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La presencia de Jesús enciende la fiesta en la Calle del Sabor de Cali. Decenas de personas lo rodean para cantar, tocar instrumentos o tomarse fotografías.Juan Camilo Rodríguez.

Jesús, el profeta de la salsa

Willian Agudelo, tulueño de 33 años, busca llevar el mensaje de Dios con baile y música. Él enciende la fiesta en la Calle del Sabor de Cali.

La salsa es una conexión sagrada entre lo divino, el pecado, lo terrenal y el éxtasis. Sus devotos se unen cada viernes y sábado en el corazón de Cali, Colombia, en la Calle del Sabor, donde llevan campanas que retumban al unísono un ‘titicó’, que une a propios y extraños con la misma finalidad: buscar ‘La cura’.

No siempre llega un día de suerte. Pero como Héctor Lavoe no muere, su voz sigue siendo un presagio. Unas trompetas anuncian ‘El Todopoderoso’ y sus primeros acordes ocasionan que los bailadores canten: “Ay, cómo lo escupieron, cómo lo empujaron, cómo lo llevaron a crucificar”.

Entonces, los celulares apuntan al mismo lugar: un restaurante que en el día vende almuerzos y en la noche es un templo de baile, desde donde sale Jesús. Lleva una corona de espinas, una barba tupida y unos rizos que caen en sus hombros sobre una túnica interior blanca y un manto exterior rojo que llega hasta sus tobillos.

La Calle del Sabor es un punto de encuentro para los colombianos y los extranjeros que gustan de la rumba con la buena salsa.Juan Camilo Rodríguez.

Las alpargatas de Jesús se mueven lentamente y, en reiteradas ocasiones, mira al cielo antes de tocar su campana que tiene la bandera de Colombia. El escenario es la acera y los reflectores son las bombillas que cuelgan como estrellas bajas sobre la Calle del Sabor. El público enloquece con su presencia y se acercan para bailar con él.

“Jesús, tírate los (pasos) prohibidos”, grita un hombre a lo lejos con una sonrisa pícara. Él, con la felicidad de quien complace a un feligrés, toca al aire su campana mientras baila, y la gente a su alrededor no da crédito a lo que ve. Willie Colón diría que no hace falta exhibir una prueba de decencia de aquello que es tan verdadero.

Unas ‘Gotas de lluvia’ empiezan a caer suavemente sobre las más de 200 personas que están aglomeradas en medio de ‘La murga’. Pero parece que nadie lo detecta. Ninguno se quiere refugiar, lo importante es no perder el ritmo en medio del ‘Sonido bestial’. Y qué más da si los unos se pisan con los otros por el poco espacio que hay. Por eso una mujer toma una silla, se sube en ella y se mueve ante los ojos del resto. Algunas personas entienden que ‘Hay cráneo’ y le siguen la cuerda.

Solo hay una regla, la cual no puede romperse: pese a que el espacio es casi nulo para caminar, nadie puede tumbar el trago del otro. Y en medio de la ola salsera, Jesús va pasando por algunos rincones de la calle, mientras las personas se acercan a pedirle una bendición y una fotografía.

La bohemia nocturna aviva el turismo de este rincón del norte de Cali.Juan Camilo Rodríguez.

La luna se esconde, pero su leve destello indica que la noche va llegando al punto medio. Las personas están en su momento más álgido, y la salsa logra desconectarlos de su realidad. Un hombre, cuya camisa dice que fue enterrado vivo, agita sus maracas con una fuerza descomunal y grita como forma de renacimiento.

Sobre su rostro el sudor se aprecia como pequeñas perlas escondidas en la arena. Su éxtasis contagia al resto y la euforia se convierte en una pequeña epidemia que sería inexplicable ante una lógica sobria. Es por ello que Cali es el corazón que permite que la salsa siga palpitando en el mundo: ha sido musa de cientos de artistas; sus bailarines van más rápido que los tambores y las trompetas, generando que la ciudad se convierta en un museo vivo.

Porque la salsa es esa expresión etérea que logró unir a una sociedad dividida: los obreros con banqueros, músicos callejeros con bailadores que poco conocen de sonoridad, y el amor con el pecado; porque si algo dejó claro el Grupo Niche es que este género debe ser ‘Algo que se quede’.

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Finalizando su show y tras bailar más de 10 canciones, Jesús pide a su equipo de trabajo que lo lleve de vuelta al restaurante del que salió hace poco más de una hora. En el camino, más de 20 personas lo detienen para pedirle una fotografía. Su rostro se nota cansado, sudoroso, pero satisfecho.

Sube al segundo piso del lugar y divisa el río de personas que están conglomeradas en la pequeña calle. No es capaz de explicar la euforia de la comunidad, en un lugar que por décadas fue reconocido como la Calle del Pecado y que ahora es epicentro de la rumba.

Tras unos instantes en el segundo piso del restaurante, que tiene todos los asientos encima de las mesas, toma una silla de madera, se sienta, toma un poco de agua y Willian Agudelo, de 33 años, retorna a la vida.

Como una celebridad es recibido el Jesús de la Salsa en las calles del Cali.Juan Camilo Rodríguez.

Entre persona y personaje no hay muchas diferencias. Su voz ya no tiene la euforia de la fiesta. Ahora, más bien, tiene la calma del viento al atardecer. “Yo dejé de ser Willian”, asegura. Posteriormente, se queda unos segundos en silencio. “Jesús me está transformando y siento que hay una conexión que va más allá”, replica.

Ahora mira al techo mientras los bordes de sus ojos se humedecen y se tornan de un color rojizo. “A veces no me siento tan Willian y creo que está en otro lado”. Su cambio introspectivo se inició en 2018, cuando era director de un banco y sintió que no estaba en el camino correcto.

Renunció a todo para dedicarse a un proyecto. En ese momento no sabía de qué se iba a tratar, pero conoció a María Magdalena, su pareja, con quien pasó una crisis económica en la que perdió todo, pero el amor nunca faltó. Ahora ella es su mánager y bailan al mismo compás.

“Yo no soy Jesús, soy solo una representación. La salsa ha sido la excusa para acercarme de una forma no tradicional a las personas. Cuando les doy un abrazo o una sonrisa, siento que estoy cumpliendo con mi misión, que es llenarles el corazón de amor”, asevera.

Instantes después, visiblemente cansado, se dirige a la ventana y sonríe al ver el público. Uno de los asistentes, quien levanta su mirada y ve el retrato, sube sus manos al cielo en forma de agradecimiento. “La salsa es un medio de oración y una forma de conectarnos con el Padre celestial”, finaliza Jesús.

En el fondo se escucha ‘El juicio’, mientras los timbales resuenan y en la calle el ‘titicó’ (expresión que representa la salsa) sigue sonando como una plegaria que nadie enseñó, pero todos saben bailar.

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