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435 libras de sufrimiento

Logró bajar 79 kilos para que le realicen un bypass gástrico. Su meta es recuperar a su amado hijo que se ausentó de su lado.

Foto de Sistema Granasa
María Belén Trávez en compañía de Luz Flores, otra persona que también fue intervenida. 2. La cédula de su hijo es lo único que le queda de él.

Cuando ingresó a un hospital de Quito, una veintena de ojos recorrieron su robusta contextura de 435 libras. Las miradas le parecieron dagas atravesándole la piel. Eso sintió María Belén Trávez, de 34 años.

Ya han pasado más de dos años desde aquel día en el que tocó fondo. Entonces, se separó de su esposo, dejó la capital y perdió a su hijo. La vida “no tenía sentido” para ella y se instaló en una cama a llorar sus penas. “Yo pesaba 435 libras. En esos días mi cuerpo se desbordaba de la camilla”, revela ahora con 79 kilos menos.

Fueron sus hormonas en ‘guerra’ las que le ocasionaron obesidad mórbida. En menos de seis años ella triplicó su talla y ya no podía ponerse en pie. “La gente juzga sin saber lo que uno está pasando. Me miran como si yo no fuera humana o no tuviera sentimientos”, describe devastada.

Un bypass gástrico promete devolverle la vitalidad que tenía cuando vivía en Quito y regentaba un cibercafé. María Belén suspira al recordar esos tiempos de estabilidad, independencia y, sobre todo, de cercanía con su hijo.

El muchachito se alejó de casa meses después del terremoto de abril de 2016. “No pudo soportarlo”, refiere la mujer sobre la cama de un hospital de Quito, en el que el lunes próximo le harán la cirugía para reducir el tamaño de su estómago.

Y es que las paredes de la pequeña casita en Pedro Vicente Maldonado se vinieron abajo con el sacudón. “Estábamos en condiciones muy malas. No teníamos agua ni luz y yo casi no podía moverme... Mi hijo me dijo que no podía más y que iba a regresar a la capital caminando”, describe la mujer aún apenada por los dos años de ausencia de su retoño.

Ahora sabe muy poco de él, apenas que vive en el sur de Quito. “Solo quiero estar en su vida, abrazarlo, saber cómo está. Quiero recuperarlo”, confiesa ella, acariciando la foto del chico, que hoy ya tiene 13 años.

La pequeña casa

En el kilómetro 108 de la vía a Pedro Vicente Maldonado está la comuna de Andoas. Allí una casita pintada en tonos naranja es el refugio de María Belén. Ella y su esposo la habían adquirido años atrás, pero no fue hasta la separación cuando la mujer debió mudarse, en compañía de su pequeño, a esa localidad a dos horas de la capital. La residencia no era muy grande y el tiempo deterioró los techos, puertas y ventanas. Pese a eso, ambos la adoptaron como su hogar.

Al principio la rutina era simple, el niño iba a la escuela, mientras ella comerciaba productos por catálogo. Sin embargo, poco a poco, la situación emocional de la madre empeoraba y los kilos de más le impedían moverse con libertad. Ahí fue cuando el niño huyó de la casa.

Los vecinos le ayudaron a buscarlo y lo hallaron detrás de una iglesia del poblado. “Ahí llamé a su papá y él fue por él... Me tiré el abandono, lloraba todo el tiempo. Me sentía sola: comía, vomitaba y otros días simplemente no comía”, explica.

Estaba en un “abismo sin salida” cuando los miembros de una iglesia bautista la encontraron. Ellos la llevaron al templo y a un hospital para que reciba atención médica que era necesaria.

Desde ese instante se hizo el propósito de transformar sus días. “Ingresé al programa del hospital (en Quito), me pidieron que bajara de peso para poderme operar y aquí estoy haciendo todo por volver a ver a mi niño”, manifiesta.

Un recuerdo que llevó a la casa de salud es una loncherita de su retoño. Le trae buenos recuerdos y le da fuerza para seguir adelante. “No tengo a nadie, mi papá tenía Alzheimer, un día salió y no lo volvimos a ver. Mi mami cuida de mi abuelito en la Costa”, agrega.

Por eso hoy, se ampara en el Salmo 91 para iniciar su nueva vida. “El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente...”.

La situación

Unas 97 personas esperan la cirugía que cambie su vida

Cuando Luz Flores se enteró de la presencia de María Belén quiso visitarla en su habitación del décimo piso de ese hospital. La halló sonriente sobre la cama 41. Hace un año, Flores también fue intervenida y pensó ofrecerle apoyo moral, más aún cuando se enteró de que la joven estaba sola.

Para Flores, la obesidad mórbida es una situación muy difícil de asumir. Incluso dice que existiría una lista de espera de 97 personas a quienes les realizarán el bypass gástrico. “Es una lucha constante. Siempre nos dicen que no hay insumos, que falta esto o aquello y le dan largas a la cirugía...

A mí me dijeron que después de ocho meses me haría una operación reconstructiva (para retirar la piel sobrante), pero hasta ahora nada”, comenta.