Como la mayoría de quiteños, Katherine Condola, de 19 años, decidió probar el viaje en el Metro de Quito antes de comprar la tarjeta. Vive en Quitumbe y debe ir todos los días hacia la avenida América y Colón.

En todo el trayecto no soltó su libro de suspenso. “Se trata de la aparición de un chico extraño y ensangrentado al patio de una chica. No me puedo despegar”, contó la estudiante de Criminalística.

El texto de la venezolana Álex Mírez: Strange, va de la mano con lo que decidió estudiar Katherine. “Puede ser extraño para algunos, pero para mí es algo apasionante”, explicó.

Para concentrarse en una lectura se necesita de un ambiente tranquilo y quieto, por lo que para ella el viaje en el tren fue bueno. “Ya voy en medio libro y generalmente no avanzo tanto”, agregó.

Pues aunque el trayecto en bus es más largo, hay más bulla, música a todo volumen, vendedores ambulantes, gente conversando y sobre todo los frenazos y los correteos habituales entre unidades que ponen a los pasajeros con los pelos de punta. “Acá (en el metro) solo falta la música clásica”, bromea la joven.

El ambiente bajo tierra es distinto, la gente charla en voz baja, toma fotos del viaje o simplemente se concentra en las ventanas del vagón.

“Me gusta mucho todo esto. Yo no creí que era tan bonito, pero esperé a que se descongestione un poco para conocer”, apuntó.

Katherine destacó también el ambiente de seguridad que aún se ‘respira’ dentro de los vagones. “Nadie está cuidando la cartera. Tampoco hay que estar atentos a los sospechosos. Espero que siga así”, aseveró.

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Luego de su primera experiencia en este nuevo sistema de transporte, decidió que comprará la tarjeta porque definitivamente será una pasajera frecuente.

Mientras tanto, seguirá explorando qué pasó con el chico ensangrentado de la novela. “Espero que no tenga que aplicar lo que aprenda en criminalística en el metro”, concluyó la estudiante.

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