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Buses urbanos de Guayaquil bajo amenaza: 80% de las rutas serían extorsionadas
Dirigente advierte que los delincuentes cobran entre 1 y 3 dólares diarios por bus. La inseguridad ya dejó tres muertos en la línea 85
Salir a manejar un bus en Guayaquil se ha convertido en una ‘ruleta rusa’ para Axel (nombre protegido), un conductor de la línea 54 a quien han asaltado tres veces en su ruta por la vía Perimetral, mientras el miedo de terminar como sus colegas asesinados este 19 de agosto lo acompaña en cada vuelta.
(Lea también: La oscura razón detrás del atentado a estación de buses en Guayaquil: tres fallecidos)
Aquel martes 19 por la mañana, un ataque armado en un bus de la línea 85, en Bastión Popular, dejó muertos al conductor Jhon Trejo y al cobrador Segundo Murillo. Las primeras investigaciones apuntan a que el tiroteo estaría relacionado con el cobro de extorsiones de la banda Los Águilas.
Y aunque Axel asegura que ni él ni sus compañeros han sido víctimas de ‘vacunas’ en su cooperativa, el riesgo de sufrir robos o ataques está siempre presente.
La ruta que recorre lo obliga a pasar por distritos como Nueva Prosperina, considerado el más violento del país. Ahí, a la altura del Registro Civil Norte, existe un punto conocido como ‘el túnel’, un puente donde los asaltos son casi inevitables. “Ese es el sector más ‘piteado’”, dice Axel a EXTRA.
El miedo se alimenta también de las historias que circulan en los chats de WhatsApp entre conductores. Hace pocos días, uno de sus colegas compartió un video estremecedor: un bus vacío, en el que se veían manchas de sangre en el piso y en un asiento.
La voz quebrada del chofer narraba lo ocurrido: “A ver, compañeros, miren, anoche en la última vuelta me asaltaron el carro de nuevo. A un pasajero lo apuñalaron. Miren la sangre. No sé qué pasa, hay que hacer algo porque esto está mal ya. Todos los días, si no es al chofer, es al pasajero. Señor jefe del grupo, denuncie, ya no podemos salir a trabajar, salimos con incertidumbre”.
Extorsiones e inseguridad resta ganancias a conductores
Axel asegura que la única estrategia para protegerse es la desconfianza: “Tenemos que parar antes del paradero y ver quién está ahí. Si lo vemos sospechoso, cerramos la puerta y seguimos. Aunque perdamos dos o tres pasajeros, prefiero eso a arriesgarme”.

El resultado ha sido inevitable: menos ingresos. Si antes él podía reunir hasta 250 dólares al día, hoy la cifra bordea los 190 o 200. “La gente ha visto tanta delincuencia que prefiere gastar más en taxi y no coger bus”, lamenta. Y para compensar, deben trabajar más días y más horas.
A la falta de billete se suma la ausencia de protección. “No hay ni patrulleros vigilando. Si se suben a robar, solo podemos dejarnos robar y se acabó. No podemos arriesgarnos por un teléfono o por una moneda”.
De acuerdo con el informante, el martes del ataque a los conductores de la 85, otro colega de la línea 54 fue brutalmente golpeado. La razón: no dejó a un pasajero donde quería.
Axel relata que su colega primero recibió un puñetazo, el cual también respondió y pudo neutralizar a aquel pasajero ‘malcriado’. Luego, en su siguiente vuelta, lo interceptaron con tres hombres más y lo golpearon hasta dejarlo al borde de la muerte. “Uno no puede ‘bravear’ a nadie. Solo nos queda callar”, confiesa.
Ladrones se camuflan entre pasajeros
Según el hombre, la estrategia de los delincuentes es simple: se camuflan entre los pasajeros. “A veces, hasta bien vestidos se suben, pagan su pasaje y esperan el momento”, revela Axel. Hace dos semanas, tres hombres sospechosos abordaron su bus en la ‘entrada de la 8’. Uno adelante, otro en el medio y otro atrás. Axel, convencido de que lo iban a asaltar, improvisó: apagó el carro y anunció que estaba dañado. Devolvió más de 30 pasajes y perdió 10 ‘latas’.

