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Las fantasías eróticas también están al alcance de un clic
La colombiana Lena Nell contó a Extra cómo empezó en este negocio virtual. Su mamá es su cómplice en este trabajo, ya que ella recibe los juguetes sexuales que su hija encarga para las sesiones.
El tutú no solo mostraba el contorneado trasero de Lena Nell, una hermosa colombiana que compensa su pequeña estatura con unos tacones transparentes, aquella faldita de tul apenas ocultaba su sexo.
Su silueta se asemeja a la de una bailarina de cajita musical, figurilla que gira al son de una melodía. Un brassier de encaje blanco —igual que su diminuto vestido— deja ver con discreción parte de su busto.
Borró la palidez de sus mejillas con un poco de maquillaje y quedó lista para mostrarle al público quiteño, durante la Sexpoerótica que se realizó hace unas semanas, su trabajo como chica webcam, ocupación que es muy común en su país, en especial en Bogotá, de donde es oriunda.
“Soy diseñadora de modas, pero como no tenía trabajo, opté por esto”, confesó. Esa necesidad la empujó a mirar en Internet fuentes de empleo y en un parpadeo vio la posibilidad de mostrar su cuerpo a cambio de dinero.
Se arriesgó y envió un mensaje. Con discreción comentó que tuvo una entrevista en persona con el encargado de la página en donde vio a aquellas mujeres que ofrecían desnudarse por plata. “Fue muy amable, nunca me tocó y no tuvimos nada”, aclaró.
El puesto fue suyo. Lena, quien no proporciona su nombre real por política de su ocupación, comenzó en el mundo del porno virtual hace seis años. En ese entonces tenía 22 y muchas ilusiones de mejorar su situación económica.
Los dueños de esos sitios web tienen una casa grande. A cada una de las chicas les asignan una habitación y, en lugar de tener contacto físico con los clientes, ellas chatean con ellos, quienes pagan los servicios sexuales virtuales. “Les cumplimos muchas fantasías”, describió Lena.
Si un hombre —que por lo general son los clientes frecuentes— le pide a la chica que se desvista, ella lo complace. Si el deseo del usuario es que la joven se vista como enfermera, stripper, monja... también se lo cumple sin problemas. “Una vez me dijeron que sea la mujer invisible”, recordó risueña.
Eso le convenía, porque para ganarse el dinero tuvo que ingeniárselas. Mostraba solamente el sostén, escondiéndose detrás de la computadora. Después enseñaba la tanga y fingía que no estaba presente. Los sutiles movimientos en el cuarto eran la prueba de que la invisibilidad había tomado su cuerpo.
Los petitorios son fuera de lo común. El último que le hicieron fue colocarse cintas en el cuerpo con el fin de que el cliente la desmembrara de manera virtual. “No me gusta que me pidan cosas con la zoofilia o pornografía. Muchas veces me han dicho que tenga intimidad con una chica o un hombre, pero trabajo sola”, comentó.
Trabajo sexual
Lena no teme decir que su profesión la acerca a la prostitución, a pesar de que no se concreta el encuentro sexual con la persona que está al otro lado del monitor. “Están prohibidos los encuentros reales y pueden bloquear la página”, precisó.
Ella mantuvo una relación de dependencia con aquella agencia un poco más de dos años. Luego decidió independizarse, montando su propio estudio en casa. Adecuó su habitación para realizar los shows. Desde allí es donde se hacen las transmisiones, como un café net en el que la gente llega para conversar con sus familiares en otros países a través de Internet.
Los trajes que utiliza son variados. Pero lo indispensable para las sesiones son los juguetes sexuales. Consoladores, esposas metálicas y demás sirven para satisfacer al cliente.
Lena tiene dos tarifas debido a que se asoció a un par de plataformas de este negocio. En una cobra 2 dólares y en la otra son 2,50 por cada minuto de transmisión. En los demás sitios, en cambio, los cibernautas que pagan pueden ver los vídeos que han sido grabados anteriormente. O también pueden enviarle regalos a través de medios digitales. “Hay veces en las que se puede ver al cliente y en otras no”.
A pesar de la insistencia, la muchacha solo mostrará lo que el interesado esté dispuesto a pagar, conforme avance el diálogo. En muchas ocasiones, Lena se ha ‘pegado’ a la computadora desde las 16:00 hasta la medianoche e incluso la madrugada. “Se puede durar media hora, cuarenta minutos, cinco... todo es muy incierto”.
Su apariencia es importante para ser una webcam. Sin embargo, últimamente dejó el gimnasio porque sufrió una tendinitis en una de sus rodillas. Apenas se recupere volverá a las pesas para mantener su estilizada figura.
Entretanto, el resto de su tiempo lo ocupa para limpiar su casa, sacar a pasear a su perro rottweiler, lavar la ropa... todas aquellas cosas que no ha dejado de hacer y las cuales le encantan.
La confesión
Durante la Sexpoerótica, Lena fue vista en su stand como una celebridad, a quien pedían fotografías. Ella aprovechó para entregar tarjetas promocionando su trabajo sexual. Esa misma imagen de mujer seductora la transmite en sus redes sociales, a pesar de que un buen tiempo se mantuvo en el anonimato para su familia.
Hace un año y tres meses hubo una convención de las muchachas que se dedican a este negocio. En esa ocasión todas fueron vestidas como un día normal. Pero alguien le tomó una fotografía, la subió a redes sociales, su sobrina la identificó y le contó a su madre (hermana de Nell).
Las charlas que les dieron en el evento que la delató sirvieron para confesar el trabajo que ejercía. Por eso, primero conversó con su ñaña y dijo que la iba a apoyar, aunque su preocupación era su madre. “No sabía cómo decirle que soy prostituta, pero por Internet. Ella no sabe mucho de ese asunto”, rememoró.
Lena se armó de valor. Invitó a la mamá a su hogar y le comentó a lo que se dedicaba. El shock duró poco tiempo y ahora es una de las mayores motivadores de su profesión.
Ella se encarga de recibir los paquetes de juguetes sexuales que pide por Internet y le llegan desde Estados Unidos. “A veces mi mami me dice que le deje ver la habitación donde transmito para saber cómo quedó decorada”, contó.
Por el momento no piensa en retirarse de este negocio. Ama lo que hace y más ahora que tiene el respaldo de su familia, a quien apoya con lo que gana. Es feliz siendo soltera y cumpliendo las fantasías de sus clientes ‘calientes’.