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¡Se fue bailando cumbia!
Así lo había pedido Gloria López Reyes antes de partir hacia la eternidad.

‘La negra Rumelia’ fue una de las canciones que más se escuchó en sepelio de Gloria López Reyes.
“Viejo, cuando yo me muera, quiero que me entierren con música, con baile y alegría, porque yo soy una persona divertida”.
Así se lo recordaba siempre Gloria López Reyes a su esposo Gonzalo Manrique, mucho tiempo antes de caer postrada en una cama, producto de la diabetes que la venía aquejando desde hace 30 años.
El pasado martes 7 de julio, esta dura enfermedad presentó complicaciones y tuvo que ser derivada de urgencia a una casa de salud. “Tenía fuertes dolores en la espalda, no podía respirar bien, la intubaron, pero previamente nos pidieron la autorización”, indicó su esposo.
La familia recibió un alegrón, cuando les indicaron el viernes 12 de julio que ‘Goyita’, como le conocían cariñosamente, había mejorado. Sin embargo, la noche del sábado 13 de julio, la noticia que no esperaban fue dada por los médicos. Cerca de las 21:30, falleció producto de múltiples paros cardíacos.
“Aún estamos consternados, no podemos asimilar. Es una dura perdida para la familia y la gran cantidad de amistades que tenemos”, lamentó el esposo mientras sostenía un retrato de su esposa.
Una promesa
Invadidos por el dolor, Gonzalo recordó la promesa que le había hecho en vida a su compañera de vida. “Si no le cumplíamos, ella nos había advertido a todos que nos iba a jalar las patas y nos hacía asustar”.
Fue así como el martes 16 de julio, en el Cementerio General de Manta, provincia de Manabí, en la última morada de doña Gloria, los deudos decidieron rendirle un homenaje post mortem.
La cumbia que era su ritmo favorito en la pista, se escuchaba por todo lo alto. Un parlante con varias canciones que a ella le gustaban fueron colocadas en su despedida de la vida terrenal.
“Sácala, sácala, sácala y verás, y verás y verás cómo se mueve, esa negra Rumelia es pura candela, candela, candela para bailar”. Ese tema de la cumbia de antaño era su favorita. El día de su entierro no pudo faltar.
En medio de la música, varias mujeres, amigas de la difunta, agarraron el ataúd en sus hombros y lo movían al compás de la famosa canción ‘La negra Rumelia’. Las lágrimas de sus amistades caían en la calle adyacente al camposanto. Los allegados aplaudían y cantaban, otros se abrazaban y se daban apoyo.
“Nos sentimos tranquilos porque cumplimos con la promesa. Ella descansa en paz, fue así como nos pidió”, expresó su nieta Liseth Guevara.