“Mejor perder unos dólares que perder todo o que les roben a los pasajeros”, reflexiona. Su conclusión es clara: la única solución es la acción policial en los puntos críticos. “Ellos saben cuáles son los paraderos peligrosos. Si ponen agentes encubiertos, en flagrancia caerían muchos. Pero aquí no hay denuncias por miedo”.
En otras líneas, el miedo es todavía más evidente. En la estación de la 55, en Martha de Roldós, los conductores rechazan entrevistas con un simple movimiento de cabeza. “Es imposible hablar, porque las ‘vacunas’ no van a parar”, alcanza a murmurar uno de ellos.
Otro ciudadano, cobrador de la línea 10, quien descansaba en su estación en la cooperativa Juan Montalvo, dice entre suspiros: “Por el momento no hemos sido víctimas de las extorsiones, pero en el centro está más ‘candela’. Uno anda con miedo hasta como pasajero. Los carameleros a veces son ladrones y andan armados”.
Su única medida es mantener las puertas cerradas y encomendarse a la suerte. “Andamos con miedo, y que sea lo que Dios quiera, porque protección no hay de nadie”, admite.
Este Diario solicitó a la Fiscalía, a través del Portal Nacional de Transparencia, información sobre el número de denuncias que han presentado los transportistas urbanos de Guayaquil durante 2025, así como los tipos de delitos más comunes y, en específico, los casos de extorsión reportados por choferes de buses.
La entidad respondió que en la actualidad el Sistema Integrado de Actuaciones Fiscales no dispone de una variable que permita identificar de manera automática si una denuncia está relacionada con transportistas de buses urbanos. Es decir, actualmente no hay forma de saber oficialmente cuántos choferes han denunciado robos o extorsiones.
EXTRA contactó al departamento de Comunicación de la Zona 8 de la Policía Nacional para obtener información sobre crímenes en buses, pero hasta el cierre de esta edición no hubo respuesta.
“Es difícil mantener un servicio de buses así”

Christian Sarmiento, presidente de la Federación de Transportadores Urbanos del Guayas (Fetug), habla con un tono que mezcla indignación y resignación. “Se da por todo. Los delincuentes se presentan y dicen que ese es territorio de ellos, y que hay que pagar para poder trabajar tranquilos”, señala.
Manifiesta que se ha incrementado el número de conductores golpeados y los robos. “Es difícil seguir manteniendo un servicio así”, insiste. Según sus cálculos, de las 114 rutas que circulan en Guayaquil, alrededor del 80 % ya están contaminadas por las extorsiones.
Las zonas más golpeadas son las del noroeste: Monte Sinaí, Ladrillera, Puente Lucía, Mucho Lote y Socio Vivienda. Allí, asegura, es común que los delincuentes se organicen por sectores y establezcan un “costo de protección” que varía entre 1 y 3 dólares diarios.
Sarmiento también denuncia que el miedo ha modificado la rutina de los transportistas. Unidades que antes arrancaban a las 04:30, ahora salen hasta una hora más tarde, cuando hay más movimiento en las calles. Incluso así, la sensación de vulnerabilidad no desaparece. “Todos trabajamos con miedo. ¿Quién puede trabajar bajo amenazas?”, cuestiona con crudeza.
El dirigente exige que el Estado implemente estrategias de inteligencia para desarticular las redes de extorsión desde la raíz, porque, según él, no basta con operativos aislados o patrullajes esporádicos.
“Esperamos que las leyes cambien. Tiene que hacerse una estructura total, que den garantías de protección a quienes se atrevan a dar información, porque la gente no confía. Es vox populi: hasta las entidades públicas están contaminadas por grupos delictivos”, lamenta.
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