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Guayaquil vive entre rejas

La delincuencia menoscaba negocios, recluye a los ciudadanos y deteriorar la imagen de la ciudad, según sociólogos, asesores turísticos y empresarios.

Foto de Sistema Granasa
Por el temor a ser asaltados, en Guayaquil los comerciantes hablan apenas lo necesario con la gente. No socializan, no hay cercanía.Christian Vinueza

“Jamás me había sentido tan cerca de la muerte. Cuando fui víctima de un secuestro exprés pensé que jamás volvería a ver a mis padres otra vez. Me vi envuelta en sábanas, en plásticos llenos de sangre; me vi en las noticias, asesinada. El tipo de delito que viví no se lo deseo a nadie. Fueron varios los delincuentes que psicológicamente casi me llevan a la muerte”. — Valeria Andrade, 23 años.

Fue un golpe de suerte. Cuando Valeria Andrade, guayaquileña —en ese entonces de 21 años— tomó un taxi en los exteriores del Policentro, fue víctima de una pesadilla de la que aún hoy le cuesta despertar. Rumbo a su casa, en vía a la costa, dos hombres armados se subieron. La despojaron de sus pertenencias, le apuntaron, la golpearon y manosearon. La abandonaron en Monte Sinaí.

“Yo solo había salido a distraerme un poco. Y casi muero, casi me violan...”. Guayaquil, dice la joven, lo ha perdido todo, incluso su libertad.

Ahora todos temen salir, viven enjaulados, rodeados de cámaras, barrotes y alambres de púas. Los 20.500 delitos cometidos en lo que va del año en la Zona 8, que incluye a la ciudad, dicen sociólogos y urbanistas, ha modificado no solo el entorno de los barrios y comercios sino también la forma de vivir de los habitantes.

Los actos de violencia y la impunidad con los que se los realiza, sumado a la acción retardada o ineficaz de las fuerzas de seguridad; asimismo, matiza la psicóloga clínica y terapeuta Leticia Ortega, ha deteriorado tanto el tejido social y la convivencia barrial.

El atraco cometido en los exteriores del malecón Simón Bolívar, la noche del 7 de octubre; y el asesinato del propietario de un establecimiento de comidas en plena zona comercial de Urdesa, apenas unos días antes, además, ha agudizado la situación. Vecinos, turistas y comerciantes tienen miedo. Y resultado de ello, también se ha visto afectado el bolsillo.

En las ciudadelas del norte, además del tradicional barrio El Centenario, por ejemplo, las familias han migrado a causa de la delincuencia. El fenómeno asimismo ha influido en la pérdida de espacios turísticos como el mirador del cerro Paraíso en Bellavista; la icónica zona rosa de Guayaquil, donde hace más de 15 años había más de 50 locales que cada noche se repletaban de visitantes; y la calle 9 de Octubre, que por sus teatros, cines y cafeterías, fue una de las más visitadas por los guayaquileños.

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