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Granizados con fruta natural: el negocio con sabor de Raquel en Guayaquil
La mujer emprendió en el negocio hace, aproximadamente, un año. Tiene su carreta y máquinas para realizar los granizados.
Para Raquel Alvarado, el trabajo es a punta de hielo y sabor. La comerciante, quien se ubica en la 29 y la M, en el suroeste de Guayaquil, endulza los paladares de los niños y adultos del sector. Desde hace un año y dos meses, Raquel instala una carreta y una máquina para rayar hielo. Tomó la decisión de hacerlo luego de perder su fuente de ingresos, también en el comercio informal.
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“Yo solía venir a comprar a esta tienda y me di cuenta de que era un buen lugar para hacer negocio. Había perdido el trabajo y necesitaba, de alguna manera, hacer dinero. Me armé de valor para pedirle permiso al dueño del negocio y la persona me dijo que no había problema, que esto es la vía pública”, cuenta.
Sin embargo, para diferenciar sus productos de los otros granizados, ella prefirió crear sus fórmulas con jarabes de frutas, de sabores como mora, fresa, piña, tamarindo, maracuyá y uva. “Todos ellos son hechos con la pulpa de la fruta”, asegura.
La elaboración del producto
La mujer, quien atiende su negocio desde el mediodía hasta las 18:00, de lunes a domingo, afirma que el arte de hacer granizados lo aprendió de su familia que reside en la provincia de Los Ríos. “Ellos me impulsaron a empezar en esto. Busqué la máquina y la carreta. Pueden ver que todo está limpio y es nuevo”, añade.

Para armar cada granizado llena una parte de los vasos herméticos con hielo. Luego lo cubre con uno de los sabores elegidos y añade más hielo. Al final, completa con tres jarabes y mucha leche condensada.
“Todos se sorprenden de la cantidad del dulce (risas), pero nadie se queja tampoco”, cuenta mientras arma uno de los granizados, lo que le tomó apenas un par de minutos. Sus clientes más fieles, según Raquel, son los estudiantes de los colegios cercanos al sitio donde asienta su negocio. Incluso, algunos de ellos llegan a fiarle los granizados.
“Les fío y algunos sí regresan a pagar. Otros, en cambio, se me dan la vuelta por otras cuadras y evitan caminar por aquí. Entonces ya no les fío más”, admite entre risas.
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