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La canchita de tierra ayuda a espantar vicios
En la cooperativa Nuevo Guayaquil, bloque 9, en Paraíso de la Flor, los padres dejan a sus hijos en manos de personas que los entrenan sin tener un sueldo.

Patricio Tomalá imparte la charla a los chicos junto al profesor Genaro Aranea.
Son las 15:00 y Patricio Tomalá ya está en el centro de la canchita de tierra del bloque 9 del sector Paraíso de la Flor (Cooperativa Nuevo Guayaquil).
Con un pito en su boca y un suéter blanco que lo cubre del sol, espera la llegada de sus alumnos que poco a poco van apareciendo con sus mochilas a la espalda. Otros ya llegan equipaditos y listos para el peloteo.
Media hora después suena su silbato y todos corren y se acercan a Tomalá, junto a las gradas del miniestadio que está empotrado en el centro de aquel barrio populoso, donde hacen estación los buses de la línea 49. El diminuto hombrecito, de hablar pausado, les da la bienvenida con la típica frase: “Buenas tardes, cómo están”. Los niños, niñas y jóvenes responden con un sonoro “bien profesor”.
De inmediato inicia la pequeña charla donde Tomalá les pide que obedezcan a sus padres, que hagan cosas buenas, que practiquen mucho deporte, porque eso les ayuda en la salud. También les repite que los vicios solo destruyen al ser humano. Así empieza el trabajo en este apartado sector de Guayaquil, donde las drogas, el alcohol y las pandillas se espantan a ‘patada limpia’, haciendo deporte y escuchando a los mayores.
SIN SUELDO
Aquí el profesor no gana sueldo fijo, su labor se basa en el voluntariado que aprendió hace aproximadamente diez años, cuando la Fundación Misión Alianza lo reclutó para que colabore en la implementación de un plan que estaba enfocado en mejorar la calidad de vida de los lugareños. Misión Alianza se fue del sitio y Tomalá se quedó con el ‘bichito’ de ayuda social.
“Pedimos colaboración de 50 centavos a los padres que puedan, pero la mayoría no paga porque son personas de escasos recursos. Lo que se recauda, sirve para comprar botellones de agua, cemento blanco para marcar la cancha y otros implementos que falten. Lo que sobra de ese dinero recaudado es lo que gano, aunque a veces tengo que invertirlo en los torneos barriales donde participan los alumnos, porque se debe pagar arbitraje y varios de ellos apenas llevan para el pasaje del bus”, refiere Tomalá, quien aclara que ayuda a la comunidad para evitar que los chicos se metan en vicios.
“Me acostumbré a la ayuda social. No me preocupo por sueldo, porque soy solo y tengo una hermana que me apoya con la comida, eso es suficiente para mí”, recalca el entrenador de los niños y jovencitos de este apartado sector guayaquileño, donde la droga, el alcohol y las pandillas, juegan al ‘pepo’, pero gracias a la canchita de tierra y la acción solidaria de Tomalá, los chicos ocupan su tiempo en cosas positivas. “Aquí hemos tenido chicos que andaban en malos pasos, pero con consejos, charlas y mucho deporte, logramos enderezarlos y hoy son personas adultas que trabajan. Eso nos anima a seguir trabajando con los más pequeños”, indica Patricio Tomalá.
SE VAN CANSADOS
Cuando el reloj marca las 17:30, suena el silbato tres veces. Esa es la señal de que todo ha concluido. Tomalá y Aranea invitan a los niños a tomar un vaso de agua, les dan una minicharla, en donde les recuerdan que todo salió como estaba planificado y que retornen al día siguiente. “Van cansados directo a casa, no tendrán tiempo para quedarse en las esquinas”, comentó Tomalá.
Agrega que hace aproximadamente diez años, la Fundación Misión Alianza construyó la cancha para que la comunidad cuide de ella y todos hagan deporte. “Ellos dejaron encaminado el proyecto y se fueron. Ahora le toca a la comunidad mantener la actividad comunitaria y por eso estoy aquí, junto al profesor Genaro Aranea, entreteniendo con una pelota a los más vulnerables que son los jóvenes y niños”, sostiene Tomalá.
ILUSIONADOS
Mientras los padres se entusiasman al ver peloteando a sus hijos, los jovencitos se esfuerzan porque aspiran a aprender y convertirse en futbolistas de primer nivel. Son alrededor de cien muchachitos que oscilan entre 7 y 18 años.
“Los dividimos por categorías para hacerlos jugar en torneos barriales. Algunos de ellos tienen condiciones, pero es difícil llevarlos a probar a equipos profesionales, porque no tenemos contactos y ellos no tienen recursos económicos para el traslado diario”, señala Tomalá, quien cuenta con el apoyo de su amigo Genaro Aranea, profesor del colegio Enrique Ibáñez Mora que todas las tardes pone en práctica sus conocimientos de educación física.
“Apoyo a los chicos porque también me gusta la labor comunitaria y sobre todas las cosas, la intención es que los niños y jóvenes no se desvíen a los vicios, queremos que sean personas de bien y si con nuestro aporte se logra eso, bienvenido sea”, confiesa el docente, que por las tardes también se ‘entierra’ en la canchita del bloque 9, cooperativa Nueva Guayaquil, donde las calles son rústicas y muchas de las casas están construidas con caña y madera.
Aranea indica que falta implementación para los chicos, pero que se manejan con lo poco que tienen. “Hacen falta balones, debemos jugar con aquellos que nos regalan los padres o algún amigo”, relata el entrenador, quien además confiesa que en invierno se les complica el trabajo, porque un riachuelo que cruza por la zona, les inunda la cancha y el lodo no los deja entrenar como ellos quisieran.
Jorge Laínez
Quiere ser un buen futbolista
Jorge Laínez es un chico con buenas condiciones técnicas. Juega de volante de marca o defensa central. Tiene 15 años, pero hace 5 llegó a la canchita de tierra para entrenar con Tomalá y Aranea. “Los primeros días mi mamá Juana Ávila me traía, ahora vengo solo y mi ilusión es llegar a un equipo profesional, ojalá algún dirigente nos visite y vea que acá en Flor de Bastión hay buenos jugadores”, contó a EXTRA el jovencito, mientras descansaba al borde de la cancha.
“Este trabajo que realizan los profesores es bueno, porque nos mantiene en actividad y nos aleja de algún vicio”, confesó a EXTRA el chico.
PILAS CON ESTO
Primer grupo
Los niños de 8 a 11 años trabajan martes, jueves y sábado a partir de las 15:00.
Los mayores
Los pibes que oscilan entre 12 y 18 años asisten a entrenamientos lunes, miércoles y viernes.
Campeonato
Todos los años arman un torneo con equipos de diversos sectores, para incentivarlos a seguir entrenando.
Disciplina
No se permite que los varones asistan al ‘peloteo’ con aretes en las orejas.