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El mundo a través del parabrisas
Manuel Illanes es español, de ascendencia alemana. Se dedicó al negocio de la limpieza por 37 años y, desde hace dos, limpia autos en el semáforo de las avenidas Eloy Alfaro y Amazonas, en Quito.

El semáforo de la Eloy Alfaro y Amazonas es su lugar de trabajo cada día.
Cuando el sol aún no sale, Manuel empieza su jornada. Con su caminar pausado, que refleja el peso de 63 años de existencia, llega a la intersección de las avenidas Amazonas y Eloy Alfaro, norte de Quito.
Coloca su mochila en el parterre, junto al árbol, y se alista para empezar su largo trabajo como limpiaparabrisas.
A las 05:15, Manuel Illanes está listo debajo del semáforo. En la una mano lleva un estropajo con cabeza de esponja, con la que coloca el jabón a los vidrios de los carros. Con la otra mano pregunta a sus potenciales clientes si quieren una ‘limpiadita’, mostrándoles el pulgar hacia arriba.
Cuando algún conductor acepta el servicio de Manuel, este español, descendiente de alemanes, se apresura. Limpia con mucho cuidado, en un proceso que se repite una y otra vez a lo largo de la mañana: cubre el parabrisas con agua y con jabón, que luego retira con otra herramienta para sacar el exceso. Finalmente, con una franela que cuelga de su bolsillo, retira lo que quedó de jabón en los bordes de los parabrisas.
De una ventana bajada hasta la mitad se asoma una mano femenina, que coloca en la palma de Manuel una moneda de 25 centavos. Es el único carro que logra limpiar en ese tiempo: cuenta que solo alcanza a lavar uno cada vez porque ese semáforo “dura muy poquito tiempo”.
Llegó a vivir a Ecuador hace dos años, cuando el sitio de limpieza que tenía en España se cerró. “Mi socia se salió de la empresa y cada uno agarró para su lado. Para no verla más, me vine a Ecuador”. Manuel dice tener una vasta experiencia en lavado, sobre todo en el de vidriería, ya que ha estado vinculado al negocio hace 37 años.
En el país está solo. Comenta que sus tres hijos viven en España. -uno de ellos trabaja en la FIFA y se llama igual que su padre-. Quedó viudo hace tres décadas y se ha acostumbrado a pasar todos los días de su vida bajo el sol, el viento o la lluvia.
Aunque este extranjero es muy educado con sus clientes, a todos saluda con un “buenos días” y se despide con un “que tenga un lindo día”, con el tradicional ‘seseo’ del pronunciamiento del castellano de España, se enfrenta al reto de ganarse la confianza de los conductores que, por malas experiencias pasadas, han aprendido a rechazar a estas personas.
“Muchos de los que están en los semáforos roban, son irrespetuosos, el conductor les dice que no y sin embargo ellos le botan el agua con jabón en los vidrios”.
A él le han robado en cuatro ocasiones. Todas ellas, cuenta, en el semáforo de las Naciones Unidas y Shyris, donde trabajaba antes. “Como uno está limpiando y deja la mochila a un lado, cuatro veces volví y ya no estaban mis cosas”.
Su carga para ir a trabajar consiste en un balde verde y una mochila negra, descosida en los tirantes, que da cuenta de su uso. Es una mochila liviana, pero muy preciada.
Dentro, Manuel guarda 40 franelas que cuida celosamente. “Las lavo todos los días, pero no en el balde de la mopa, porque esa es agua sucia, sino en lavadora, porque esas franelas las uso para dar el toque final a los vidrios y tienen que estar siempre muy limpias”.
Al abrir su bolsa se aprecia un arcoíris de franelas. Las tiene rojas, amarillas, verdes, celestes... De diversos tamaños y texturas. Algunas lucen desgastadas por el uso, pero están bien dobladas y arregladas dentro de la maleta. Manuel presume de su amplia colección de franelas: las muestra frente a la cámara de EXTRA, las dobla, las desdobla... Está visiblemente orgulloso de sus ‘trapitos’.
La jornada de Illanes se extiende, aproximadamente, hasta las 14:00, dependiendo de qué tan productivo sea el día. “Todo depende de cuántos carros logre lavar en cada jornada. A veces pasan varios semáforos sin que no alcance a limpiar ninguno, entonces eso significa que me quede un poco más, porque este es mi trabajo y es lo que me da de comer”, explica.
Pero en los parabrisas no acaba su trabajo: después, el limpiador sexagenario, con la barba a medio crecer y el cabello gris, se encarga de dar brillo a los vidrios de una farmacia aledaña y, además, trabaja en una fundación, donde también deja los cristales relucientes.
Su jornada termina cuando el sol vuelve a esconderse. Nuevamente tiene poco tiempo para descansar, porque el despertador volverá a arrancarlo de sus sueños la mañana siguiente.
Manuel es hincha y exentrenador de fútbol
La vida le presentó a Manuel diversos caminos para seguir. Sin duda, la limpieza marcó su destino, pero este español-alemán también tiene una pasión escondida: el fútbol. El limpiaparabrisas se crió en Alemania y se convirtió en hincha del club Francfort de ese país.
Lo ha seguido desde que tiene memoria, cuenta, pero su amor por los deportes no termina ahí: Manuel, cuando se fue a vivir a España, trabajó como entrenador de fútbol durante 15 años. Fue director técnico de equipos inferiores y de segunda categoría, hasta que el negocio de la limpieza tocó sus puertas para llevarlo a fundar una fructífera empresa con una socia.
De sus tres hijos que viven en España, uno de ellos es su gran orgullo: Manuel, quien dice él, trabaja para la FIFA. Este joven heredó el amor por el fútbol de su padre y está cerca de todos los acontecimientos que giran alrededor del mundo, como lo fue recientemente el Mundial que se celebró en Rusia.
Illanes es meticuloso y, aunque no habla mucho, lo que alcanza a decir está lleno de profundidad. Cuando se quita la gorra deja al descubierto un cabello cano reluciente del sudor que le ocasiona el fuerte calor del verano quiteño. Detrás de sus lentes se aprecian los ojos cansados, pero llenos de experiencia y sabiduría.
Por lo pronto no cuenta con seguridad social ni planea su jubilación, puesto que su arribo a Ecuador le representó empezar de cero, sobre todo, en un empleo que no le permite tener un cálculo exacto de ingresos mensuales, sino que varía dependiendo del día, la hora e, inclusive, el clima. En cada carro, Manuel recibe, por lo menos, 25 centavos por su trabajo con los parabrisas.