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La Pantera Rosa 'endulza' las tardes con su algodón de azúcar en la av. de las Américas

El disfraz le resulta un horno, pero vale la pena el sacrificio, pues conductores compran su producto y le felicitan su creatividad. Pasa en Guayaquil

Pantera Rosa, vendedor ambulantes
El personaje recorre la acera a un paso peculiar y saludando a los viajeros, muchos de los cuales se han vuelto sus clientes por la vistoso de su atuendo.Carlos Klinger / EXTRA

Sudado como tapa de olla, bajo el intenso sol guayaquileño y disfrazado como la Pantera Rosa, José Pereira recorre todos los días la avenida de Las Américas, al norte de Guayaquil, ofreciendo a los transeúntes el algodón de azúcar que prepara a diario y que es su medio de subsistencia.

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José es venezolano, tiene 36 años y desde hace cinco vive en Ecuador, país al que migró debido a la insostenible situación económica que atraviesa su nación, donde tiene una hija de 10 años a la que apoya económicamente.

La idea de vender algodón de azúcar en la calle se la dio un amigo colombiano que conoció cuando vivió en ese país durante un año, antes de venir a Ecuador.

“Él migró antes que yo, me dijo: ‘vente para acá, yo te ayudo, acá vendo algodón de azúcar’. Yo le dije que bueno, que no había problema, porque ningún trabajo honrado es malo y vine. Me explicó cómo preparar el algodón y hacer las ventas. Ahora ya es diferente, yo mismo hago mis algodones y salgo por mi cuenta”, cuenta.

Salió ‘soplado’ del malecón

Pantera Rosa, vendedor ambulantes
José se disfraza todos los días, sin importar el calor, para ganarse el pan.Carlos Klinger / EXTRA

La idea de disfrazarse surgió de la necesidad de llamar la atención de una forma positiva para así mejorar sus ventas. “El disfraz lo traje de Perú. La idea nació hace un año cuando la situación de los vendedores informales se volvió más difícil. Vendo algodones rosados y mi contextura es delgada, pues dije ‘voy a buscarme algo que haga una combinación’ y me decidí por la Pantera Rosa”.

Recuerda que antes de disfrazarse vendía su producto en el malecón Simón Bolívar, pero que debido a las dificultades que tenía en la zona por los controles de los agentes metropolitanos, tuvo que buscar otro sitio y una nueva forma de hacer sus labores diarias.

“Yo me tomaba el abuso de saltar las rejas del malecón, no es permitido, pero tenía que buscar la forma de ganarme el dinero honradamente. Afortunadamente, nunca tuve problemas con ningún guardia porque yo entiendo que ese era su trabajo, yo solo buscaba el sustento de mi hogar”.

Sacrificio y anhelo

Pantera Rosa, vendedor ambulante
Cinco minutos toma la transformación de José en la Pantera Rosa. Una vez tiene puesto el disfraz, se mete en el personaje por completo.Carlos Klinger / EXTRA

La jornada de José se inicia a las 06:30, cuando se levanta para preparar su producto. Luego sale a vender, sin disfrazarse, por distintos planteles educativos de la ciudad.

“Voy vestido normal. Tampoco voy al mismo lugar todos los días porque el algodón de azúcar es empalagoso, de uno suelen comer varios niños y si compran un día, al siguiente ya no quieren, por eso voy cambiando de lugar”.

Luego de concluida la jornada matutina, alrededor de las 12:45, vuelve a su casa para ayudar a su pareja a preparar churros, almuerza, descansa y a las 16:00 sale nuevamente, esta vez con su disfraz y se instala en el parterre de la parada de la Metrovía frente al Cuartel Modelo de la Policía Nacional. Mientras él vende los algodones, su novia hace lo propio con los churros.

“Vendemos desde las cinco de la tarde hasta las siete y media de la noche que baja el tráfico y las ventas también. Puedo decir que le he caído bien a muchas personas, me felicitan, me dicen que es una excelente idea. No tengo nada de qué quejarme del pueblo ecuatoriano, todo el mundo me ha tratado con respeto”.

El anhelo de José es retornar a Venezuela, pues lleva cinco años sin ver a sus hermanos y su hija, a quienes extraña con el alma. No le preocupa que la situación económica de su país siga complicada, pues uno de sus lemas de vida es que “mientras salgas a trabajar, tienes con qué comer. Si te quedas en tu casa esperando, nada te ayuda”.

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