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Buena Vida

Hermandad y espiritualidad con novenas al Niño Jesús en Quinindé
Con los actos por Navidad, no solo conmemoran el nacimiento de Cristo, sino que también se fortalecen los lazos comunitarios
En diciembre, Quinindé, provincia de Esmeraldas, se transforma en un escenario de fe compartida. En barrios, capillas y hogares viven la novena del Niño Jesús, una tradición que no solo recuerda el nacimiento de Cristo, sino que también fortalece los lazos comunitarios.
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Las familias se congregan cada noche para rezar, cantar y compartir. El Patronato Municipal acompaña estas celebraciones con visitas a las comunidades, organizando concursos de pesebres que, más allá de la competencia, se consolidan como motivo de encuentro y colaboración.
Los vecinos se suman activamente a preparar lo necesario para la recordación del nacimiento del Niño Jesús. Cada gesto, por pequeño que sea, se suma a un acto colectivo que refleja la inquebrantable fuerza de la fe.
El corazón espiritual del barrio
En el recorrido de la Novena, uno de los momentos más significativos se vivió en el barrio San José, donde se levanta la capilla del Divino Niño. Allí, los moradores se congregaron con fervor y devoción para rezar y compartir, convirtiendo el templo en el corazón espiritual de la comunidad.
El pesebre preparado por los vecinos fue el centro de la celebración, rodeado de cantos, oraciones y la profunda emoción de quienes reconocen en la pequeña imagen del Niño Jesús la fuerza de su fe y la luz que ilumina sus hogares.
“Cuando rezamos juntos, sentimos que Cristo está aquí, que no nos abandona”, afirma Manuel, feligrés del barrio San José. “La luz del pesebre nos recuerda que todavía hay esperanza, que podemos volver a creer”. Sus palabras reflejan la emoción genuina que se vive en cada novena: la certeza de que la tradición no es un simple rito, sino un acto de resistencia espiritual frente a la incertidumbre.

Natalia, otra vecina, lo resume con ternura: “El pesebre nos une como hermanos. No importa quién trae la oveja o el pastor; lo importante es que todos colaboramos. Eso nos hace más humanos, más solidarios”. La comunidad se reconoce en estos gestos sencillos, en la colaboración que teje la novena en una sólida red de fraternidad.
El padre Víctor Ocaña, párroco de Quinindé, explica el verdadero sentido de esta práctica: “Después de la pandemia y ahora con la problemática que vivimos, las familias se han visto divididas, los jóvenes atacados por realidades duras, y la vida del esmeraldeño ha cambiado drásticamente. Muchos viven con temor, escondiéndose. Pero la novena nos devuelve la esperanza en Cristo. Nos recuerda que la ausencia de Dios es lo que nos ha llevado a la oscuridad, y que volver a nuestras raíces de fe es la única manera de iluminar los corazones”.
Sus palabras resuenan como un llamado a no perder la confianza. Para él, la novena no es una tradición vacía: es un acto de unión y un recordatorio de que cada hogar que enciende su pesebre está encendiendo también una luz de esperanza. “Esa luz es Cristo, que viene a iluminar a los hombres perdidos en tinieblas. La Navidad nos ayuda a estar unidos, a ser más solidarios, a recordar que la fe es la fuerza que nos sostiene”, añade.
Cada noche de novena, los barrios se llenan de cantos, rezos y abrazos fraternos. La novena del Niño Jesús es, en definitiva, un símbolo de resistencia espiritual. En medio de la crisis social y la inseguridad, la comunidad de Quinindé reafirma que la esperanza no se apaga. Cada oración, canto y vela encendida es un gesto que consolida la certeza de que la luz vencerá a la oscuridad.

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