Para Valeria esta es su primera Navidad como trabajadora sexual. Ella es colombiana y ofrece sus servicios en la Plaza de Santo Domingo, en el centro de Quito.

Su historia es trágica. Llegó desde Otavalo con una criatura de dos meses entre sus brazos. Sin dinero, sin trabajo y sin familia. No sabía qué hacer y fue acogida por Nelly Hernández, presidenta de la Asociación Unidas por Nuestros Derechos.

Se volvió una sexoservidora y actualmente vive de eso. El miércoles 20 de diciembre compartió del agasajo navideño con sus compañeras. Bailaron tecnocumbia, comieron pastel, sortearon kits de maquillaje y hasta casi se ‘chuman’ con un vino peruano.

Agradeció a Nelly por recibirla y hacerle parte de su familia. Según ella, el pequeño evento fue un tiempo de oxigenación entre tanta presión que se vive como trabajadora sexual. “Vivir complaciendo a hombres que no conoces no es fácil”.

Valeria se alejó del padre de su hija porque la maltrataba. Era el sustento de ambas pero se cansó de las golpizas.

Ella reconoce que no quiere vivir como trabajadora sexual toda su vida. Quiere ponerse su propio salón de belleza para salir adelante con su pequeña. “Esta Navidad fue diferente. Lejos de casa, pero con una nueva familia”.

Nelly, por su parte, envío un mensaje a todas las trabajadoras sexuales para que estas fechas no se desanimen y continúen en pie de lucha para sacar a sus familias adelantes.

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