Las abuelitas usaban el ‘mate ancho’ para transportar agua, pero Raúl Villena, emprendedor, le ha dado una nueva utilidad a este fruto: vende vino, mermelada y jalea de mate. “Es para consumo de personas que buscan tener una mejoría con alguna enfermedad. Por ejemplo, para mujeres que sufren de problemas en su aparato reproductor o hasta personas con cáncer”, promociona.

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Como estrategia, él ha optado por ubicarse en los exteriores del edificio de consulta externa del Hospital Teodoro Maldonado Carbo, en el sur de Guayaquil, para vender los productos que, según dice, tampoco fueron una creación suya. 

“Los conocí hace más de seis meses a través de la señora Janeth Macías y su hermano. Él fue el que, experimentando un remedio para un mioma que le había sido detectado a su esposa, se dio cuenta de que esta planta, además de funcionar como utensilio, también tenía su ‘cuota’ medicinal”, reseña.

¿Cómo conoció Raúl Villena a la familia Macías?

Raúl cuenta que la familia Macías, residente de El Carmen (Manabí), decidió probar el líquido resultante de la cocción durante al menos seis horas del fruto. 

“Decimos que es vino porque es un remedio fermentado, que igual tiene una parte espesa de la que resulta la jalea y la mermelada. Cuando se lo prueba no tiene sabor, pero su característica medicinal es innegable: el mioma de la señora de Macías se redujo y no fue necesaria ninguna intervención”.

Raúl, al conocer de esta historia, confió y se convirtió en el distribuidor de este brebaje en el sur de la urbe porteña. Él se ubica todas las mañanas en los exteriores de la casa de salud y sostiene que logra vender al menos 10 botellas diarias.

 “Hay personas un poquito incrédulas (risas), que hasta cuestionan de que no está bien hecho el producto. Lo importante es que al probarlo llegan con las noticias de que sí les ha funcionado”. El comerciante añade que es necesario refrigerar este producto porque, de lo contrario, continuará el proceso de fermentación, lo que generará gases que harían ‘explotar’ la botella.

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