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Diario Extra Ecuador

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¡Un cementerio de la comunidad!

La magdalena tiene su propio ‘paraíso’ para los muertos desde hace 112 años. El espacio está a cargo de una directiva, realizan ayuda social para quienes no tienen recursos económicos para sepultar a los suyos.

Existe una nueva ala, donde las lápidas deben ser del mismo modelo para mantener el estilo.

Existe una nueva ala, donde las lápidas deben ser del mismo modelo para mantener el estilo.Gustavo Guamán / EXTRA

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En la entrada un nuevo letrero invita al ‘Paraíso de La Magdalena’. Es un arco grande desde donde se puede ver la pequeña ciudadela ‘habitada’ por muertos.

Por allí camina Norma Méndez, quien vive y cuida el sitio desde hace 20 años. Ella hace rondas todas las noches antes de irse a dormir. “No he tenido ningún susto, de los vivos hay que tener miedo”, dice confiada la mujer de 45 años.

Sin embargo, el cementerio no siempre estuvo tan bien cuidado. Antes, según cuentan los moradores, era prácticamente un terreno baldío donde la gente botaba la basura y los ‘chumaditos’ entraban a beber. Ante estas denuncias, el Cabildo lanzó un proyecto de convertirlo en parque en 1973.

Adolfo Chuquimarca, actual presidente de la directiva que administra el lugar, se enteró de esto y decidió salvar el cementerio, pues su padre había sido enterrado allí pocos meses antes.

“Mi papá era uno de los músicos principales de la banda de La Magdalena, no podía permitir que lo boten”, cuenta Adolfo. Entonces informó a la comunidad y los reunió para impedir que reubiquen el camposanto. Los vecinos organizaron la primera minga el 22 de agosto de 1974.

Así, el lugar se fue adecentando y tomando la cara que ahora tiene, pues los moradores, con pala en mano y recolectas, construyeron el cerramiento y los nichos. Pero no fue hasta el año 2000 que el terreno fue reconocido como propiedad comunitaria, luego de un litigio en contra de los sacerdotes que regían el cementerio.

“La primera compra la hizo el padre José Avilés en 1906”, relata Adolfo, quien ‘ha dejado su vida’ en este cementerio. “Mi mujer me dice que más paso aquí que en la casa”, bromea.

Servicio social

Gladys Ordóñez, coordinadora del Comité del barrio, afirma que el cambio en el camposanto ha sido significativo. “Antes hasta daba miedo entrar”, dice.

Pero ese no ha sido el único avance. En el lugar cuentan con sala de velaciones, cofres mortuorios, capilla y arrendamiento de nichos a precios económicos para personas de pocos recursos.

“Aquí evaluamos los casos y prestamos ayuda. La gente no siempre tiene para gastar miles de dólares en un funeral”, comenta Adolfo. Además, cuentan con un salón de uso múltiple para misas de honras o reuniones de los socios y se está tramitando la habilitación de un consultorio médico para personas de economía limitada.

Anécdotas

Norma Méndez le tiene cariño al lugar y dice que no ha sido difícil residir ahí. “Ya me acostumbré a decir que vivo en el cementerio”, expresa. Nunca ha visto un ‘almita’ circulando por esos lares.

Solo una vez cuenta que un borrachito se había quedado dormido en uno de los nichos y antes del amanecer le golpeó la puerta para que lo dejara salir. “Ahí sí me llevé un gran susto”, relata.

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