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¡Un saco viejo la abrigó hasta la muerte!

Una chaqueta desgastada envolvía el esqueleto de una mujer, de aproximadamente 40 años. Los restos estaban sobre el pasto seco de la quebrada de Los Molinos, en el centro de Quito.
La conocían como Geoconda, según Rodrigo Ramírez, vendedor de productos de limpieza del sector. Él ofrece su mercancía en los semáforos de la avenida Velasco Ibarra, cerca de donde se levantaron las osamentas.
El cráneo se inclinaba sobre el costado izquierdo, como si mirara la hierba que lo rodeaba. Los huesos, en cambio, se dispersaban al punto de parecerse a un hallazgo arqueológico, que fue localizado la tarde del pasado martes.
Ayer, el cadáver solamente dejó una huella oscura en la parte donde fue encontrado. Junto a esa sombra, la ropa de la fallecida se regaba como si la hubieran sacado de algún mueble para trastornarla en el piso.
“La señora caminaba por aquí y siempre se escuchaba que hablaba sola. Parecía que perdió la razón”, comentó Ramírez, quien labora en esa zona desde hace 15 años.