Las dos hermanas que murieron como si de un pacto se tratara fueron sepultadas en Latacunga, Cotopaxi, durante esta semana. La chica, de 13 años, fue hallada en un terreno baldío de San Alfonso, en Cutuglahua (cantón Mejía) y la otra, de 19, decidió colgarse con una sábana en un departamento del sur de Quito.

Según la Policía, ambas circunstancias supuestamente se dieron por el abandono de sus padres. “Ellas estaban solas, por eso la una decidió ahorcarse en medio de una profunda depresión”, comentó José Burgos, investigador de la Dirección de Delitos contra la Vida (Dinased) subzona Pichincha.

El oficial dijo que la progenitora tendría boletas de captura en su contra por extorsión y se presume que vive en Machala, El Oro. Por eso, a Burgos le pareció sospechoso que la mujer no contestara el teléfono cuando intentaron contactarse.

En cuanto al padre, el uniformado indicó que él vivía con las muchachas en la capital. Sin embargo, ellas no tenían, al parecer, los cuidados necesarios, pues el hombre habría iniciado otra relación amorosa, por lo que estaba en Chone, provincia de Manabí.

Tras la muerte, el progenitor solamente se acercó a reconocer los cadáveres. Quien hizo los trámites para el sepelio habría sido un tío de las muchachas. EXTRA intentó contactarse con el papá de las chicas para corroborar la información entregada por la Policía, pero no respondió las llamadas.

No hubo violación

En un primer momento, este medio conoció de fuentes policiales que la mayor de las ñañas se mató porque la otra chica había desaparecido. Pero el mayor Burgos dijo que fue todo lo contrario.

La menor de ellas falleció un día después del aparente suicidio de su pariente. “Se fue con amigos a consumir licor como para olvidar el dolor”, explicó el agente.

Además, también se presumía que fue violada. Sin embargo, la autopsia reveló que no fue así y que la causa del deceso fue por un edema pulmonar. “Se tragó su propio vómito”, acotó Burgos.

Los comuneros de San Alfonso comentaron que fue una sorpresa la muerte de la menor, y están preocupados porque en más de 50 años es la primera vez que sucede algo así. “Es que acá metemos los animales máximo a las seis de la tarde. De ahí queda todo botado”, dijo Milton Tipán, morador del sitio.