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“¡Creo que visité el más allá!”
Segunda parte. La comunicadora, quien estuvo un mes en coma, recuerda escenas terroríficas. Entre esas, vio un ente que la miraba fijamente con ojos que destellaban una luz intensa. También observó cómo preparaban su entierro y su bóveda para sepultarl

Noventa kilos pesaba cuando me realizaron la operación.
Después de dos días de haberme sometido a la operación de reducción de estómago, entré en un coma profundo. Por razones aún no del todo claras, me zambullí en la inconsciencia absoluta y, por así definirlo, en un mundo irreal.
El sin sentido reemplazó lo coherente. Lo que veía ‘no tenía ni pies ni cabeza’. ¡Todo era descabellado! Así me visualizaba acostada en una clínica ‘de mala muerte’ y no en la casa de salud que me acogía.
La habitación del hospital donde me encontraba, por un momento se convirtió en la sala de velación de un cementerio, donde vi llegar, en un solo día, seis ataúdes para igual número de asesinados.
Pero lo más feo pasó después. De pronto, apareció la figura de un extraño hombre, muy parecido al astrólogo puertorriqueño Walter Mercado. En mi alucinación se llamaba Abraham Lincoln, como aquel legendario presidente de Estados Unidos, aunque era un cura que había sido convocado para oficiar una misa de cuerpo presente a los seis muertos.
Lo raro era que el diabólico ser no elevaba plegarias a Dios por las 6 almas, sino que clavaba su miraba en la cama donde yo estaba. ¡Vaya pesadilla!
Sus ojos destellaban una luz intensa e intermitente que me aterrorizaba. Por eso me tapaba de pies a cabeza. Presa del pánico imploraba a Dios para que tuviera misericordia y me salvara. Para mí, esa horrorosa y extraña figura era la muerte misma que quería llevarme.
En otras ocasiones ‘visualicé’ más cadáveres: por accidentes, asesinatos y por enfermedades. Y en medio de esa guerra con la muerte, veía, además, a unos angelitos que jugaban atrás de mi cama.
A mi hijo, Ronny, de 14 años, también lo vi. Unas veces vestido de enfermero y, otras, de auxiliar de limpieza. No entendía por qué se vestía así. Y cuando trataba de llamarle la atención, me pedía silencio para que no descubrieran que era un infiltrado que se inventaba las mil maneras para ver a su mamá. Hoy, creo que ellos eran los ángeles que luchaban por mi vida.
Los días pasaban y yo continuaba ahogada en una inconsciencia de la que parecía nunca iba a despertar en la Unidad de Cuidados Intensivos de un hospital del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS).
Los médicos daban sus diversos criterios. Pocos esperanzadores. Afuera, en los pasillos de emergencia del hospital, mi familia lloraba e imploraba un milagro. Mi ‘muñeca’, Carol, pese a que se mostraba fuerte, se desvanecía. Se transformaba en un mar de llanto cada vez que escuchaba los pronósticos médicos.
Fue un mes duro donde todos: familiares y amigos, sufrieron por mi supuesta inminente partida al más allá. Muchos se unieron para pedir a Dios que me concediera el milagro de seguir viviendo. En cadenas de oraciones, misas y cultos imploraban por mí.
Visualizaba a los médicos vencidos en su lucha por mi vida que hasta le pidieron a mis familiares que los autorizara para desconectarme. Nadie quería, pero, al no haber otra alternativa, cedieron.
Solo mi Carol no estaba de acuerdo con ello. Yo la sentía destrozada en su alma. No paraba de llorar. Era un dolor que también despedazaba mi corazón y yo no podía hacer nada para remediarlo, porque no tenía aliento ni para consolarla. Y claro, pues estaba ‘más allá que acá’. Mientras tanto, yo seguía ‘muerta en vida’.
Visiones trágicas
La más terrorífica visualización la tuve después. En mi profunda inconsciencia, vi que me sacaron del hospital caminando, me llevaron a la sala de velación de un cementerio y me metieron como en una urna inmensa de cristal.
Me sentaron y cerca de mí dejaron como una especie de sahumerio. Decían los médicos que apenas se extinguiera el humo, moriría.
Resignada, esperaba a la muerte que viniera por mí. Solo le dije a Dios que si ese era su deseo, yo obedecería su voluntad. En tanto, a través del cristal, miraba a un albañil que preparaba la bóveda donde sería mi descanso eterno.
El humo, después de un buen rato de inhalarlo como nebulización, se extinguió, y yo, para mi felicidad y la de mis seres queridos, ¡no morí! Tras casi un mes de librar una dura lucha contra la muerte, vencí gracias a Dios.
Abrí mis ojos. Trataba de ubicarme dónde estaba. Recordé de pronto la operación a la que me había sometido y pensé que me estaba despertando recién del efecto de la anestesia.
Ignoraba totalmente todo el dolor que le había causado a mi familia y a mis amigos, tal vez, por culpa de una bacteria que desencadenó en una neumonía bacteriana.
Hasta ahora no puedo descifrar todo lo que ‘visualicé’. Solo sé que por esas oraciones de mis seres queridos y amigos, elevadas al Creador para implorarle por mi salud, renací y el 11 de abril pude llegar a mi medio siglo de vida.
Ahora, soy feliz. Nunca me cansaré de agradecerle a mi Dios por permitirme perder, hasta ahora, 22 kilos pero, sobre todo, por haberme concedido el milagro de seguir viviendo.
“Una lucha espiritual terrible”
Para el pastor de la iglesia Misión Internacional Casa del Padre, Dionisio Chalén, no era mi hora de partir. Dios tuvo que permitirme llegar hasta allá para que pueda yo entender que tengo un propósito aquí.
“Las personas, cuando pasan por estas situaciones, entran en una etapa de misericordia de parte del Dios Todopoderoso, quien no quiere que nadie se pierda, que desea que se arrepientan para vivir con él eternamente. Pero, así como Dios está interesado en salvar vidas, asimismo el Diablo quiere llevarse a la gente a la condenación eterna.
Por eso, fui al hospital a orar por ella y dejé al grupo de oración de mi iglesia orando también. Cuando regresé, la líder Kaynata Echeverría me contó que en el mundo espiritual percibía a la muerte que se la quería llevar. Y eso se confirmó con lo que ella cuenta de sus visualizaciones.
Al final, con las oraciones fuertes que hizo el grupo, los hermanos pudieron sentir la convicción de que la muerte la había dejado y fue en el momento en que ella vio ángeles que la asistieron.