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Tristeza en Santiaguito Roldós por 19 de 20 víctimas de choque múltiple
En cada calle de la cooperativa Santiaguito Roldós, del sector de Fertisa, en el sur de Guayaquil, el silencio se hizo dueño de todo y de todos.

Sus restos los están velando en el Colegio José María Egas en la Av. 25 de Julio al sur de Guayaquil. Visitamos el barrio de donde partieron hacia el lugar del accidente
En cada calle de la cooperativa Santiaguito Roldós, del sector de Fertisa, en el sur de Guayaquil, el silencio se hizo dueño de todo y de todos. Nadie quería decir palabra y aunque algunos disimulaban, la mayoría solo quería llorar a los 15 miembros de esta comunidad que se habían ido, luego de que el pasado viernes 13 de enero perdieran la vida en un accidente de tránsito ocurrido en la vía Guayaquil-Babahoyo.
Los fallecidos, quienes eran miembros de la iglesia Santa Faz, viajaban para un encuentro católico de tres días en el cantón Montalvo, entre ellos, Segundo Ángel Rivadeneira Montaño, un pintor informal, padre de dos hijas y esposo de Yolanda Mosquera, quien sentada junto al féretro de su consorte, simplemente no admitía la idea de que él ya no esté con ella.
“Yo le dije ‘no te vayas’, pero como él era muy responsable en sus cosas, se fue”, recordó la mujer, mientras recibía el abrazo de condolencias de Calixto Bravo, un amigo de su esposo desde hacía 30 años.
En cada casa hasta donde la muerte había llegado, las historias, distintas entre cada una, no dejaban de ser difíciles de entender.
Para Mabel Noboa, el dolor de la tragedia llegó a su puerta por partida doble, porque en el siniestro en donde fallecieron un total de 20 personas y 18 resultaron heridas, ella perdió a su hermano Santiago y a su cuñada Tatiana Arteaga. En su casa, la sala se convirtió en el lugar de velación para la pareja.
A 3 cuadras del domicilio de los Noboa, Peter Rezabala contaba otra historia, a lo mejor más difícil de asimilar. Ahí, los cuerpos de 4 miembros de la familia Izquierdo Abarca, aguardaban la luz del día para recibir cristiana sepultura. Ellos -segun Peter- también eran parte del grupo religioso.
María Magdalena Abarca, esposa de Benito Izquierdo, no solo había perdido a su consorte, sino que además, el cielo se le había llevado a una nieta de 3 años y a 2 de sus hijos.
Del grupo de víctimas, 3 no pudieron ser llevados a la casa de algún familiar y por eso, eran velados en el coliseo del colegio José María Egas.
En todas las casas, cada uno lloraba a los suyos. Pero sabían que en algún tiempo, corto o lejano, Dios los reuniría en el mismo cielo en donde los tenía ahora.