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Diario Extra Ecuador

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Otras posibles víctimas genera incertidumbre

En las imágenes de los tres comunicadores asesinados se observa la silueta de lo que sería otra persona. Las autoridades analizan.

Misa por periodistas secuestrados en Ecuador

Misa por periodistas secuestrados en EcuadorEFE

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La zozobra no ha terminado desde la confirmación, el 13 de abril, del asesinato de tres secuestrados ecuatorianos en Colombia. El suplicio ahora se ancló en la recuperación de los cadáveres y su localización.

Más ahora que los disidentes del Frente Oliver Sinisterra (FOS), a través de un comunicado, mencionaron que no se sumarían a una entrega humanitaria de Paúl Rivas (fotógrafo), Efraín Segarra (conductor) y Javier Ortega (periodista).

Sin embargo, otra de las incógnitas es el escenario en el que se dio el hecho de sangre que costó la vida de los tres. Las imágenes difundidas por los secuestradores mostraban parte de una zona selvática.

Y entre los compatriotas se divisaba un cuarto individuo, de quien no se sabe –hasta el momento– la identidad. “Puede ser una cuarta víctima o incluso una quinta. Pero todavía está en análisis”, confirmó César Navas, ministro del Interior en rueda de prensa en el ECU-911.

Para Mario Pazmiño, exjefe de Inteligencia del Ejército ecuatoriano, pudieron presentarse dos escenarios para que, en medio del equipo periodístico, apareciera alguien posiblemente ajeno al entorno que vivieron los ecuatorianos.

Uno es que aquel cadáver pueda ser de otra persona secuestrada, quién sabe desde hace cuánto tiempo. En el segundo panorama, Pazmiño considera que posiblemente sea un propio integrante del FOS que intentó ya sea huir de esas filas armadas o hizo algo que estuvo en contra de ellos. “Allí se pudo haber aplicado lo que se denomina el código fariano (relativo a las FARC)”, precisa el coronel en servicio pasivo.

Lo que pudo pasar

El exoficial presume que el rapto se dio en suelo ecuatoriano inicialmente, cuando apareció un contingente de Los Guachos, cuando ellos cruzaron a Mataje, en Esmeraldas, como señalan los informes, el pasado 26 de marzo. Los hicieron abandonar el vehículo y que dejaran las cosas que tenían.

Pazmiño dijo que a eso se le llama secuestro de oportunidad, porque no hubo un análisis previo de las víctimas. “Cuando hay un estudio anterior de las personas se deduce que habrá un secuestro selectivo”, confiesa el exuniformado.

En su hipótesis, el exjefe militar señala que para evitar una persecución, Walter Arizala (Guacho) y su gente cruzaron el río y fueron hasta una zona en la que debieron tener infraestructura guerrillera y les cambiaron de ropa.

Después los encadenaron para evitar su escape. Muchas veces los afectados son puestos alrededor de un árbol. “El brazo izquierdo del conductor (Segarra) está quemado por el sol. Eso hace presumir que caminaron por varias horas”, deduce.

De acuerdo a lo que se observa en las imágenes de la cruel escena, Mario Pazmiño considera que los hicieron caminar uno detrás del otro, siendo Paúl Rivas que los dirigía porque cerca de él había una linterna. Sin embargo, no se conoce a ciencia cierta cómo los victimaron y en qué posición se encontraban cuando esto ocurrió.

Lo que sí se puede precisar, por el momento, es que cada uno fue herido mortalmente en la cabeza. De la cuarta persona, apenas se observan las piernas y no se conoce qué lesiones le causaron la muerte.

Los cuerpos ya no estarían con Los Guachos

Ricardo Camacho, analista y experto en Derecho Internacional Humanitario, presume que los cuerpos de las víctimas posiblemente están en una caleta, fueron enterrados o los cubrieron. Para él, muy difícilmente los llevaron con ellos porque, al verse acorralados, pudieron haber tomado esa decisión.

Los miembros del FOS manifestaron, a través de un comunicado, que no estaban dispuestos a entregar los cadáveres, ya que no tendrían las garantías necesarias para esa labor humanitaria.

Camacho explica que, a pesar de la disposición del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), esta no puede intervenir si no hay un acuerdo mutuo. Es decir, que los gobiernos de Colombia y Ecuador tienen que generar un ambiente garantista para que la recuperación de los cuerpos sea posible.

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