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Escaparon de la droga aprendiendo quichua
Grupo de consumidores en tratamiento recibió clases de este idioma nacional por cuatro meses.
Entre aplausos, gritos e interpretaciones musicales, 45 residentes de un centro de tratamiento para el consumo de drogas culminaron un curso básico de la lengua quichua. Los internos recibieron las clases durante cuatro meses, los jueves de cada semana durante dos horas.
Al grito de jatarichi aumanta (levántate sabio), los estudiantes se motivaban para iniciar cada sesión. Los aprendices iniciaron las jornadas con la curiosidad por descubrir el idioma autóctono del que apenas conocían el nombre.
“El quichua no es solo de los indígenas, es nuestro también”, opinó Kevin, un estudiante de 23 años, quien lleva seis meses internado.
El segundo piso de la Casa de Reposo Abrigo del Altísimo, en la cooperativa Julio Potes, sector del Guasmo, al sur de Guayaquil, fue el sitio escogido para el acto. Los 45 jóvenes estaban sentados en sillas plásticas. Las paredes del reducto tenían mensajes bíblicos. Es para dar esperanza y fe al proceso de rehabilitación.
La ceremonia empezó, como cualquier acto cívico, con la entonación del Himno Nacional... pero claro, ¡en quichua! Sumak llakta kantami napanchik (Salve oh patria, mil veces, oh patria). Con las manos puestas en el pecho, a la altura del corazón, empezó el canto. Las voces retumbaron en el reducto, fuertes como grito de guerra militar.
¿Cuántos están libres hoy?, preguntó Tirzo Lucín, el instructor, al continuar la actividad. Amén, contestaron los muchachos. Uno a uno se presentaron. Luego dieron gracias a los directivos de la institución por las charlas recibidas.
La ocasión fue especial, no se trataba solo de la culminación de las clases. Fue la comparación de dos momentos de vida: el desconocimiento del quichua es como la etapa oscura de la adicción.
Ahora que esta lengua no les es del todo extraña, la comparan con el tiempo de renovación que viven a partir del tratamiento.
“Cada día pongo de mi parte para salir de aquí como una nueva persona, con nuevos pensamientos para tener una mejor forma de vivir”, reflexionó Kevin, quien consumía marihuana y heroína antes de ingresar al centro.
El chico aspira a ser ingeniero mecánico o periodista deportivo. Y ahora el quichua es su nuevo reto. Quiere aprenderlo por completo cuando termine su recuperación.
“Estaba perdido. Ahora míreme aquí con mis compañeros, siendo otra persona y hasta hablando quichua”, mencionó Vicente, otro interno de 23 años.
Anhela ser médico, para aconsejar y tratar a quienes consumen heroína, como fue su caso. Pero eso es pasado, dice, porque ahora será un mejor padre para sus dos hijos y un mejor esposo.
Antes de concluir la actividad, las 45 voces se hicieron oír una vez más. “Soñé en leyendas de oro e imperios lejanos. Sentí que mi raza indomable no se sometía”, cantaron.
Era el tema que interpretó el indígena otavaleño Jesús Fichamba, cuando ganó el concurso OTI Internacional, realizado en Madrid, España, en 1985.
Algunas palabras en quichua:
Yapachik: ganador
Achik tayta: padrino
Allku: perro
Asina: reír
Ayllu: familia
Bacha: tiempo
Chari: frío
Churana: ropa
Churi: hijo
Hatun mama: abuela
Inti: sol
Kari: hombre
Kullki: dinero
Kusa: esposo, marido
Mama: madre, mamá
Puncha: día
Ruku: viejo
Warmi wara: blusa
Yaku: agua
Yanuna: cocinar