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Peleas a puño limpio en Quito: el deporte extremo lleno de sangre y adrenalina
De los golpes en el colegio a los combates a puño limpio en un cuadrilátero. Las reglas detrás de las peleas más intensas que emergen en la capital.
Stalin Vásquez recuerda que en el colegio era muy indisciplinado. Con frecuencia le llamaban la atención y lo sancionaban por pelear a golpes con otros estudiantes. Sus padres, buscando canalizar esa energía, lo inscribieron en un gimnasio para que practicara un deporte de combate, y así el adolescente se convirtió en un fanático del kickboxing.
Ahora, a sus 27 años, Stalin reconoce que esa decisión le cambió la vida. Ha sido campeón de kickboxing en varias ocasiones a nivel nacional e interprovincial, integró la Concentración Deportiva de Pichincha y trabaja como instructor de artes marciales mixtas y otras disciplinas en el norte de Quito.
Sus inicios en deportes de combate
Cuando sube al ring se transforma en el ‘Condenado’, un nombre que proviene del grupo de rap que formó con amigos del barrio durante su adolescencia. Aunque ya no rapea, escucha música de los ecuatorianos Quito Mafia, de Distrito Q y de Marmota durante sus entrenamientos, para motivarse y aumentar su resistencia física. Considera que este género musical combina a la perfección con la intensidad de un cuadrilátero.

El luchador ha llevado el apodo de ‘Condenado’ a su vida cotidiana, considerándose destinado a intercambiar golpes, un ‘castigo eterno’ que él está dispuesto a asumir. Este ‘castigo’ se materializa en un espacio clandestino (por lo general se realizan en galpones o gimnasios) que ha surgido en la capital para los más apasionados: una competencia a puño limpio.
Un evento brutal, pero regulado
Este espectáculo de peleas tiene una modalidad particular: los contrincantes no usan guantes y la única protección que emplean son una boquilla y vendas en las manos.
En los combates siguen las reglas del boxeo, con la excepción del ‘clinch’, un movimiento en el que los combatientes se agarran o abrazan brevemente. El resto es pura adrenalina, gritos y sangre en el cuadrilátero.
No es una pelea callejera
La idea de crear este evento a puño limpio surgió de Dylan Ramos tras ver un video en internet del Bare Knuckle Fighting Championship, una organización de peleas sin guantes fundada en Estados Unidos, caracterizada por combates rápidos, agresivos y sangrientos.
La violencia explícita y los nocauts fulminantes captaron la atención de Dylan, quien decidió replicar el concepto en Quito. Y lo logró. Ha organizado dos eventos de este tipo, en los que se han visto narices rotas, cortes en las orejas, pómulos abiertos y fracturas de costillas y brazos, una muestra de la intensidad de estas peleas.
Lo que más sorprendió al organizador fue la respuesta del público. Al primero asistieron 80 personas. En el segundo, la cifra se duplicó. Y para el tercero, programado para agosto de 2025, se espera contar con cerca de 350 aficionados.
Dylan enfatiza que estas peleas no son callejeras ni están abiertas a improvisados. Existe un proceso de selección: se abre una convocatoria por redes sociales, a la que se postulan cientos de personas de varias provincias del país.
Los aspirantes envían fotos y videos que muestran sus habilidades en el ring, y los organizadores seleccionan a los mejores deportistas según su experiencia y logros. La mayoría tiene bases sólidas en disciplinas como muay thai, kickboxing, artes marciales mixtas, jiu-jitsu y boxeo.

Pasión por el combate a puño limpio
El factor común entre los peleadores que suben al cuadrilátero es su deseo de descargar energía contra su oponente. Wilson, conocido como el Loco Muñoz, es uno de ellos. Boxeador desde la adolescencia, nunca había peleado sin guantes hasta que este certamen le brindó la oportunidad.
En la primera edición, le rompió la nariz a un peleador de artes marciales mixtas, pero perdió en el segundo combate contra el ambateño Jorge Villegas. En la revancha, durante la segunda edición, el Loco Muñoz fue superior y dejó a su rival tendido en la lona.
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En la próxima edición se enfrentará a ‘Condenado’ como parte de la cartelera estelar. Stalin se prepara en un gimnasio de Pusuquí donde, al ser entrenador, se mantiene activo a diario.
Para este combate ha intensificado sus rutinas: golpea el saco de boxeo, levanta pesas y perfecciona su arma secreta, el ‘puñetazo de Superman’. Esta técnica consiste en simular una patada levantando la pierna trasera, como si fuera a usarla, pero, en lugar de eso, se impulsa hacia adelante y lanza un puñetazo cruzado en el aire.

‘Condenado’ también sigue una dieta estricta: elimina arroz, pan y comidas fritas, y una semana antes de la pelea descansa su cuerpo, practicando solo sombras (golpes al aire) y movimientos específicos.
El pomasqueño es fanático de Michael Morales, el ecuatoriano que ha destacado en UFC y ha puesto en alto el nombre del país. Admira su estilo de boxeo y destaca que su técnica en el intercambio de puños le permitió vencer al brasileño Gilbert Burns en su última pelea. Por ello, Stalin estudia sus movimientos para aplicarlos contra el Loco Muñoz, que es un boxeador experimentado de pura cepa.
Ambos se enfrentarán en la categoría de 60 kilos. ‘Condenado’ aspira a convertirse en un referente de esta nueva práctica, que ha despertado el interés del público y la pasión de los combatientes deseosos de enfrentarse a puñete limpio.

Adolescentes fans del puño limpio
Adrián Ramos, hermano menor de Dylan, comenzó a practicar boxeo en su colegio para tener buena salud y mejorar su condición física. El adolescente, de 15 años, cuenta que el hijo de una amiga de su padre, al conocer de este entrenamiento, fue a su casa para retarlo a una pelea.
Consciente de que no podía exponerse a un intercambio de golpes en la calle, le dijo a su ñaño que lo dejara participar en su evento y este aceptó. Adrián y su rival fueron parte de la exhibición de la segunda edición del evento.
Ellos sí usaron guantes y protectores en su cuerpo para no sufrir algún tipo de lesión. Adrián ganó y para la tercera edición está esperando que algún combatiente se ofrezca para ‘darse duro’.
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