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¡Miedo a ser mamás!
Más del 70 % de las menores embarazadas no ve con buenos ojos su estado

Magdalena espera con ilusión a su primer bebé. Ella aceptó su embarazo y está emocionada con formar un hogar.
La palabra ‘miedo’ salta de inmediato en los labios de Estefanía. Fue lo primero que sintió cuando se enteró, en enero de 2018, que tenía tres meses de embarazo.
Recién había cumplido los 14, dice sacándose la suciedad de sus uñas descamadas. No le gusta recordar la gestación que no planificó. Su madre le dijo: “te lo sacas”. Su novio, otro adolescente de 17, le pidió que se fuera a vivir con él, a dos cuadras de distancia de su casa, en el asentamiento Monte Sinaí, al noroeste de Guayaquil.
Eligió lo segundo y el 15 de septiembre nació Sofía, cuyos cuidados la obligaron a dejar la escuela cuando cursaba el séptimo año de Educación Básica. Eso la decepciona, la entristece. Ama a Sofía, pero no era lo que quería para su vida, reitera.
Este 12 de mayo es su primer Día de la Madre y se encoge de hombros porque, musita agachando la cabeza, no le provoca celebrar. Para Estefanía es un día más. De hecho, más del 70 por ciento de las madres adolescentes no ve a la maternidad con connotaciones positivas, revela Patricia Reyes, psicóloga del Centro Ecuatoriano para la Promoción y Acción de la Mujer (Cepam).
Esto por diferentes factores que convierten a la maternidad a temprana edad en un acto forzado, entre los más graves: el incesto, apunta Reyes.
En Guayaquil, detalla la profesional, de aproximadamente 100 niñas embarazadas entre los 10 y 14 años que atendió la institución en 2018, el 36 por ciento habría quedado encinta porque fueron violadas por sus familiares.
Aunque haya consentimiento durante el acto sexual, si la adolescente es menor de 14 años, es una violación con pena privativa de 19 a 22 años, según el artículo 171 del Código Orgánico Integral Penal (COIP), en el numeral 3.
Estefanía, por ejemplo, es una víctima de violación, pero ni ella misma lo sabe.
Yoli Pinillo, fiscal y coordinadora de la Unidad de Violencia de Género de la Fiscalía del Guayas, indica que la mayoría de estos casos no se denuncian.
En lo que va del año, el Ministerio Público ha receptado 710 denuncias de violación a menores de 14 años en Guayas. El año pasado fueron 1.751. Esta cifra corresponde a menos del 5 por ciento de las 35.166 atenciones a adolescentes embarazadas que registró el Ministerio de Salud Pública (MSP) en 2018 en la Zona 8, es decir Guayaquil, Samborondón y Durán.
Reyes señala que se ha normalizado el embarazo adolescente, pero no han menguado las consecuencias que esto desencadena, tanto en la madre como en el hijo. Uno de ellos es la falta de maternidad.
“Muchas de las adolescentes nunca llegan a ubicarse como madres. Ni siquiera hay una maternidad forzada, porque la maternidad transita por el deseo. Pueden aceptar el embarazo, pero ese encuentro de amor y de afecto con su hijo posiblemente no se va a dar”, comenta Reyes, aclarando que no son todos los casos.
Magdalena quedó embarazada cuando tenía 16. Tampoco estaba en sus planes, pero ahora dice sentirse feliz por la niña que crece en su vientre desde hace siete meses.
Extiende con cuidado tres vestidos rosados sobre la que solía ser su cama en la casa de su padre, en la ciudadela Socio Vivienda. Una vez que a su madre se le pasó el enojo cuando le confesó que iba a ser abuela le entregó los atuendos.
De acuerdo a Reyes, pocas son las adolescentes que manifiestan su inconformidad de convertirse en madres porque esto las hace sentir culpables. “Muchas de ellas pueden haber ‘aceptado’ los embarazos obligados por su entorno, pero no quieren a ese hijo y se sienten mal por no quererlo”, precisa.
Hasta su consultorio han llegado jóvenes luego de tratar de suicidarse. Después del tratamiento psicológico han manifestado querer terminar con su vida porque jamás sintieron el afecto materno.
El presidente de la Asociación Ecuatoriana de Bienestar Infantil (AEBI), Christian Arias, explica que los intentos de suicidio se podrían deber a que la maternidad no es solo un acto biológico, sino también psicológico. “Culturalmente se dice que toda mamá es buena y hace todo por sus hijos, pero desde lo psicológico no es así, no hay un instinto sobre la maternidad o la paternidad”, precisa. Aunque sea difícil de creer, esto es más común de lo que se piensa.
En la adolescencia se viven otras situaciones, por ejemplo, como los cambios psicológicos que no tienen nada que ver con tener hijos, por lo cual es difícil que se dé espacio al deseo materno.
Sin embargo hay quienes, como Magdalena, que tienen una mayor capacidad de soportar situaciones traumáticas (resiliencia) y aceptan ese rol adelantado. “El deseo materno es una función que la puede hacer una abuela, una madre sustituta, una mujer que desea adoptar. En la adolescencia se viven tantas cosas, que lo último que se desea es ser madre. Es por eso que aquello se vive con horror, con extrañeza y con espanto”, menciona.
En ciertas mujeres, esto puede generar el ‘síndrome de la madre estrago o tóxica’ que “son personas que pueden llegar a ser insoportables en la vida de su hija, personas controladoras, manipuladoras, para quienes nunca es suficiente nada. A la hora de corregir a sus hijos pueden ser muy severas. Y pueden ser perturbantes”.
Arias aclara que esta teoría no está reconocida por la Organización Mundial de la Salud o la Asociación Americana de Psiquiatría, pero que los especialistas lo notan a diario en muchas mujeres que se ven obligadas a parir hijos, como en los casos de violación.
Esta carencia de maternidad se ve reflejada en los vástagos, que padecen de rechazos, humillaciones o falta de atención durante su desarrollo. Por estas causas, Reyes recordó una de las frases más duras de toda su carrera. Fue testigo de la conversación, en su consultorio, en la que la madre le preguntaba a su hija por qué se quería quitar la vida. “La muchacha, que había sido producto de una violación, le dijo: ‘Iba a hacer lo que tú no te atreviste cuando estaba dentro de ti’”. Hubo silencio.