¡Los perros de la discordia!

Los moradores de la ciudadela del Maestro Eduardo Flores Torres, sur de Guayaquil, no se despiertan por el quiquiriquí de algún gallo o el trino de los pájaros, sino por los incansables ladridos que salen de una vivienda. Surgen a toda hora. En la mañana, tarde o noche, cuentan los vecinos.

Se trata de unos 20 o más perros que están al cuidado de un hombre de aproximadamente 55 a 60 años. “Tiene animales de todos los tamaños, unos son flaquitos y les ha puesto nombres humanos. La bulla no deja que nuestros chicos se concentren en sus clases online”, se queja una moradora que evita identificarse para evitar problemas.

“La mayoría de vecinos que habitamos la peatonal somos de la tercera edad, queremos estar en paz, pero es imposible”, insiste la señora.

Elizabeth García reside al lado de la ‘casa de los perros’ y cuenta que el hedor por los excrementos de los animales, cuando el sol pega fuerte, es insoportable. Afirma que este problema lleva unos 15 años.

“El vecino en ese entonces vivía con un hombre y tenían perros pitbull. Una vez uno de ellos quiso atacar a una vecina, motivo por el cual este fue encadenado. Después se fue su amigo, se quedó solo y empezó a rescatar perros de la calle y entre ellos se multiplicaron, hasta llegar a una cifra que no se puede controlar ni mantener”, señala García.

Otro vecino relata que el predio es pequeño para la cantidad de canes y esto los estresa, por eso pasan ladrando y pelean entre ellos, y los más afectados son los cachorros. Algunos llegan a morir. “Tenemos videos en los que se escucha a estas especies casi agonizando”.

Al parecer, su dueño no les puede dar una adecuada alimentación y varios de ellos padecen de desnutrición y alopecia (caída de pelaje); algunos tienen heridas.

“En años anteriores los enterraba afuera en su jardinera, a él se lo veía en la noche cavando por esa zona. Con respecto a los olores, yo vivo a una casa de la de él y hasta allá llegaba la pestilencia, para los vecinos que están cerca debe ser más molestoso. No queremos hacerle daño, sino que entre en razón, de que esta situación no es buena para él, los vecinos y los animales”, dice Elvira Chico.

Bienestar animal

Hay cinco libertades del bienestar animal que deben ser garantizadas: exentos de hambre, sed y desnutrición; temor y angustia; frío, calor, molestias térmicas; dolor, lesión y enfermedad; libres para demostrar su comportamiento natural, asegura Inti Alvarado, coordinadora legal de Rescate Animal Ecuador.

“En casos de hacinamiento y acumulación de animales se pueden vulnerar estas libertades. Los tenedores de animales en estas condiciones pueden ser denunciados y pueden aplicárseles sanciones económicas e incluso el retiro de las especies y la prohibición de volverlas a tener. Según la normativa vigente, el Municipio competente debe encargarse de la manutención de los ejemplares rescatados; esto no se da en la práctica”, explica.

Necesita tratamiento 

Debido a su soledad, el propietario de los canes en lugar de interrelacionarse afectivamente con personas, lo hace con animales. Tal vez por un dolor del pasado, algún duelo no superado o una crisis emocional fuerte, recurre a este tipo de prácticas, analiza el psicólogo Jonathan Suárez.

“No es saludable para él ni para sus vecinos, por eso necesita de tratamiento profesional, en el que se le debe explicar el porqué de la ayuda y qué van a hacer con sus mascotas”, sugiere el especialista en salud mental.