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Diario Extra Ecuador
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Xanderluv, Tatiana Ortiz y agencias Manta-Portoviejo-Pedernales
Luchan con ayuda de perros adiestrados en unos casos, retroexcavadoras en otros o incluso tan solo con herramientas.  Cientos de rescatistas, bomberos y voluntarios se dejan la piel en Manta, Pedernales, Bahía de Caráquez, Jama, Portoviejo o Canoa, entre otras localidades, para salvar al mayor número posible de personas de los escombros. Gracias a sus esfuerzos, 54 compatriotas han vuelto a la vida y ellos no están dispuestos a bajar los brazos, pero el tiempo empieza a jugar en su contra.
Mientras la tierra continúa temblando, trabajan a contra reloj, conscientes de que los protocolos internacionales de búsqueda establecen las primeras 72 horas como cruciales para encontrar sobrevivientes.
“Hay cuerpos aplastados y parece evidente que están muertos”, alertó ayer el capitán del Ejército Marco Borja en el pueblo de Canoa. Incluso el ministro del Interior, José Serrano, reconoció que este martes era una fecha clave en este sentido.
Pero, por suerte, en las últimas horas llegaron noticias esperanzadoras desde Manta, Pedernales y Portoviejo, donde al menos nueve personas volvieron a nacer tras casi tres días sepultadas.
“¡Ñaño, allá abajo hay cuatro!”. Esas fueron las primeras palabras de Katty Rezabala, una ecuatoriana de 21 años a la que, de madrugada, los bomberos de Quito sacaron de entre las ruinas del hotel Miami de Tarqui, en Manta, una de las ciudades más afectadas por el terremoto de 7.8 grados que sacudió al país el pasado sábado.
“Espérate, ñaño. Yo te aviso de los demás”, decía la mujer a los equipos mientras salía de un hueco y, con ayuda de los bomberos, se deslizaba entre hierros retorcidos.
Una vez que logró zafarse, los rescatistas le rogaron que no se levantara, al tiempo que pedían a un paramédico que se alistara, le pusiera un collarín y una tabla para sacarla del lugar. Pero ella exclamaba: “¡Ñano, ñaño, allá abajo hay cuatro!”. Junto a ella, en Manta fueron liberados Líder Pincay, otras dos mujeres, una niña y dos jóvenes.
LA ANGUSTIA
“No paro de llorar, Dios. Te pido que me des tu hombro y me toques con tus manos. Quiero escuchar que esto ya pasó”, indicaba entre lágrimas Soledad Macías, familiar de uno de los sobrevivientes.
Cientos de moradores y parientes, al ver los cuerpos con vida, no pararon de dar las gracias al Señor y de aplaudir. Pero la suerte de unos contrastaba con la resignación de quienes intuyen la muerte de sus allegados.
“Es difícil recorrer la ciudad, ver a tanta gente tirada en las veredas y terrenos baldíos con lo poco que alcanzaron a recoger, niños pidiendo agua a sus padres y estos llorando de impotencia al no poderles dar nada. Se me entristece el alma al saber que la lista de muertos continúa aumentando”, subrayó Ricardo Lorenty, un joven que lo ha perdido todo.
PORTOVIEJO
Con la colaboración de un familiar y gracias a una llamada telefónica, Pablo Rafael Córdoba Cañizares, administrador del hotel El Gato, en Portoviejo, fue al fin localizado, según explicó el capitán Carlos Cevallos, de la Unidad de Rescate de la Comisión de Tránsito. “Nunca perdimos las esperanzas de encontrar a alguien con vida”, precisó Cevallos, quien junto a sus compañeros, una vez comprobada la presencia del herido entre las ruinas, establecieron tres puntos de entrada. “Estamos felices, ese es el mejor pago que nosotros tenemos”, señaló el sargento Édison Morales, bombero de Bogotá.
PEDERNALES
Parece increíble, pero Cristóbal Colón Mero, a sus 82 años, fue localizado ayer por agentes de la Dinased en Pedernales.
El adulto mayor fue liberado de los escombros y trasladado a un sitio seguro, desde donde empezaron las labores para que pueda contactar con sus familiares.

“VAN VENDIENDO EL BIDÓN DE AGUA DE UN DÓLAR A CINCO”
“La mayor destrucción de infraestructura está en Canoa, pero por ser un pueblo pequeño Tarqui y Portoviejo lo superan”, apuntó el presidente del Gobierno Nacional, Rafael Correa.
Entre tanto, en cada rincón de Manta se aprecian casas caídas, edificios cuarteados y a punto de desplomarse. Johanna Guerrero, habitante del sector Interbarrial, ubicado al sureste, reclamaba ayuda porque, según indicó, hasta su sector no han llegado los socorristas. “Tenemos hambre y sed, no hay comida, las despensas están cerradas... No puedo comunicarme con mi familia, que vive en Santa Ana, para que venga por mí”, remarcó la mujer.
“Es muy duro esto. Vinimos desde el sur de Manabí con tres camiones para entregar, pero cuando llegamos cerca del barrio San Pedro, la gente se desesperó y empezó a sacar las cosas y se perdió el control. Muchos buscaban agua”, subrayó Rafael Menoscal, uno de los conductores.
Aunque la fuerza pública controla el expendio de agua, combustible y el reparto de víveres en diferentes albergues y laderas, se están produciendo escenas preocupantes. “Hay vehículos que van vendiendo el bidón de agua, que vale un dólar, a cinco. Por eso hemos acudido a las distribuidoras para conseguir uno, aunque hemos tardado de una a dos horas por las largas colas”, relató Jordy Zambrano, un joven padre de familia.

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