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Diario Extra Ecuador

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¡Quemó su propia casa!

El agreso tiene antecedentes de violencia intrafamiliar.

Adelaida Zavala Vera tuvo ocho hijos con el hombre que compartió 20 años de convivencia. Durante todo ese tiempo, dice, fue víctima de maltrato verbal y físico. No lo dejaba por miedo a morir. Él la amenazaba siempre.

Adelaida Zavala Vera tuvo ocho hijos con el hombre que compartió 20 años de convivencia. Durante todo ese tiempo, dice, fue víctima de maltrato verbal y físico. No lo dejaba por miedo a morir. Él la amenazaba siempre.Gerardo Menoscal / EXTRA

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Horas de la madrugada. Flor de Bastión. Noroeste de Guayaquil... Roberto A. Valero V. se paró frente a su casa en llamas cargando aún las dos pomas de gasolina que usó para causar el incendio, cuentan los vecinos.

Dio media vuelta y emprendió el camino por las polvorientas tierras de ese barrio popular de la urbe porteña. Desde entonces, nadie lo ha vuelto a ver.

El barrio se levantó a la par que las llamas abrazaban el cielo. Una curiosa recuerda al pie de las cenizas lo que fue el hogar de una familia de diez hasta ese día.

Ni los baldes con agua ni las ganas de ayudar a salvar las cosas fueron suficientes. Todo se quemó. La nevera de apenas cinco meses, los muebles, la cocina, los dos televisores, las cuatro camas, los seis colchones, la lavadora... Todo.

Chamuscado, amontonado como basura negruzca. Solo quedó el piso de tierra y la historia detrás del hecho. Durante dos décadas aquella casa incendiada fue el infierno mismo.

Una raya más...

Adelaida Zavala Vera anda por los 37 años. Es gruesa, de piel tostada y ojos tristes. El día en que su conviviente quemó la casa estaba en Milagro, donde una hermana. Siete de sus ocho hijos la acompañaban. La mayor, de 19 años, ya tiene compromiso. Todos son de él.

“No quería que me vaya ese día. Por eso lo hizo”. Habla en medio de los escombros, con la mirada gacha y la voz quebrada. Le brillan los ojos. Suelta unas lágrimas. Otra vez. Ha llorado constantemente las últimas dos décadas.

Y entonces empiezan a volar los recuerdos. A regresar como golpes, como llamas, a arder de nuevo en la piel. Su vida no ha sido un cuento de hadas.

Por ejemplo, nunca le permitió que se cuide de embarazos, por celos. “Yo soy tu marido”, le decía. “Yo los criaré”. Por eso el menor tiene apenas dos años. Luego viene uno de 5, otro de 7, una de 8, uno de 12, uno de 16, uno de 18 y la de 19, que vive al frente y le abrió su casa provisionalmente.

La suya era una vida de terror. Cada vez que tenía la oportunidad, Roberto la agredía. Tiene las manos quebradas producto de una fractura que él le ocasionó y una cicatriz de cuchillo asoma por su cuello, de las tantas peleas originadas por sus enfermizos celos. Eran tan fuertes que un día que la vio en la terminal la agarró del cabello y prácticamente la arrastró a la casa. “Solo porque había salido del trabajo media hora tarde”.

“Por miedo”

La pregunta de cajón tiene respuesta antes de llegar, como si Adelaida intuyera que uno no entiende cómo es que ha aguantado tanto. Y sin siquiera esperarla, contesta, como hablándose a sí misma: “No lo he dejado por miedo a que me mate”.

La única vez en que intentó separarse, hace doce años, fue a buscarla armado y atacó a un sobrino a balazos. “No lo mató, pero casi lo hace”, reconoce ella.

Familiares de él admiten que tiene antecedentes de violencia. Algunos vecinos incluso hablan de que hay historial delictivo, rumores que corroboraron sus parientes al confirmar que estuvo cuatro años en la cárcel hace algún tiempo.

Por eso el miedo de Adelaida, a quien la depresión de sentirse presa de su propia vida la ha llevado a querer matarse dos veces. La primera, con pastillas; la segunda, cortándose las venas. “Es que ya no soportaba esta vida así”, se justifica.

“Siento vergüenza de que sea mi hermano”

Roberto Valero Vera tiene 42 años. Es el cuarto de siete hermanos. Creció en Samborondón, en una familia que se tornó disfuncional por la separación de sus padres cuando él tenía 8 años.

Su hermano, Óscar Valero, recuerda a EXTRA que toda la vida fue muy agresivo, desde pequeño. “Si algo no le gustaba, golpeaba al otro y lo amenazaba de muerte”, cuenta.

Esta personalidad lo llevó a que su propia madre lo demande por agresión. Su hermano no profundizó en ese hecho, pero algunos vecinos que hablaron con este Diario contaron que “casi la mata” hace unos años.

En los archivos digitales de la Función Judicial, Valero tiene un registro de demanda por delitos contra la vida, de 2005. No se especifica qué tipo de infracción cometió, pero está confirmada su detención, que también su familia corroboró el domingo pasado.

“Siento vergüenza de que sea mi hermano”, resume Óscar, sin terminar de comprender cómo es que la ira lo cegó tanto que no tuvo reparos en quemar su casa con dos galones de gasolina.

Actualmente se desconoce el paradero del agresor, que ahora registra dos nuevas denuncias. Una de su mujer y la otra del dueño de la otra casa.

Dos familias con daños en sus viviendas...

José Gregorio Mite vive en una casa de caña justo a lado de la que quemó Roberto Valero. La madrugada del incendio pudo salvar a su niño de ocho meses y a su esposa.

También evitó que explote su tanque de gas, pero lo perdió todo: la ropa de su niño, dinero, artefactos e incluso una pared de caña.

Al otro lado, la casa de Susana Pozo, que sí es de cemento, también resultó afectada. Se le quemaron un colchón, sábanas y colapsó su sistema eléctrico. No tienen dinero.

Las tres familias reciben ayudas a los teléfonos: 0969822556, de Adelaida; 0981263416, de José Mite, y 0999314513, de Susana.

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