Julio es sinónimo de identidad, fiesta y memoria guayaca. Y aunque los años pasen y cambien los escenarios, la esencia sigue siendo la misma: celebrar a Guayaquil como se debe. Así lo entiende la prefecta del Guayas, Marcela Aguiñaga, quien este 2025 no solo encabeza las actividades oficiales por las fiestas julianas, sino que también se animó a recordar sus propias épocas de farra con EXTRA.

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“Yo sí era súper fiestera”, admite entre risas. “Iba a una discoteca que estaba por el Hilton, se llamaba Amén, pero también disfrutaba muchísimo de las peñas. Había una muy famosa en Urdesa, La Ratonera, donde sonaban José José, Rocío Dúrcal… eso que ahora llaman música de planchar”, cuenta con nostalgia.

Las Julias de antes y las de ahora

Hoy, desde su rol institucional, la Prefecta impulsa una agenda festiva con guiños a la tradición y la cultura pop. Entre las actividades organizadas por la Prefectura del Guayas destaca la edición especial del Anime Weekend 2025, que se realizará este sábado con conciertos en vivo y concursos de cosplay. 

También habrá espacio para los sabores locales con el tradicional Mercado de Sabores, y para los más románticos o entonados, el domingo habrá karaoke en los bajos del edificio institucional. El gran desfile de carros alegóricos por la avenida Malecón este 26 de julio, también será parte de la agenda.

Lejos de que estas actividades sean solo protocolo, Aguiñaga sostiene que hay una intención clara de acercarse a lo que el guayaquileño disfruta genuinamente. “Antes, para las fiestas, uno también celebraba yendo a la Feria de Durán, porque ahí estaban los conciertos de todos los artistas del momento. Era parte de la tradición”, recuerda.

Rayuela, galletas y pan en canasta

Pero las fiestas julianas no solo viven de noche. También tienen ese componente de memoria íntima que se ancla en la infancia: “Jugaba rayuela en las calles del barrio Miraflores, donde vivía. A las seis de la tarde salía a comprar pan del panadero que llegaba en bicicleta. Y en el centro de Guayaquil había un señor que vendía unas galletas que llamaban ‘amor con hambre’, porque se deshacían en la boca”.

¿Y hoy? ¿Sobrevive algo de esa infancia guayaca en las nuevas generaciones? La prefecta lo duda: “Con el tiempo, los intereses de los jóvenes han cambiado. Hoy el entretenimiento va por otros lados, las redes, el cosplay, el anime… por eso tratamos de incorporar nuevas formas de celebración sin olvidar nuestras raíces”.

El orgullo de ser guayaquileño

Marcela Aguiñaga no necesita ensayar mucho cuando habla de lo que significa ser guayaca. “Somos gente orgullosa de la tierra que nos vio nacer. Somos aguerridos, nos caemos y nos levantamos. Amamos los buenos cangrejos, los estadios, el deporte, y hasta el viento frío de agosto que solo nosotros sentimos”, dice con una sonrisa que se escapa por cada palabra.

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