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¡Luis Galeas, el sobreviviente!

Creció en el campo e hizo el servicio militar. La madre del joven de 24 años, María, cree que eso lo ayudó a resistir, inmóvil, en la vegetación.

Foto de Sistema Granasa
Luis Galeas cumplió con el servicio militar. Su progenitora cree que eso lo ayudó a sobrevivir en la selva.Cortesía

Sobrevivió 180 horas en la selva amazónica. Inmóvil. Expuesto a las amenazas de las venenosas X. Sin agua y alimento. A más de 30 grados centígrados... Con el brazo izquierdo y las piernas fracturados, Luis Galeas se mantuvo a salvo en un hueco de 7 metros de profundidad durante ocho días. ¿Cómo? Esta es la historia del superviviente del que todos hablan en Sucumbíos. Empezó el 3 de noviembre.

Día 1. La mañana del sábado, Luis despertó en su habitación. Con 24 años y rodeado por dos parlantes de música, el joven se dio un baño y salió de su casa, situada en la parroquia Dureno (a unos 30 minutos en auto de Lago Agrio). Debía ir a trabajar donde un vecino, cuenta su madre María Fogacho. Al terminar, el joven regresó y, tras un largo descanso, se montó en su moto y volvió a salir.

Dicen –nadie lo confirma– que se fue a tomar “dos bielas (cervezas )” con amigos. Y después a Pacayacu, otra parroquia de Sucumbíos. “Desde ese momento no supe nada. Por allá lo vieron bailando... Y cayó la noche”, lamenta María, sentada sobre cañas guadua frente al hospital Marco Vinicio Iza.

Para entonces, Luis ya se había accidentando en el kilómetro 32 de la vía a Tarapoa. Él, montado en su motocicleta, se había estrellado contra los tubos que conducen al oleoducto. Y nadie lo había visto. La carretera estaba tan desierta que solo el croar de las ranas hacía eco entre los árboles de aquel sector llamado Aguarico 3.

Día 2. Empezaba el sufrimiento de Luis. Y también el de su familia. Las fracturas, no solo las del brazo y piernas sino también la de la cabeza –muy cerca del ojo izquierdo–, lo retorcían del dolor. No podía caminar, ni siquiera arrastrarse; la vegetación lo cubría. Y nadie lo escuchaba. La casa más próxima al sitio en el que había caído, un hueco profundo de tierra y hojas secas, estaba a 1.000 metros. Mientras, a sus padres –dice María– ya les resultaba extraño que su muchacho no volviera a casa.

Día 3. Amaneció con menos peso. Luis no había comido desde el sábado en la noche. Tampoco había tomado líquidos. Su situación empezaba a empeorar. Botado en medio de la naturaleza, sus posibilidades de vida se desvanecían entre los frondosos árboles de la selva verde y húmeda. Se había convertido en una potencial víctima de serpientes u otros animales de la Amazonía. Y de las moscas, que comenzaron a incubar en sus heridas abiertas.

Sus padres, José y María, habían montado un operativo de búsqueda. La madre fue al hospital pensando que podría encontrarlo allí. Que había sufrido un accidente y que no tenía documentos. No hubo resultados. Los demás lo buscaban en las zonas aledañas, en Dureno, en Lago Agrio. Incluso en la vía a Tarapoa. “Pasaban y repasaban” a metros de él. Pero nadie lo veía. Era casi imposible.

Día 4. Cubierto con toquillas, hojas verde y grandes que parecen abanicos, Luis soportaba el intenso calor que azotaba la zona. 30 grados centígrados. La sombra era su coartada perfecta. Y su formación en el servicio militar parecía ayudarlo a mantenerse con vida, consciente. A pesar de ello, sus heridas continuaban agravándose.

Su madre, al no tener ninguna pista de él, fue hasta la Fiscalía para poner la denuncia por su desaparición. Desde ese día se unieron el Cuerpo de Bomberos y también la comunidad de Echeandía para buscarlo. Más de 100 personas. Unos en canoa por el río, otros por tierra. ¡Luis! ¡Luis!, llamaban. Y nadie respondía. María no perdía la fe. En la mañana oraba por él, en la noche le pedía a Dios que lo protegiera. No dormía.

Día 5. Como cada mañana desde que cayó en el hueco, Luis amanecía más delgado. No había comido ni bebido. Aunque... dice el doctor Leonardo Pavón, director del Hospital General Marco Vinicio Iza, que vivir sin agua es imposible. En los días anteriores había llovido. Seguramente aprovechó de ello para tomar el agua lluvia. Aunque sea unas gotitas. Eso lo fortalecía nuevamente. Y seguía...

