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Silbatazo para ahuyentar a los morbosos

México (AFP)
Con rabia en la mirada por los abusos sexuales sufridos en el metro de la Ciudad de México, Angélica Hernández, una joven delgada, esperó inquieta su turno para recibir uno de los miles de silbatos de alarma distribuidos en la entrada de una estación peligrosa de la mega urbe.
El silbato constituye uno de los últimos intentos de la alcaldía para combatir el acoso sexual en el caótico metro capitalino, que usan por día 5,5 millones de personas, y otros espacios públicos. En la primera etapa del programa iniciado esta semana se distribuirán 15.000 silbatos de plástico bajo el lema ‘Vive segura’.
El objetivo es “pasar del silencio al ruido. Es un asunto de todos que las mujeres vivan en paz en el transporte público”, argumentó Patricia Mercado, secretaria del gobierno de la Ciudad de México.
Antes de una cita con un paciente, con el tiempo en contra, Hernández, una psicóloga social de 30 años, hizo la fila para obtener un silbato a cambio de dar sus datos personales.
Vestida con una sobria falda y suéter azules, Hernández relata cómo, en uno de los abusos que sufrió, un día que estaba muy lleno el vagón, entre la apretada multitud sintió que le tocaron sus “partes íntimas”. Los abusadores olvidan “que vienen de (que nacieron de) una mujer”, dice con furia contenida.
“Yo esperaría que la autoridad llegara (al soplar el silbato), muchas veces las autoridades no se meten (actúan) en el momento en el que una mujer está sufriendo un abuso”, afirma.
“Más alumbrado público”, pidió a las autoridades Angélica Hernández antes de sumergirse en los laberínticos andenes del metro Pantitlán.
A pesar de la separación por vagones entre mujeres y hombres, en algunas estaciones y en los horarios con mayor afluencia, los acosadores siguen filtrándose.
A más ruido, más atención
El alcalde, Miguel Ángel Mancera, fue blanco de cientos de burlas en redes sociales cuando anunció en mayo el programa de los silbatos. Bajo la etiqueta #ElPitoDeMancera, los internautas criticaron esa medida argumentando que deja en manos de las mujeres su seguridad, pero para Mancera esas críticas ayudaron a visibilizar el acoso callejero.
Algunas usuarias del metro capitalino -vigilado por 1.885 policías-, sienten que el silbato les da una sensación de mayor seguridad, aunque no del todo.
En un país donde a diario se reportan mujeres desaparecidas y asesinadas, las mexicanas consultadas en el metro, silbato en mano, coinciden, en su mayoría, que ese pedazo de plástico no es suficiente para frenar las inclementes manos de acosadores.
Cuando una mujer pide auxilio en un espacio público, “nadie le hace caso, pero si ven o hago un ruido con el silbato, a lo mejor sí llamo más la atención y me ayudan”, comenta Remedios Ramírez, de 35 años, una trabajadora de limpieza del metro Pantitlán, uno de las principales estaciones de ese transporte.
En 2015 se denunciaron 1.800 abusos sexuales callejeros en la Ciudad de México, de los cuales el 24% se perpetraron en el metro, según una encuesta oficial, pero la cifra podría ser más alta porque muchos casos no se denuncian.
El problema del acoso callejero “tiene que ver con la estructura de las sociedades donde se establece que las mujeres tenemos menos valor”, considera Margarita Argott, coordinadora de Movilidad Segura del Instituto de Mujeres del gobierno de la ciudad.