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¡Ya no entran tantos muertos!

rabajadores de la morgue levantan el cuerpo desmembrado de un hombre, arrojado a plena luz del día en una calle de Acapulco. Luego, recogen una pierna cercenada y una bolsa con su cabeza.
Así, a pedazos, la víctima es trasladada al único centro forense de este balneario mexicano, que acumula cadáveres sin reclamar.
Dentro de sus frías cámaras frigoríficas, los cuerpos reposan de dos en dos en gavetas previstas para un solo cadáver, un lúgubre recordatorio de la violencia del crimen organizado que convirtió a esta turística ciudad costera en la capital mexicana del homicidio.
La mayoría de los cuerpos está en bolsas grises, pero dos pies desnudos sobresalen de una gaveta. En otra una bolsa roja está marcada con el rótulo “feto”. Una cucaracha corretea en una repisa.