Día 6. Las larvas se habían convertido en gusanos. Comían poco a poco la piel del joven. Sobre todo, en la parte superior del ojo izquierdo. La fractura del brazo estaba inflamada (como demuestran las gráficas). Y lo soportaba. Su madre cree que haber vivido en el campo lo ayudó a aguantar “esos difíciles momentos”. [María hace una pausa y cuenta que Luis estudió hasta quinto curso. Después se metió de lleno en la crianza de peces y gallinas en la finca de siete hectáreas de la familia. Más tarde se dedicó a vender raspados, hielo con miel.

Día 7. Despertó vivo. “Como un milagro de Dios”, dice su madre. El muchacho, nacido en Dureno, había superado al excursionista estadounidense, Aron Ralston, quien durante 127 horas permaneció atrapado en el parque nacional Robbers Roost, Utah, tras un accidente. Sin agua, sin bebida, tomando su propia orina. Sobrevivió. De él se hizo una película.

Pero para Luis aún quedaba un día más. Su madre rezaba. Él luchaba contra todo. Sus familiares lo buscaban... Se acercaba el momento.

Día 8. Hernán Cumbicus, de 47 años, se levantó la mañana del sábado 10 de noviembre para ir a cortar maleza en Aguarico 3. Junto con su cuadrilla, se embarcó con guadañas, palas y otras herramientas hacia el kilómetro 32 de la vía. Con un machete, el obrero limpiaba los bordes del tubo por el que recorre el oleoducto. Y a las 10:00 encontró una moto.

“¿Será la de Luis?”, se preguntó. Entonces, llamó inmediatamente a la Policía de Dureno. Y con su autorización, Hernán se abrió paso entre la vegetación. A lo lejos escuchó el sonido de los bejucos. Mientras más se acercaba, el ruido más fuerte se hacía. A unos 30 metros de la carretera, finalmente halló a Luis. Con el brazo derecho (sin fractura), el muchacho hacía el mayor esfuerzo –su último esfuerzo– para mover las ramas. “Estaba consciente”, “boca arriba”. Y el obrero rebozaba de alegría. Él lo había encontrado.

A las 10:30 sonó el celular de María. “¡Veci, lo hallamos con vida!”. Alegre y con el corazón a mil, la madre esperaba verlo. Entonces, el equipo del Grupo de Operaciones Especiales (GOE), dirigido por el sargento Eulogio Moreno, salió de inmediato al lugar.

—“Tranquilo papá, estoy bien”, le dijo a José. Fue una de sus primeras frases.

Con signos vitales, el muchacho fue rescatado y embarcado en una ambulancia del ECU-911. “Corrió con suerte”, dice Moreno refiriéndose a las amenazas a las que estuvo expuesto en la selva. Luis fue llevado al hospital Marco Vinicio Iza. Y allí ha permanecido desde entonces. Ha perdido el ojo izquierdo. Los médicos lo han retirado de su cavidad porque cientos de larvas y gusanos lo estaban devorando. Lo han hecho antes de que la infección avanzara al cerebro. Adolorido, se retuerce en una pequeña camilla de la habitación 132.

—“Mamá, me duele la cabeza”, le dice el muchacho con la voz entrecortada. Fatigado. No puede hablar más. Está débil.

—“Mi hijo, mete ñeque. Sigue adelante”, le responde su madre. Siempre optimista.

Ella asegura que si Dios lo tuvo hasta ahora con vida es porque se trata de un milagro. Pide ayuda. Si alguien quiere colaborar con la familia puede comunicarse al teléfono 098-267-3870.

Aún deben operarle sus piernas y el brazo

Leonardo Pavón, director del Hospital General Marco Vinicio Iza en Lago Agrio, estaba en su casa cuando lo llamaron para decir que una persona reportada como desaparecida y hallada en la selva estaba siendo trasladada a la casa de salud. Entonces, él comunicó al área de emergencia para que prepararan todo para su llegada. “Aparentemente, el paciente ingresó con un estado de conciencia adecuado. Logró dar su nombre y su número de cédula”. Pero hubo que sedarlo para sacarle los gusanos que tenía en las lesiones.

Entonces se “descompensó”. Tantos días sin líquido de forma adecuada, dice. Y tuvieron que llevarlo al área de terapia intensiva. Le sacaron el ojo izquierdo. Le hicieron una tomografía y descartaron problemas cerebrales. Y por ahora debe esperar para que puedan operarle las fracturas que tiene en sus extremidades.

Por ahora, Luis Galeas está en la sala de traumatología con hidratación, antibióticos...