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Elvira Villacís, abuela de Óscar, agradeció a Dios por la muerte del narcoterrorista.Evelyn Centeno, Henry Lapo, Gustavo Guamán y archivo / EXTRA

Lo que Guacho se llevó

Familiares de las víctimas piden dar seguimiento a las investigaciones. Algunos lamentaron su muerte porque, explicaron, debía esclarecer los hechos suscitados con los periodistas y Óscar y Katty.

La noche del viernes Iván Duque, presidente colombiano, anunció que Walter Arízala, alias Guacho, fue abatido en una operación militar en el Departamento de Nariño de ese país.

Guacho era el líder del grupo disidente de las FARC Oliver Sinisterra y se lo responsabilizó por el secuestro y muerte de Efraín Segarra, Javier Ortega y Paúl Rivas, trabajadores de El Comercio, y de Óscar Villacís y Katty Velasco.

Los familiares del equipo periodístico reaccionaron frente a la noticia. “Bajo ningún concepto es motivo de celebración”, sostuvo Ricardo Rivas, hermano de Paúl.

La esperanza era de hallar vivo al narcoguerrillero para esclarecer los hechos suscitados entre marzo y mayo, puesto que “con estas muertes no existe justicia”, según Rivas.

Los familiares afirmaron que nunca hubo un trabajo en conjunto entre los gobiernos de Ecuador y Colombia. “Es necesario que se investiguen las responsabilidades en todos los niveles”, comentó Yadira Aguagallo, novia de Paúl.

Ellos se enteraron de que Guacho había muerto horas antes de que Iván Duque lo anunciara, puesto que tienen contacto con la Fiscalía del vecino país.

En un informe emitido por la Secretaría de Comunicación, el Gobierno reconoció y agradeció las acciones de las fuerzas del orden colombiana para abatir a Guacho. Además, reiteró que una treintena de miembros del Frente Oliver Sinisterra está detenida en territorio ecuatoriano.

Con lágrimas, Yadira y Ricardo dijeron que diciembre ha sido especialmente triste, ya que es la primera Navidad en la que no se reunirán con sus parientes. “Valoren a sus familias, un día pueden ya no estar”, dijo Rivas.

“Gracias a Dios”

En Santo Domingo de los Tsáchilas, la reacción de Elvira Villacís no fue la misma. Cuando este Diario le dio la noticia sobre la muerte de Guacho, responsable del secuestro, en abril pasado, y asesinato de su nieto Óscar Villacís, la señora juntó sus manos y mirando al cielo gritó: “Gracias a Dios, gracias Jesucito... gracias porque le han matado a ese hombre maldito que tanto daño le hizo al Ecuador”. Celebró la muerte del narcoguerrillero como una bendición. Elevó varias plegarias y las justificó: “Ya no tenía vida con ese hombre”.

Ella no olvida lo cariñoso que era su Óscar. “Ya mismo es Navidad. Él ya me hubiera llevado a dar vueltas”, dijo.

A unos tres metros estaba Iván Villacís, padre de Óscar. Una de sus hermanas curaba su pie diabético. “No quería que lo mataran. Debían cogerlo vivo para que dijera por qué mató a los muchachos (Óscar y Katty Velasco) y a los periodistas... porque ellos no tenían culpa de nada”, dijo el progenitor.

Guardaba la esperanza de que si Guacho era capturado con vida le permitieran hablar con él. “Quería que me dijera qué pasó y por qué mató a inocentes”, sostuvo.

“A mi hijo tuvieron que tenerlo amarrado porque era tremendo para las peleas... pero injusto porque él no se había metido con nadie”, justificó.

La ausencia de Óscar causa mucho dolor en Iván, que lo extraña cada día más, aseguró. Le hace falta su cariño y cuidados, pues era quien estaba pendiente de que no le faltara comida ni medicina.

En Quito, Geovanna Velasco, hermana de Katty, no pudo alegrarse de la muerte del guerrillero. “Finalmente era un ser humano”, dijo.

Ella responsabilizó al Estado por la muerte de su hermana y su pareja, además de que su familia habría recibido ofrecimientos de una casa, un bono y apoyo psicológico, sobre todo para la hija de Katty. Pero que todo se ha quedado en palabras. “No me voy a cansar hasta saber toda la verdad”, comentó.

“Guacho no ha muerto

A pesar de la lluvia, el calor invadía a San Lorenzo, en Esmeraldas. Dentro de la casa de José Mina Ortiz se observaban las huellas de humedad debido a la filtración de agua que hay por el techo de zinc.

Mina, un hombre que tiene una altura de casi 1,80 metros, estaba a escasos 20 metros de distancia de donde explotó el coche bomba colocado por miembros del Frente Oliver Sinisterra, el pasado 27 de enero.

El miedo del residente no se ha disipado desde entonces. El temor sigue latente, sobre todo cuando le preguntamos si conoce algo acerca de la noticia que ha trascendido desde Colombia: Guacho fue abatido.

“No puedo afirmar ni negar nada, pero no creo que esté muerto. Si así lo fuera, eso no importa porque vendrá otro en su lugar”, sentenció Mina parado debajo del techado que deja entrever los débiles rayos de sol.

María Tiacú, otra moradora de la zona, dijo lo mismo que su vecino. Aunque para ella, si el fallecimiento de Arízala se confirmara al cien por ciento, habría mayor tranquilidad en el barrio. “Vivimos con miedo de que ocurra algo nuevamente”, comentó la habitante, quien perdió la totalidad de su vivienda con la detonación.

Pese a la tensión que se vive ahora, San Lorenzo no ha perdido la aparente tranquilidad que reinaba luego del cese del estado de excepción en agosto pasado.

Los carros circulaban sin contratiempos y la gente caminaba por las avenidas principales sin preocupaciones en sus rostros. Incluso la entrega de fundas navideñas para los niños del cantón, en el estadio Municipal se realizó con cerca de 2 mil personas en los graderíos. (DMA/MAG/EC)

Temen que ocurran nuevos atentados

Mayor resguardo en las UPC

Renán Miller, comandante de Policía del Distrito San Lorenzo, cumplió la orden de sus superiores de reforzar el cantón con más agentes. “Tenemos siete unidades de Policía Comunitaria y en cada una se aumentó un contingente de cinco compañeros”, detalló.

Lo hicieron porque también conocieron de la muerte del exguerrillero. Temían que tras el hecho llegaran nuevos atentados en el distrito, así como en Mataje. La única confirmación que las autoridades policiales tuvieron fue la que llegó desde Colombia con respecto a la muerte de Guacho.

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