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¡Por Dios, que lleguen los turistas!
Johanna Pisco, Esmeraldas
La desgracia llegó a los balnearios de la provincia de Esmeraldas, no solo dejando atrás escombros y devastación por todo lo que se perdió, sino causando preocupación en los moradores de comunidades que dependían económicamente de los servicios que prestaban a sus visitantes.
Pedro Quiñónez, dedicado a la venta de comida, esperaba sentado al pie de su local en el malecón de Atacames. El panorama lucía desierto, apenas cuatro comensales llegaron hasta su local y en lo que va de la semana, la cifra no llega a 50. Antes lo visitaban como mínimo 500 personas semanales. “Hay días en los que no he venido a trabajar y no es por vago, ni mucho menos, es porque no hay nadie a quién servir”, comentó el hombre.
El panorama se repite en otras playas de la provincia. En Mompiche, Juan Ortega reportó que quienes llegan a su restaurante no son turistas. “Las personas de los medios o quienes llegan a dejar ayuda solo vienen a almorzar, pero no hemos contado con presencia de turistas, es solo gente que está de paso”, dijo.
Y es que no solo los moradores de estos sitios han ‘huido’ por temor a que se repita el terremoto, los turistas también temen que algo pueda suceder si es que regresan. “Lo que nos han dicho quienes han pasado por aquí es que la gente también tiene temor de venir, pero eso nos perjudica, esperamos que pronto pase el miedo”, continuó.
Byron Aparicio, alcalde de Atacames, informó que las réplicas pueden repetirse durante dos semanas más y que, “primero, por el luto por las vidas perdidas, y luego por una cuestión de seguridad, está suspendida la atención en los locales de entretenimiento en las playas”. Asimismo, anotó que existen otras actividades económicas que necesitan un impulso. “La pesca o venta de artesanías también son fuentes de ingreso, si los turistas ayudan a nuestros trabajadores de esa manera, las localidades empezarán a activarse”, comentó el funcionario.
Ingresos diarios
En la isla de Portete, a pocos minutos de Muisne, los botes turísticos están amarrados, pues no hay turistas que lleguen a utilizarlos. Marco Sosa y su hijo Eduardo ganaban en promedio 20 dólares diarios trasladando personas al otro lado de la isla y cuidando los carros de los viajeros, pero ahora no hay nadie a quien prestarle sus servicios.
“En estos días llegaron quizás unos 150 turistas, pero para la cantidad de locales y hoteles que hay, eso no significa nada, hay sitios que llevan días sin producir un dólar”, manifestó Marco.
El otro lado de la isla presenta daños en sus estructuras, lo que significa no poder ofrecer estadía incluso si llegaran comensales. “Pero si vienen a usar otras ofertas turísticas, como la alimentación, ya es algo. Para poder reconstruir necesitamos trabajo”, añadió Eduardo.
El Ministerio de Turismo constató que, entre los problemas que dejó el terremoto, está el desempleo, pero existe un plan de trabajo. Representantes de la institución gubernamental informaron que se contratarán asesores en materia de turismo y se emprenderán campañas de turismo solidario. Es decir, si las personas quieren ayudar, una de las maneras es regresando a los balnearios.
Así han pasado 11 días del terremoto, solo esperan que pronto su situación cambie y puedan retornar a sus trabajos.