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Diario Extra Ecuador

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Chamos y nacionales, entre ‘dimes y diretes’

En las afueras de la terminal terrestre de Carcelén, la llegada de los extranjeros crea tensiones. ¿Qué hacer?

Los extranjeros se posan con carteles en los que explican que son personas honradas, con el fin de que la gente no les tenga miedo.

Los extranjeros se posan con carteles en los que explican que son personas honradas, con el fin de que la gente no les tenga miedo.Karina Defas / EXTRA

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El ecuatoriano Jefferson Suquillo limpiaba presuroso su coche de venta de jugos de naranja y de ensalada de frutas con el que se gana la vida.

El carrito verde, ubicado en una vereda cercana a la avenida Galo Plaza Lasso, norte de Quito, a pocos metros de la terminal terrestre de Carcelén, es el que le da para comer.

El quiteño lleva un año calmando la sed de los conductores y transeúntes que le compran su producto. Pero, ahora, todo ha decaído: la presencia de los migrantes venezolanos en aquel punto capitalino le plantea nuevas e inesperadas realidades. Así de claro.

“Ellos piden dinero. Lo hacen, a veces, de una manera grosera y eso nos perjudica a nosotros”, afirmó el vendedor.

Para Suquillo, y debido a esa supuesta mala actitud, la gente no desea lidiar con los venezolanos. “Por eso suben los vidrios y no nos compran a nosotros”, comentó un poco molesto.

“Piden dinero con un trato agresivo y quieren exigir que se los ayude”, opinó, a su vez, el taxista Marcelo Solano.

Él también fue víctima de esos malos modos usados para solicitar una colaboración económica. “Tacaño”, por ejemplo, es la palabra que oye constantemente cuando le ‘exigen’ algo de dinero.

La terminal de Carcelén y un refugio en la Mitad del Mundo se convirtieron en un arca de salvación para quienes vienen de Venezuela y hacen de Quito su residencia temporal. Duermen en el interior y en las mañanas salen para reunir fondos, ya sea con el fin de viajar a Perú o para sobrevivir en suelo capitalino.

Kevin Fernández es uno de los venezolanos que se para cada día en la Galo Plaza. Lleva consigo una lámina de cartón donde pide “cualquier colaboración” para viajar a territorio peruano. Adorna los filos de su cartel con chupetes, los cuales también vende.

“Antes trabajé en Venevisión (canal de su país), pero me despidieron”, rememoró este joven.

Él admitió que los ecuatorianos temen su presencia porque consideran que les van a robar. Incluso, vio cómo un conductor se detuvo a escupirle a uno de sus compañeros.

Para evitar este tipo de inconvenientes, y convencer a los transeúntes de que ellos no son ladrones, en sus pequeñas pancartas destacan que son gente honrada.

Así se mueven en medio de los vehículos, solicitando el apoyo de quienes, por miedo, suben sus ventanas, evitando de esta manera cualquier contacto con las decenas de extranjeros que están en la carretera. (MAG)

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