El hornado 'Comadre Dioselina' en Sangolquí: 65 años de tradición, historias y sazón
La ‘Comadre Dioselina’ ya es una marca de hornado en esta parroquia desde hace 65 años. Esta es la tercera generación en este delicioso negocio

Edith Chumaña tiene el secreto de la sazón del hornado. Es la tercera generación.
Edith Chumaña Caiza es una de las herederas de la tradición del hornado en Sangolquí, donde la conocen como “comadre chiquita”. Este apodo proviene de su madre, Dioselina Caiza, quien fue la comadre de decenas de sangolquileños. “Yo los adopté. Mi mamá tenía muchos compadres y ahijados, y eso también me heredó”, comenta Edith.
Este negocio comenzó hace 65 años en un pequeño puesto del mercado local, donde al principio solo se preparaban uno o dos chanchos. Con el tiempo, su sazón fue ganando reconocimiento, y ahora es un esfuerzo que involucra a toda la familia. “Conservamos el puesto del mercado, pero también nos abrimos a un local para atender mejor a los clientes”.
Edith creció rodeada de cocinas industriales y fogones de leña. Aprendió, sobre todo, a sazonar el hornado para que salga sabroso y tierno, una característica que le ha valido el reconocimiento al mérito gastronómico por parte del Municipio de Rumiñahui. “También estuvimos en Panamá representando al país y ganamos”, dice con orgullo.

Los chanchos se comenzaron a hornear hace 65 años, gracias a la abuela de Edith, quien ideó la receta del aliño, cuyos ingredientes guarda celosamente. Sin embargo, fue su esposo quien perfeccionó el proceso de tostado del cuero del animal. “Cuando sale del horno, queda muy suave, y a la gente le gusta crocantito”, relata Edith.
Las preparaciones del mote, la tortilla de papa, el ají y la chicha de jora comienzan entre las dos y tres de la mañana. “Es un trabajo sacrificado, pero es lo que sabemos hacer y nos encanta”, añade.
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La venta se extiende durante todo el día, aunque pasada la tarde los platos comienzan a agotarse debido a la alta demanda. “Nuestros clientes son fieles; vienen de lejos para comer con nosotros. Estamos muy agradecidos”, agrega.
Este negocio también representa una cadena de emprendimientos, ya que los cerdos se compran a criadores de Quinindé, Chone, El Carmen y Santo Domingo. Además, los demás ingredientes son adquiridos de productores locales. Edith espera continuar con esta tradición durante muchos años más.
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