Diego de Almagro, Sebastián de Benalcázar, Francisco de Orellana son algunos de los nombres que aparecen en el proceso fundacional del Puerto Principal. En la actualidad, hay otros actores, nuevos ‘fundadores’, quienes aportan a la urbe desde áreas claves como la salud, el deporte, el emprendimiento, la seguridad y la solidaridad.

Un presidente y jugador de un equipo de fútbol barrial, una adulta mayor, un médico, una madre soltera, un tecnólogo en promoción de salud, estos ciudadanos comunes día a día dedican su tiempo, sus recursos, pero sobre todo corazón, para ver y hacer que la Perla del Pacífico brille con mayor intensidad.

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Y así como Guayaquil tuvo varios asentamientos y movimientos hasta llegar a la urbe que hoy conocemos, este quinteto se ‘mueve’ por la comunidad, por el prójimo y tiene asentado en su interior el deseo de servir con amor y responsabilidad.

Todos afirman que no esperan del Gobierno nacional o el Municipio de Guayaquil para suplir las carencias de sus sectores. Son los ‘Avengers’ ciudadanos.

Para el galeno Julio Guato, la ‘receta’ ideal para solucionar los dilemas de los barrios es el humanismo, pensar en la gente y no en sí mismo. Este médico general, terapista respiratorio y neumólogo, ha sido el ‘fundador’ de la salud en el Guasmo Sur, sector al cual ha servido por más de tres décadas. 

En su consultorio ha atendido emergencias como comas diabéticos, pacientes con COVID, entre otras urgencias. El doctor consigue medicamentos y los regala a los ciudadanos; es más, hasta les gestiona ayuda en los hospitales. 

En la casa comunal del barrio, él organiza varias brigadas médicas, lleva a sus colegas (de distintas especialidades) para que revisen a los residentes y les den cursos de enfermería, primeros auxilios, entre otros.

Si hablamos de superación, Marielisa Baque es el mejor ejemplo. La líder de Bastión Popular, bloque 10 D, sabe lo que es tener hambre, pues viene de un hogar pobre; asimismo, a ella le tocó salir adelante con sus dos hijas pequeñas. 

La manabita no se quedó llorando por la situación, al contrario, eso la impulsó a querer que otras mujeres y familias surjan desde la preparación y amor propio. 

Así como Guayaquil es amado por quienes no nacieron en él, la oriunda de Jipijapa, por amor a la ‘pípol’, ayuda a las mujeres de su zona con talleres de cocina, decoración de fiestas, hasta les enseña trucos de gasfitería y albañilería; 10 chicas ya tienen sus emprendimientos. Marielisa está terminando su colegio y varias de sus ‘vecis’ seguirán sus pasos.

En plena pandemia, Antonio Ricaurte vio la necesidad de darle una mano a la gente con carencias económicas, por eso él formó el grupo social ‘Guayaquil sin pateo’, que en ese crítico momento sanitario repartió comida en diversos barrios porteños y lo sigue haciendo hasta ahora.

Para Ricaurte, no hay nada mejor que la ‘vitamina de olla’, por eso, por lo general, entrega frutas. Hace de todo para conseguir donaciones: amigos le apoyan o por las redes sociales aparecen los generosos. Dice que el Señor le provee de fuerzas y contribuciones. 

Su eslogan es ‘Desde el corazón del pueblo’. Y seguirán sirviendo desde la honestidad, sin aprovecharse de lo que les llega; ellos rechazan el ‘pateo’ a la ciudadanía. 

Hace 35 años, Carlos Macías nació en Fertisa y como siempre le ha gustado el fútbol, en 2008 decidió, con otras 12 personas de su zona, crear el Club Sport Juventus (sénior), equipo del cual es su presidente y jugador. 

Como el treintañero le tiene fe al deporte y cree que este aparta a la gente de las adicciones (drogas, estar muy conectados con el celular, etc.), formó dos plantillas más, la sub-13 y la sub-17. Así está dejando un semillero. 

Como todo líder, le ha tocado ‘sudar la camiseta’ y tiene que hacer sus buenas ‘jugadas’ para conseguir los uniformes de las escuadras. Y él lo hace con gusto. El mejor partido de su vida es 'golear' a la desocupación y el vicio.

Petita Chévez tiene más de 50 años viviendo en el Suburbio de Guayaquil, es una de las fundadoras del barrio Bendición de Dios y, literalmente, el Creador los bendijo con una comunidad muy unida. 

En el sector, ante alguna actividad o persona sospechosa, se toca una alarma (nadie sabe de dónde viene el sonido), pero el pueblo sale a ayudar. En esta zona no hay ‘hacheros’, todavía se puede jugar vóley y fútbol en la calle, tranquilos. 

Ellos han impedido que a los transeúntes les roben, Petita ha movido a la ‘pípol’ para hacer actividades (bingos, rifas, etc.) y reunir fondos para comprar implementos de seguridad, como reflectores; también están en contacto con la Policía.

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