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Galápagos: Mil colchones pasarán a convertirse en material para cemento

Los colchones desechado en un basurero, al ambiente, tardarían cerca de un siglo en desaparecer, contaminando el ecosistema. Solo en la isla Santa Cruz se desechan cerca de 200 al año.

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Los colchones viejos son destruidos en un proceso técnico y bajo condiciones de seguridad, para su posterior reutilización.Cortesía

En Ecuador hay al menos 14 millones de colchones en uso. En la mayoría de los casos, aunque su vida útil es de siete años, las familias suelen cambiarlos cada 10, aunque en época de COVID era común verlos tirados en las calles, muchos de ellos nuevecitos, pero ni los chamberos ni los ‘hacheritos’ querían cogerlos por temor al contagio.

Y lo que al principio es el mueble ideal para conciliar el sueño, ya cuando son desechados (por viejos o por dañados) bien pueden convertirse en una pesadilla para el medioambiente. ¿Por qué? Porque un colchón tirado en la naturaleza puede tardar más de 100 años en degradarse, y aquellos que combinan materiales sintéticos son aún ‘peores’, pues esparcen en el ambiente sustancias procedentes de la petroquímica.

Christian Armas, administrador de un hotel en la isla Santa Cruz, en Galápagos, señala que para este sector el cambio de colchones es un tema que genera mucha preocupación. “En una casa se desecha un máximo de tres colchones. Nosotros, por el tipo de negocio, cambiamos estos productos en cantidades altas: 30 o más, de una sola vez”, explica.

Para el hotelero, estas acciones aportan al desarrollo de la comunidad y a la industria turística, que es su principal fuente de ingresos. En el caso de los hoteles, el cambio es recomendado máximo a los cinco años de uso.

De allí que sea un plan a aplaudir la acción realizada en días pasados en las islas Galápagos, de donde sacaron 1.000 colchones que fueron llevados al continente para su destrucción técnica y posterior reutilización en la industria del cemento y del alambre. Estos se encontraban en el Parque Ambiental Fabricio Valverde, de la isla Santa Cruz, en Galápagos.

Se estima que por cada tonelada de colchones reciclados es posible dejar de emitir, aproximadamente 1,5 toneladas de gas carbónico y evitar la contaminación de los subsuelos, debido a que la mayoría de sus componentes terminan convirtiéndose en microplásticos, que afectan la calidad del entorno de las islas.

No existe una manera de medir con exactitud los colchones desechados cada cierto tiempo, “lo que sí sabemos es que en Ecuador se fabrican más de un millón de nuevos colchones al año, y estos en algún momento tendrán que ser desechados”, reflexiona Raúl Estévez, gerente nacional de ventas e innovación de Chaide, consultado sobre el tema.

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Antes de ser destruidos, de los colchones se separan las piezas de alambre, que pasan a otro proceso.Cortesía

“En nuestro local se da un tratamiento especial a los colchones, pero sí los cambiamos cada 3 o 4 años, en promedio. Es cierto que contaminan, pero si no existe un plan ambiental municipal o de Gobierno para saber qué hacemos con ellos, qué más queda que regalarlos o tirarlos a la basura”, sostiene Jorge Suárez, administrador de un hotel tres estrellas en el Puerto Principal.

Y es que eventualmente, todos estos productos deberían ser dispuestos de manera adecuada, “pero lo que sucede es que terminan en rellenos sanitarios, donde permanecerán por décadas antes de ser degradados”, agrega el representante de Chaide, al tiempo que destaca que junto a otras empresas privadas, como Ideal Alambrec y Holcim, llevan adelante una iniciativa de reciclaje y coprocesamiento. En el caso de la espuma y la tela, estas se incineran de forma técnica, y posteriormente los residuos o cenizas se utilizan para producir cemento. En cuanto a los alambres, estos se separan antes de la quema de la espuma y vuelven a la industria para su reutilización.

"Hay que evitar esa basura tóxica"

El ingeniero Xavier Salgado, presidente de Medio Ambiente Sustentable, organización ecológica y ambientalista de Guayaquil, lamenta que no exista una política pública que, por ejemplo, “genere incentivos de retiro de materiales que se desechan sin ningún control y que terminan convirtiéndose en contaminantes del medio. En el caso de los colchones, por ejemplo, se podría crear una estrategia de incentivos para la recolección de desechos y su posterior destrucción de manera técnica”.

Salgado advierte que “no se puede permitir que haya hacinamiento de basura tóxica”, como ocurre con los neumáticos y los colchones, y recuerda la triste imagen que observó en la época de la pandemia de COVID. “En el estero encontrábamos colchones, sofás, camas, inodoros, como un botadero de basura contaminando el medio ambiente... Nosotros mismos nos estamos matando”, sentencia.

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