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367 rescates de animales se produjeron el año pasado en Quito.Fotos: Ángelo Chamba / EXTRA

¡Los ‘ángeles’ de los animales en peligro!

La unidad de rescate de fauna urbana atiende un caso al día. EXTRA habló con los héroes de los ‘peluditos’ y cuentan sus historias personales, retos y la respuesta de la gente.

A 250 metros de profundidad estaban los animales: temblorosos, sucios, con las costillas marcadas bajo el pelaje... Habían pasado dos semanas en una quebrada en Cuzubamba, cantón Cayambe, norte de Quito, cuando el bombero Bryan Cevallos los sacó.

Él es uno de los nueve rescatistas que, desde hace cinco meses, forman parte de la Unidad Canina de Bomberos Quito, dentro de una brigada que cumple con la recuperación de perros, gatos, aves, vacas, cerdos y caballos en lugares de difícil acceso en la urbe. Al momento llevan 150 animalitos salvados.

Cevallos asegura que su laborar evita que la gente ponga en riesgo su vida para llegar hasta su mascota como aquella vez en la quebrada de Cuzubamba.

Durante días, los vecinos de aquel lugar habían intentado aproximarse a los perros, pero la lluvia y la resbaladiza pendiente no lo permitieron. Estaban desesperados...

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A nadie se le había ocurrido buscar ayuda en los equipos de emergencia, pero en cuanto llamaron al ECU-911, la unidad especializada en rescate de fauna en riesgo acudió al sitio. Ese día, Cevallos iba a bordo de la camioneta negra que en 25 minutos llegó al destino.

Abajo, el bombero se encontró con una escena enternecedora: dos animalitos, madre e hijo, tiritaban del frío. “Ellos te dan las gracias con la mirada, no se necesita nada más”, explica Bryan, quien lleva seis años en la institución.

Como todos los uniformados recibió capacitación para esa labor que se hacía en cada uno de los destacamentos de la capital, pero que hoy tiene un equipo de ‘ángeles’ especializados.

Cevallos cuenta que, al momento, lleva 20 rescates. No vacila en su respuesta. “Claro que vale la pena. Salvamos una vida”, dice.

Aunque a la mayoría de mascotas, un dueño angustiado, la espera al otro lado del peligro, han atendido también casos de criaturas abandonadas. “Urbanimal se hace cargo después y los pone en adopción”, añade.

La jornada

Los nueve bomberos que pertenecen a la brigada cumplen turno de 48 horas, así que cada dos días Byron sale de su casa, ubicada en Chillogallo, rumbo a la Mitad del Mundo, donde está la sede de los rescatistas.

Allí se encuentra con su colega Ronald García, quien hace cinco años llegó desde su natal San Pedro de Guaca, en Carchi. Desde niño es amante de los animales. Le encanta su trabajo.

En los últimos meses, García ha salvado 10 mascotas, pero recuerda un caso en particular. Era un gatito atrapado en la copa de árbol. Él debió esperar casi 30 minutos para que el felino descendiera hasta alcanzarlo. Cuando El animalito estuvo en tierra huyó de ahí. “Nadie lo esperaba abajo y es triste porque sientes que no pudiste cambiar su vida”.

Pese a esa dura experiencia, también ha sido el protagonista de momentos buenos. En una ocasión sacó un cachorro de una quebrada. Afuera, su dueña –una niñita de 7 años– lo esperaba con una sonrisa. “La mayoría de gente es humilde, muy grata, hasta preguntan cuánto le debo, pero este es nuestro trabajo”.

Aunque la mayoría de gente queda conforme con la labor que desempeña el grupo, no todos lo entienden. “A veces la familia y los amigos dicen: ¿y por un perro te metes a la quebrada, te ensucias y arriesgas la vida?, ellos no han visto el otro lado, no lo aprecian”, menciona.

El equipo

David Durango está a cargo de la unidad y revela que en Quito se realiza, al menos, un rescate al día. A veces los sacan de quebradas, otras de alcantarillas, incluso de tuberías... “Generalmente llegan allí por descuido de la gente, ya que no tiene a sus mascotas en lugares adecuados... Solo un 10 % de animales ha sido puestos en zona de riesgo por temas de crueldad o abandono”, explica.

Aun así, el equipo está preparado para todas las situaciones y hoy cuenta con artículos especializados como arneses, bozales, redes y guantes para evitar que alguna de la especies asustadas pueda atacar a su salvador. “Antes los sacábamos en costales con las cuerdas”, detalla.

Lo que a Durango le apena es no poder hacer un seguimiento adecuado de los rescates, ya que al liberarlos de los sitios agrestes termina su competencia.

“Sería bonito saber si los animalitos consiguieron hogar”, resalta el uniformado, quien lleva 16 años en la institución.

Hoy, su jornada se divide entre dirigir a la brigada de rescate y entrenar a los canes que se dedican a la búsqueda de personas en zonas de deslave, estructuras colapsadas o desaparecidas. En el centro de adiestramiento actualmente hay diez perritos. (AAM)