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¡34 años por matar a su hijo!
Una mujer le dio veneno para ratas a su retoño. La sentenciada apeló.
Alejandrina Bolagay vive en la Quito Sur, hace casi 50 años y nunca vio nada parecido a lo ocurrido en la casa donde residía su vecina Belén Trujillo.
“Oí la bulla de los patrulleros que pasaban. Después de un rato vino una mujer y me dijo que la señora mató a su guagua”, rememoró.
La progenitora del niño fallecido fue sentenciada a 34 años y ocho meses de prisión por su muerte.
El hecho se produjo el 15 de febrero de 2017. Franklin Villares, médico legista, intervino en la audiencia de juzgamiento realizada en el Complejo Judicial de Quitumbe.
Explicó al tribunal que la causa de la muerte fue por una falla en el hígado. Una prueba toxicológica demostró que el estómago de la víctima tenía manchas rojas, lo que daba cuenta de un envenenamiento.
Durante las diligencias realizadas la fecha de la muerte, los peritos encontraron un pedazo de papel de un veneno para ratas. Además, de un frasco que contenía tiñer, el cual fue ingerido por Trujillo para intentar matarse.
No lo consiguió. Ella sobrevivió al hecho, luego de estar internada por 17 días en un hospital capitalino.
La señora Bolagay se entristeció al saber sobre la sentencia de su vecina. La residente, de 76 años, veía que Trujillo caminaba con la cabeza baja y no conversaba con nadie.
“Supe que le mató porque no tenía nada con qué dar de comer a sus hijos”, añadió la moradora, con lágrimas en sus ojos. Lamentaba la suerte de la habitante, quien tuvo un primer hijo en otra relación.
La audiencia de juzgamiento se convirtió en un confesionario. En la diligencia, la acusada tuvo la oportunidad de mostrar la vida de penurias que llevaba con el padre del niño muerto.
Se separó y volvió a tener una relación. “Su familia le dio la espalda cuando se enteraron de que estaba embarazada de él”, reza en los documentos que recogen el juicio. Ella apenas sobrevivía, porque su primo no la ayudó para el bebé que esperaba.
Todos los fines de semana iba hasta un sitio para cuidar carros. Con esa plata, ella mantenía a su marido, confesó, ya que a él “no le gustaba trabajar” o dependía de la ayuda de alguien.
Trujillo cayó en un estado depresivo. Eso explotó el día del asesinato, hecho descubierto por el primer marido de la sentenciada.
Él llegó a la casa y vio a su expareja con el rostro ensangrentado. Al abrir la puerta, vio que el infante estaba junto a ella, morado y frío.
(MAG)