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La tragedia le regaló un ‘ángel’ ecuatoriano

Al cumplirse los cinco años, tatuó en su brazo izquierdo un paisaje de Nueva York con el World Trade Center.
El 11 de septiembre de 2001 cambió la vida de millones de personas alrededor del mundo, entre ellas las del estadounidense Vincent Forras y la ecuatoriana Mónica Carrera.
Él tenía 15 años como bombero voluntario y estaba pescando en su día libre, mientras que ella había enviudado un año atrás y llevaba seis semanas en Nueva York.
Pero la tragedia los encontró no solo para que se convirtieran posteriormente en pareja, sino para que emprendieran una labor solidaria en diferentes países de América del Sur y Asia.
Del infierno al amor
A Vincent le hacen falta adjetivos para describir lo que sintió esa mañana, cuando arribó a Manhattan. Prueba con “surreal”, “impactante”, “confuso”, “difícil de creer”, pero su mirada grita que ninguna abarca la magnitud del desastre. “Crecí en Nueva York, pero cuando llegué no lo reconocía. El shock fue mayor cuando una de las motobombas en la que venía un compañero quedó aplastada debajo de la Torre Norte”, recuerda.
Durante las labores de rescate sufrió el colapso de una parte de la estructura donde emprendía la búsqueda de víctimas, por lo que resume en tres palabras lo que significa sobrevivir dos horas bajo los escombros: milagro de Dios.
“Le prometí que si salía con vida, me dedicaría a servir”, comenta 15 años después desde el aeropuerto de Guayaquil, la ciudad que parió a la mujer que ama, aquella voluntaria de ojos verdes que conoció un 4 de octubre, en el hospital San Vincent, luego del funeral del bombero Terence Hatton.
“Dios, además, me dio la oportunidad de encontrar a mi ‘ángel’, Mónica Carrera, quien es ecuatoriana y con quien finalmente creamos la Fundación “Gear Up”, agrega antes de participar de una misa en la capilla de la terminal aérea del Puerto Principal, para conmemorar a las víctimas del atentado terrorista del 11S.
Mónica, quien esta vez se quedó en Nueva York, cuenta por vía telefónica que ella era representante de la Cámara de Comercio de Guayaquil en Nueva York cuando ocurrió el atentado contra el World Trade Center. “Recién empezaba. Quedé viuda en agosto de 2000 y tomé esa oportunidad para llevarme a mis hijos y empezar una nueva vida. Diversos factores hicieron que fuese a servir al hospital Saint Vincent de voluntaria. Y qué coincidencia, ese sería el nombre de mi futuro esposo”, relata la compatriota.
“Él había terminado de estar en las labores de rescate, fue al funeral de Terence Hatton y al salir de ese evento nuestros destinos se cruzaron. Desde entonces estamos juntos”, añade.
“Esta situación inspiró a hacer cosas grandes para transformar una tragedia en algo positivo”, finaliza Forras antes de partir rumbo a Esmeraldas, donde permanecerá hasta el próximo martes.
En la piel y la memoria
‘Vinny’ lleva tatuados dos homenajes a las víctimas del 11S. Al cumplirse el primer año de la tragedia, dibujó en su brazo derecho un bombero llorando, delante de una bandera con cinco estrellas que representan las cinco instituciones que perdieron miembros de sus filas en el suceso. Mientras que, al cumplirse los cinco años, tatuó en su brazo izquierdo un paisaje de Nueva York con el World Trade Center, en el que irrumpe una luz “que simboliza a Dios” y la frase “Never forgotten”, que significa “Nunca olvidados”.
Además, aún tiene secuelas en su salud. Hay noches en las que las pesadillas le recuerdan las escenas de horror que presenció, pues presenta estrés postraumático, así como afecciones a su sistema respiratorio a causa de la nube tóxica que produjo el atentado. Estas últimas fueron tratadas por médicos estadounidenses y ecuatorianos.