La última vez que familiares de Guillermo Alfredo Chávez Segura lo vieron con vida fue a las 11:00 del jueves. Diecisiete horas después, por los noticieros se enteraron de que una persona había sido encontrada desmembrada y carbonizada y que junto a los restos estaban unas zapatillas negras.

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Y fue justamente aquel calzado lo que despertó la angustia de sus seres, pues cuando Guillermo Alfredo salió de su domicilio, ubicado en la cooperativa Oramas González, llevaba unas pantuflas del mismo color.

El cadáver del hombre, de 46 años, fue encontrado a pocas cuadras de su domicilio y en el mismo lugar donde solía estacionar la tricimoto con la que se ganaba el sustento para su hogar.

“Mi tío tenía un tatuaje con el nombre de su excónyuge en el pecho, esto sirvió para reconocerlo en la morgue. Él no tenía problemas con nadie, salía de su casa solo para trabajar. No sabemos por qué le hicieron esta maldad: matarlo, descuartizarlo y hasta prenderle fuego. Estábamos preocupados porque no aparecía”, dijo un sobrino del occiso.

Compañeros de oficio del Abuelo o Colorado, como lo solían llamar sus seres queridos, indicaron que posiblemente él se rehusó a pagar la cuota que le pedían los extorsionadores y por eso lo mataron.

Alfredo tenía dos hijos y andes de conducir una tricimoto laboró como taxista. 

La tarde de ayer, Marlon Wladimir Rodas Carvajal, de 36 años, estaba parado en una esquina de la cooperativa Oramas González, esperando una tricimoto que lo trasladara a su hogar, cuando aparecieron dos pistoleros con la intención de matar a Carlos Casco Briones.

Él y Miriam Burgos, quien también estaba cerca del lugar, recibieron varios de los proyectiles dirigidos a Carlos. Los tres fallecieron. (AEB)

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