Buena Vida
Cuando desperté en el 2054
Nací en 1987, siendo una presingular, como se conoce a quienes nacieron antes de la singularidad, es decir antes del cambio más radical de la historia de la humanidad; la fusión entre las máquinas y la inteligencia humana ocurrida en el 2040. Pero ya n
Nací en 1987, siendo una presingular, como se conoce a quienes nacieron antes de la singularidad, es decir antes del cambio más radical de la historia de la humanidad; la fusión entre las máquinas y la inteligencia humana ocurrida en el 2040. Pero ya no lo soy más. Hoy soy una post-humano.
A mis 67 años, mientras maquillo mi rostro de veinteañera, recuerdo cómo me trasplantaron un corazón sin defectos creado con una impresora 3D en el 2035, hasta cómo me convertí en la primera cyborg ecuatoriana y años después en una post-humano, que según mis creadores, podría vivir más años que el mismo Matusalén.
Siempre fui fiel seguidora de las predicciones de Ray Kurzweil, Nick Bostrom y Aubrey de Grey; promotores del transhumanismo y primeros ‘superhumanos’ estadounidenses.
Amo experimentar con la ciencia y la tecnología para mejorar mis capacidades. Cuando tenía 30 años, por ejemplo, me implanté un chip en el brazo y durante unos días lo usé para controlar las puertas, luces y temperatura de mi casa. Poco después coloqué en mi muñeca un dispositivo más complejo con el que podía controlar objetos a distancia, desde mi computadora hasta mi carro. Y, el siguiente experimento, un tanto curioso, me costó el divorcio. Me conecté al sistema nervioso de mi esposo, sin su conocimiento; cada movimiento que él realizaba yo lo sentía. Así descubrí que se acostaba con otra.
Todas estas experiencias, más el fracaso en el mi matrimonio, me convencieron de viajar a California a especializarme en la Singularity University, una universidad que estudia las nuevas ciencias. Ahí fui, por decisión propia, conejillo de indias desde los 35 años para ayudar a probar que, evadir la muerte era posible.
Es así como logré que mi cuerpo vuelva a ser el de los 20 años con la promesa de que nunca más volvería a envejecer.
¿Cómo sucedió? Mis maestros fabricaron órganos a mi medida en impresoras 3D y los reemplazaron por aquellos que tenían fallas, entre esos el corazón.
Luego, tras varios años de pruebas, me suministraron nanobots que educaron a mi organismo para que entienda que la muerte, el envejecimiento, el dolor y el sueño, entre otros, no son necesarios. Mis células siguen siendo células, pero hasta ahora son inmortales. No hay ninguna enfermedad o virus que pueda acabar con ellas.
Pero no soy la única “inmortal”. La mayor parte de los millonarios estadounidenses han abandonado hace rato su formas biológicas. En realidad, en aquel país ya ni siquiera se habla de personas sino de inteligencias. Desde el 2030, los límites entre inteligencia artificial y natural comenzaron a hacerse difusos. Poco después, los robots adquirieron derechos civiles y, finalmente, ha dejado de haber distinción entre máquinas y humanos.
Todo parece increíble. Sobre todo si me lees desde un país donde recién han comenzado a llegar las impresoras 3D, y la nanotecnología aún no se experimenta ni en textiles.
¿Saben? Aún no me acostumbro a mi nuevo mundo, a mi cuerpo. Me ha sido muy difícil renunciar a lo conocí en mi infancia. Es cierto que a todas las generaciones les pasó lo mismo, aún recuerdo cómo mis padres se resistían a usar las primeras computadoras y el primitivo Internet. Pero esto es distinto, la singularidad no es otra moda sino el cambio de paradigma más radical en toda la historia de la humanidad. Lo más difícil de todo ha sido asimilar que mi muerte ya no es necesaria.
Hoy me he despertado en Guayaquil. Vine a visitar a mi familia y a recolectar algunos recuerdos que se me escapan de mi memoria a medida que le agrego nuevos conocimientos.
También vine por los recuerdos de mi padre, quien murió cuando yo tenía 21 años. En el laboratorio de la Singularity lidero un proyecto para revivir la memoria de los muertos buscando, a través de algoritmos, dentro de todas las conciencias matemáticamente posibles. Mi padre estaría por volver a la vida con un cuerpo fabricado en una impresora 3D y un cerebro cargado de los recuerdos almacenados en la mente de todos quienes lo conocieron.
Continuará....
¡Ayúdame a seguir esta historia! ¿En qué año te gustaría que despertara la próxima vez? ¿Crees que será posible revivir a mi padre? ¿Cuál sería la mejor forma? Escríbeme