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Ámbar Cedeño contó que conquistó a un caballero adulto en la fiesta swinger.Franklin Jacome

A fiestas swinger en Quito asisten políticos y funcionarios: así son los encuentros

Ámbar Cedeño, una chica trans, habla sobre las fiestas swinger en Ecuador y cómo estos espacios le permiten disfrutar de su sexualidad sin prejuicios

A las 22:00, del sábado 16 de noviembre de 2024, en las calles de Sangolquí, a unos 17 kilómetros de Quito, la temperatura roza los 10 grados. Frío. Pero en una hacienda ubicada en las afueras de esta parroquia del cantón Rumiñahui, el calor corporal y la excitación obligaban a estar sin ropa. EXTRA estuvo en una fiesta swinger y fue testigo de cómo unas 20 personas de diferentes estratos sociales, primerizos y experimentados, disfrutaron de la experiencia del intercambio de parejas.

(Te invito a leer: Fluidos sexuales: Lo que nadie te dijo sobre su papel en la intimidad)

El sitio donde ocurrió la fiesta, alejado del bullicio y de las miradas curiosas, pero con las comodidades necesarias para que los asistentes pudieran vivir la experiencia, permitió a personas de diferentes orientaciones sexuales dar rienda suelta a la lujuria, ya sea con un desconocido, con su pareja, en grupo o como simples observadores.

La fiesta fue organizada por una pareja que conoce perfectamente el mundo swinger.

Aunque las seis habitaciones disponibles del lugar estaban adecuadas con lo necesario para que las personas experimentaran en el ‘cuerpeo’ (con sillas, camas, espejos, ventanales, preservativos y juguetes sexuales), apenas dos fueron utilizadas, pues ante la calentura, las más cercanas a la sala del domicilio fueron las preferidas de los asistentes.

Adentrémonos en el estilo de vida de esta comunidad donde el ‘no’, uno de sus mandamientos, se respeta, al igual que la práctica del sexo seguro. La idea es disfrutar del intercambio y del descubrimiento.

Las personas invitadas eran recibidas con cocteles.Franklin Jacome

Ámbar Cedeño y su experiencia en fiestas swinger

Globos rosados y azules, shots de Jägermeister, tequila y aguardiente, cócteles exóticos sobre la mesa de la entrada principal, música electrónica y seis habitaciones con doce camas esperaban a los invitados desde las 20:30 en la casa swinger.

Ámbar Cedeño, una chica trans, fue una de las primeras en llegar. No estaba cómoda, su atuendo contrastaba con la temática de la fiesta.

Lucía un vestido corto y un abrigo. Pero luego de saludar a los anfitriones y beber un ‘pepo’ de aguardiente, hizo una petición: “Quiero un cuarto para alistarme”.

Luego de unos 30 minutos, Ámbar salió de una habitación: tacones altos, hilo rojo y una diminuta blusa negra. Estaba lista para “ser conquistada o conquistar”, por eso se sentó en una silla a esperar que llegaran los demás invitados.

En ese instante, sin ningún tapujo, contrario a lo que sucede con la mayoría de participantes de eventos de intercambios de pareja, quienes prefieren mantener su identidad bajo reserva, Ámbar reveló a EXTRA que estaba impaciente porque quería conocer “hombres nuevos” y además satisfacer su fetiche: ver a parejas heterosexuales en el coito.

“Soy una persona insaciable en el sexo y busco tener nuevas experiencias. Y uno de los mejores lugares para encontrar personas que no tengan vergüenza de ser vistas con una chica trans es en estas fiestas. En la sociedad todavía es satanizado ver a un hombre con una trans, pero aquí podemos comportarnos como más nos guste”, explica.

Y mientras desde una silla observaba llegar uno a uno a los invitados, confesó que era la tercera fiesta swinger a la que asistía en Ecuador, y en todas pudo satisfacer sus deseos, porque en estos espacios las personas pueden dar rienda suelta a su apetito sexual sin ser vistas por algún conocido.

Una noche de placer y libertad sexual

“Yo soy morbosa y en estas fiestas encuentras a personas dispuestas a todo. Es muy raro ver a una chica trans en estas fiestas, pero yo he logrado disfrutar. He visto a hombres tener sexo con mujeres, hombres dispuestos a hacerme el amor y a otros que quieren ser sometidos. A estas fiestas vienen las personas a cumplir sus deseos”, contó.

A las 22:30 los invitados seguían llegando a la finca. Una pareja de novios primerizos (hombre y mujer), otra pareja de amigos (una mujer mayor y un joven), dos amigos adolescentes heterosexuales (que llegaron como singles o solteros) y otro caballero de unos 35 años. Este último fue el que llamó la atención de Ámbar.

Vestía terno, su tono de voz era alto y firme, su apariencia culta y su forma de expresarse correcta, lo que confundió a los presentes: no buscaba precisamente a una mujer. Después de un par de tequilas y conversar con algunas personas, abordó a Ámbar. No se despegó de ella hasta que terminó la fiesta, alrededor de las 04:00 del domingo 17 de noviembre.

La noche transcurría y la calentura, junto con los tragos, aumentaba. El estacionamiento de la quinta, en el patio trasero, estaba lleno de vehículos de alta gama y otros de segmentos medios.

En la ‘pachanga’, los invitados se fueron quitando la ropa mientras estaban bailando y haciendo penitencias.Franklin Jacome

Los invitados, algunos vinculados a la política, funcionarios estatales, del mundo empresarial y gente común, se mezclaban en juegos y conversaciones placenteras. Solo una cosa los unía: el sexo compartido y el intercambio con desconocidos.

