Patria y María Teresa Mirabal, de República Dominicana, fueron presas de una emboscada por agentes del Servicio de Inteligencia Militar en el dictadura de Rafael Leonidas Trujillo.

Minerva y su esposo Manolo Tavárez, hoy considerados héroes nacionales, habían fundado el Movimiento Revolucionario 14 de Junio, que buscaba derrocar al dictador.

Militante firme y antitrujillista, Minerva fue apresada varias veces. Hasta el 25 de noviembre, cuando ella y sus hermanas fueron capturadas en las afueras del Puerto Plata. De allí, las condujeron a una casa campestre de la comunidad de La Cumbre.

Las golpearon con palos y otros objetos hasta matarlas por ser opositoras. Este asesinato dio origen a la fecha reivindicativa. Y desde 1981, Latinoamérica conmemora cada 25 de noviembre el Día de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer en honor a las hermanas Mirabal.