El puente peatonal ubicado en la intersección de las calles Antepara y García Goyena, sur de Guayaquil, no es más que una muestra de desolación: nadie lo usa, está lleno de basura y hasta los vecinos le temen.

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Esta obra, construida hace aproximadamente 10 años, según los moradores representa “inseguridad y suciedad” para ellos. A lo largo de la construcción, en las rampas y partes planas, se observan desperdicios, botellas y hasta pertenencias de personas que supuestamente ocupan el puente como vivienda.

“Esto es insoportable, pero ya nos hemos cansado de pedir ayuda. Lo hemos hecho un montón de veces y el puente ahí sigue”, dice María José Pérez, quien reside a pocos metros. “Yo nací y vivo aquí, conozco de cerca los inconvenientes diarios por este puente”, insiste la ciudadana, con más 30 años en la zona.

Según Pérez, este paso a desnivel, pensado para facilitar el traslado de personas con movilidad reducida hacia Serli (Sociedad Ecuatoriana Pro-Rehabilitación de los Lisiados), edificio ubicado junto al puente, no cumple su función, pues asegura que ninguna persona, ni siquiera con discapacidad, se atreve a cruzar por allí.

Ella afirma que este es un lugar propicio para robos, por la gran cantidad de espacios de esta estructura que sirven como escondites de ‘choros’, lo que ahuyenta de la zona a cualquier peatón. “Cada vez que se escucha un grito sabemos que le robaron a alguien. ¡Y ni siquiera es que haya subido!”, menciona.

El pasado domingo 24 de agosto una joven también fue asaltada mientras caminaba a lo largo de la calle Antepara, lo que confirma lo dicho por Pérez. La víctima solo alcanzó a pedir auxilio con un grito y los vecinos reaccionaron asomándose para ver qué ocurría, pero eso no evitó que los ladrones la ‘pelaran’.

¿Qué es lo que se ve en el puente?

Pero los robos no son lo único que molesta. Además el puente es frecuentado por consumidores de droga, que para colmo hacen sus necesidades biológicas ahí mismo. “Ya no solo molesta por la inseguridad, sino por el hedor que emana y que invade las casas de los alrededores”, denuncia.

En un recorrido realizado por EXTRA, este último dato mencionado por Pérez fue corroborado, pues en la parte baja de uno de los ingresos al puente peatonal el olor a orina y heces molesta. La ciudadana, por su parte, dice que cada lunes llega un tanquero a lanzar agua al puente y los encargados de la maquinaria se encargan de barrer la construcción, pero eso no siempre elimina el mal olor.

Rosa Bajaña, también residente de García Goyena y Antepara, concuerda con Pérez y asegura que por su avanzada edad el puente le sería de ayuda para cruzar la calzada. No obstante, debido a las condiciones, prefiere cruzar por la calle, arriesgando su vida. “Evito a los ladrones, pero no los accidentes”, admite.

La adulta mayor, quien se estableció hace dos años en el barrio, lamenta que ni siquiera puede salir a pasear con su gato, pues tiene miedo que la ataquen las personas que pernoctan allí. “Pedimos que intervengan, aunque sé que ya no es nuevo el pedido. De alguna manera ayúdennos a estar más tranquilos en nuestras viviendas”.

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