Aprovechando que todos empezaron a bailar en la sala al ritmo de canciones de reguetón, mientras otros se divertían con juegos de cartas con penitencias (beber o quitarse prendas de vestir), Ámbar y su conquista también se levantaron de sus asientos y comenzaron a moverse. Él la ‘perreaba’, pero esa escena cambiaría más tarde.

Los nerviosos

Entre tanto, la pareja de novios primerizos en el mundo swinger, quienes pidieron que no se revelara su identidad, solo se dedicaba a observar y a conversar discretamente en sus oídos. Su nerviosismo los delataba: no dejaban de mirar a todos lados y frotarse las manos. Su ‘refugio’ fue un sofá para dos personas, del cual se levantaron cuando la anfitriona los invitó a bailar.

Él, sin llamar mucho la atención, le contó a EXTRA que recién habían cumplido un mes de novios, por lo que, para celebrar su aniversario, decidieron estrenarse en las fiestas swinger, aunque le costó convencer a su novia.

“Los dos somos nuevos en esto. Recién cumplimos un mes de novios y quisimos celebrarlo así. Antes de venir a la fiesta, estábamos más nerviosos porque no sabíamos qué nos tocaría hacer, pero los anfitriones nos dijeron que no estábamos obligados a hacer nada que no quisiéramos. Ese era nuestro miedo, por eso tuve que hablarle bonito a mi pareja para que aceptara”, admitió.

A las 00:00 más invitados ya disfrutaban de la fiesta. La desinhibición aumentaba, el miedo desaparecía y se dejaban abrazar por la lujuria. Una pareja de lesbianas, unos esposos (hombre y mujer) de la clase alta y otros solteros se habían unido a la farra. Tan encendido estaba el ambiente que ya intercambiaban besos, caricias y parejas para bailar.

Sentían el calor debido a la aglomeración durante el baile y por los tragos. Esto, unido a los juegos de cartas, hizo que las prendas de vestir empezaran a volar. Algunos se quedaron desnudos, otros en ropa interior y lencería. La barrera del pudor fue derribada por el deseo. Las puertas de las habitaciones se abrían como piernas...

La fiesta swinger: Un espacio de desinhibición y nuevas experiencias

La pareja de novios primerizos prefirió retirarse de la quinta. Sin embargo, los dos ‘panas’ jóvenes, quienes acudieron como singles en busca de mujeres, llegaron hasta la pareja de amigos (la mujer mayor y el chico) e invitaron a la ‘milf’ (mujer atractiva y adulta) a bailar. Al son del reguetón, la rodearon en un ‘sanduchito’ y perrearon.

Ellos estrenaron un cuarto a eso de la 01:00. Inesperadamente, dejaron de bailar y la ‘milf’ los agarró de las manos a los dos y se los llevó hasta la habitación, a la cual podía ingresar cualquier invitado para ver el acto. Y varios se animaron a ‘sapear’ el acto sexual, entre esos Ámbar, pero solo por unos minutos desde la puerta.

Dos ‘panas’ que acudieron como singles hicieron un trío con una mujer adulta.Franklin Jacome

Esto fue suficiente para que la chica trans cumpliera su deseo. Buscó a su conquista, el caballero de terno, y sin mucho esfuerzo se lo llevó a un cuarto.

Más atrás, un grupo de seis singles, dos chicas y cuatro chicos ingresaron a otra habitación para realizar una orgía.

Testimonios de los invitados: Historias de deseos cumplidos y nuevas conexiones

La sala se quedó prácticamente vacía. Una pareja de lesbianas, mientras esperaban que la fiesta se reanudara, decidieron contar por qué asisten a las fiestas swingers: ver a parejas heterosexuales tener sexo, porque no les gusta participar ni que las toquen.

Asimismo, los esposos ‘pelucones’ revelaron que se conocieron en una fiesta swinger y tienen reglas: “Mi esposa solo puede mirar, ella no puede participar ni tampoco nadie la puede tocar. Solo yo puedo mezclarme con los invitados. Ella solo se dedica a ver lo que yo puedo hacer con los invitados, ya sean hombres o mujeres”.

Luego de casi una hora, cuando eran aproximadamente las 03:00, empezaron a salir los invitados de los cuartos. Ámbar lo hizo contenta. “Solo lo complací a él, me pidió que lo penetre, pero mañana (domingo 17 de noviembre) nos vamos a encontrar en un sitio privado”.

Aseguró haber asistido a otras fiestas swinger en Panamá, República Dominicana, Chile y Perú, pero las considera aburridas en comparación con Quito, porque las personas no eran “calenturientas”.

“El único lugar donde he visto que se realizan buenas fiestas swinger es en Quito. El quiteño es muy caliente y le gusta experimentar, le gusta que lo sometan, pero le da vergüenza que lo vean con otro hombre o chica trans. Por eso asisten a las fiestas swingers, donde nadie los ve. Ni siquiera el costeño es tan abierto para ir a una fiesta como esta, pero el quiteño es muy caliente”.

El evento terminó a eso de las 04:00. Los invitados salieron vestidos de los cuartos, cubriendo su lencería o ropa interior. Otros se tomaron un par de tragos más. Pero todos disfrutaron hasta la última gota del intercambio de parejas y de una buena dosis de sexo en una cama, algo que en otro lugar no podrían hacer con soltura.

Y ahí quedaron las camas húmedas de placer, a la espera de otra fiesta swinger, pero también de nuevas experiencias de los integrantes de esta comunidad, donde se dan ‘todos contra todos’.

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