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La tragedia no lo deja vivir
Lo investigan por el fallecimiento del sospechoso de robo. Podría enfrentar una pena de hasta 10 años de prisión y cuenta que lo tiene atormentado.
Cuando Juan logra conciliar el sueño tiene pesadillas. “Veo a un montón de personas frente a mí, juzgándome”. Al tiempo, grita mientras duerme. Después, este guardia de seguridad se despierta y ya no puede descansar.
Es lo mismo con su apetito. No prueba bocado sin que la angustia lo invada a cada minuto. Ese tormento comenzó el 2 de febrero, en la parada de bus que custodiaba, en Santa Bárbara, sur de Quito, en donde el implicado en un robo murió.
Fotitos del robo 'pa' el recuerdo' del Monumental
El celador, de 25 años, es el sospechoso de aquel deceso, tras haber sometido por el cuello al sujeto, conocido como Trenzas. Ahora, Juan es indagado por el delito de homicidio. Ayer, familiares realizaron una caminata con camisetas blancas y carteles pidiendo justicia para el muchacho hacia la Fiscalía de Pichincha.
Paola Montoya, abogada defensora del joven, dice que su cliente aplicó el principio de uso progresivo de la fuerza en el ejercicio de sus funciones. “Aportamos con pruebas para demostrar que, el día de los hechos, el señor guardia estaba repeliendo una agresión”.
Esa fecha, Juan llegó temprano a su trabajo. “Tenía ya un presentimiento de que algo malo iba a pasar”. Aun así, se preparó para comenzar su jornada.
Eran cerca de las 07:00. El guardia estaba llenando la bitácora y escuchó un grito. Era una mujer pidiendo auxilio porque le habían robado su celular. En eso vio a un sujeto de estatura mediana (Juan mide 1,81 centímetros) que iba corriendo hacia la puerta de salida.
El celador le cerró el paso y, en ese instante, dice que el sospechoso se abalanzó sobre él para darle un cabezazo. Juan retrocedió un poco y después lo sujetó.
“Yo le decía que se calmara. Él me pateaba y me insultaba”. La afectada aprovechó ese momento para golpear el rostro de Trenzas hasta dejarlo ensangrentado.
Se quedó helado
Juan, la mujer y el sospechoso forcejearon por unos minutos. “Yo le dije que le soltaría y él me contestó: ‘Bueno’”. El tipo cayó al piso y el guardia se contactó con la policía para pedir ayuda. También llamó a otros compañeros y uno de ellos le dio la mala noticia.
“Me dijo que lo revisara porque no estaba respirando”. Cuando lo voltearon, se dieron cuenta de que había fallecido. Juan se quedó helado y palideció al ver el cadáver.
La policía hizo las indagaciones y lo llevaron a la Unidad de Flagrancia de Quitumbe, en el sur. La dueña del celular también fue retenida, pero no incluida en el proceso investigativo.
“Me llevaron a una celda individual. Allí se me vino a la mente mi familia y lo que había sucedido”. En la audiencia de flagrancia, él lloró luego de que fuera vinculado a una instrucción fiscal y al saber que podría ir a la cárcel hasta 10 años.
No tiene prisión preventiva. La abogada Montoya explica que pedirán que se efectúe una reformulación de cargos para que a Juan lo procesen por homicidio culposo, esperando demostrar en las diligencias su inocencia total.
Pero hasta que eso pase, a Juan se le ha trastocado su vida. Cuenta que antes le gustaba hacer bromas con sus compañeros de trabajo y en su casa. Ahora, apenas conversa con sus parientes. “No puedo concentrarme en mis tareas. Escribo algo y me olvido enseguida de lo que debía hacer”, lamenta.
A él le encanta jugar fútbol y siempre participaba en campeonatos barriales. Con esa muerte encima, recurre al deporte solamente para hacer actividad física hasta caer extenuado. “Juego hasta quedarme sin aliento para ver si así puedo dormir tranquilo”, finaliza.