Exclusivo
Actualidad

Una niñita “desapareció entre las paredes”

Rhonny Rodríguez, Tarqui (Manabí)
Los militares sintieron el miedo que se escabullía entre la penumbra y casas destruidas de la ciudadela Tarqui, en Manabí, tras el sismo de 7.8 grados ocurrido el sábado 16 de abril.
El pasado miércoles, el sargento primero de apellido Macías, del Batallón Guayas, vio, junto a un compañero que una niña corría por la calle.
Enseguida la llamaron. Sin embargo, la pequeña no hizo caso y se adentró a una de las edificaciones de aquel poblado. “Cuando ingresamos, vimos que se cruzaba despacio, pero desapareció entre las paredes. Mi compañero gritó y salimos de prisa del lugar...”, señaló Macías.
Durante sus labores, los uniformados también han pasado momentos de angustia. “Una persona de la tercera edad y una niñita llegaron hasta el sitio donde removían los escombros, pero al decirles que no podían estar ahí, el señor se puso de rodillas y lloró como un niño, pidiéndonos que lo dejemos estar ahí porque estaban sacando los cadáveres de su esposa y dos hijas”, dijo Macías.
“Se me ‘cayó el alma al piso’, esto me marcó y me puse a pensar en mi familia y que lo más importante son ellos”, manifestó.
Por ahora, los militares están a cargo de la seguridad. Hacen turnos de ocho horas y rotan, permanentemente, para proteger los centros de acopio, cuidar los barrios y repartir los productos, detalló.

No les importa el riesgo
En el mismo poblado, hay habitantes que pasan la noche debajo de sus viviendas, las cuales fueron afectadas por el terremoto. Se negaban a ir a los albergues que se han levantado en la ciudad, aunque no tenían agua, ni luz eléctrica.
Los vecinos esperaban entre tinieblas, sentados en sillas, colchones y hamacas improvisadas entre los pilares de las casas que aún están en pie.
José Mera llegó a su domicilio a las 22:00 del miércoles. Estaba acompañado de sus dos hermanas y dos mujeres policías. Tenían una funda con ayuda que le entregaron en la Unidad de Policía Comunitaria Las Golondrinas, donde recibieron aceite, azúcar, agua, arroz.
Contó que decidió no irse a ningún albergue con el fin de cuidar su casa y los pocos bienes que no perdió con el movimiento telúrico. Aseguró que se siente más seguro en su barrio, en el que ha crecido desde niño.
Pero José no es el único. A una cuadra también estaban Omar y Estrella Castro, acompañados de Patricio Ponce, quienes permanecían sentados y a oscuras.
Omar sostenía entre sus brazos a un perro y dijo que allí está su vida, por lo que se acoplaron para hacer turnos. “A veces nos dormimos de 23:00 a 01:00, luego nos despertamos y seguimos custodiando”, comentó. “No podemos dormir porque tenemos miedo de que ocurra otro temblor. Todos los días tiembla la tierra y eso me tiene aterrorizada”, interrumpió Estrella, mientras acariciaba al can.
En la oscuridad se escucha el sonido fuerte de una planta eléctrica. En la  esquina, la luz y el sonido de un televisor delataban a algunos vecinos. Tenían una pila de colchones sobre unos cartones, una mesa pequeña, en la que estaba el televisor de 21 pulgadas,  y unas sillas plásticas.
Sacaron todo eso de la casa de Zoila Lucas. Ella estaba a la espera de que las autoridades le digan qué pasará con su vivienda. Tampoco quiere estar en un albergue. “Aquí nos acomodamos, a las 23:00 apagamos la televisión y la planta y nos vamos a descansar”, relató.